Título original: Occupe-toi d'Amélie... !
Director: Claude Autant-Lara
Francia/Italia, 1949, 92 minutos
Ocúpate de Amélie (1949) de Claude Autant-Lara |
El universo literario creado por el dramaturgo Georges Feydeau (1862–1921) está poblado de señores rollizos que caminan de puntillas, muchachas de dudosa moral que aspiran a casarse con algún príncipe europeo, barbudos imperturbables, insensatos bigotudos, generales jactanciosos, aristócratas con monóculo y emperejiladas matronas sin otro quehacer que recibir a las visitas. En una palabra: lo que dio en denominarse vodevil en la sociedad anterior a la Gran guerra.
En ese sentido, la acción de Occupe-toi d'Amélie... ! plantea los típicos enredos propios del género. Se sitúa en 1910 y tiene por protagonista a Étienne (André Bervil), quien mantiene económicamente a la joven Amélie d'Avranches (Danielle Darrieux), mujer encantadora y ligera de cascos cortejada por una legión de pretendientes y que encarna a la típica cocotte. Hasta aquí todo "normal". Pero las cosas se complicarán debido a que Marcel Courbois (amigo de Étienne interpretado por Jean Desailly) se encuentra en la incómoda tesitura de que sólo podrá cobrar su herencia cuando se case. Así que, como trampa legal, se organiza un falso matrimonio entre Marcel y la casquivana Amélie, con toda la parafernalia que ello conlleva. Aunque, para acabar de liar aún más el embrollo, Étienne se las apañará para que el matrimonio tenga lugar realmente...
Preservando el habitual ritmo frenético vodevilesco, la adaptación de Ocúpate de Amélie que en 1949 dirige Claude Autant-Lara a partir de un guion de Jean Aurenche y Pierre Bost se caracteriza por una originalísima puesta en escena que prefigura lo que, años más tarde, hará Woody Allen en La rosa púrpura de El Cairo: lejos de atenuar el origen teatral del texto, asistimos a una representación de la obra en la que los espectadores interactúan con los actores/personajes y en la que la frontera entre ficción y realidad se desdibuja totalmente, con continuos saltos del escenario a la sala y de la sala a la vida real.
Es muy ocurrente, en ese mismo orden de cosas, la pausa publicitaria a la que asistimos durante el descanso de un entreacto, con anuncios luminosos de productos (como las píldoras para incrementar el busto) que dan pie a la sátira más mordaz.
Porque, sea como fuere, la corrosiva crítica contra los convencionalismos burgueses ideada por Feydeau se mantiene intacta e incluso aumentada en el filme de Autant-Lara: no hay más que ver cómo el padre de Amélie (interpretado por el histriónico Julien Carette) incita a la joven para que saque el mayor provecho de sus encantos, sobre todo dejándose rondar por el Príncipe extranjero (Grégoire Aslan) que promete recompensar al progenitor de la criatura con un equivalente de la Legión de Honor.
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