Título original: Phantom of the Opera
Director: Arthur Lubin
EE.UU., 1943, 92 minutos
El fantasma de la ópera (1943) de Arthur Lubin |
El fantasma de la Ópera existió. No fue, como se creyó durante mucho tiempo, un arrebato de artistas, una superstición de directores, la extravagante creación de las mentes exaltadas de unas cuantas señoritas del cuerpo de baile, de sus madres, de las acomodadoras, de los responsables del vestuario y de la portera.
Sí, existió en carne y hueso, a pesar de que adquiriese toda la imagen de un auténtico fantasma, es decir, de una sombra.
Gaston Leroux
El fantasma de la Ópera
Traducción de Mauro Armiño
Fue tanta la notoriedad alcanzada por la versión muda de El fantasma de la Ópera (1925), con un memorable (y horripilante) Lon Chaney en el papel protagonista, que los estudios Universal no pararon de recurrir, en años sucesivos, al personaje creado por Gaston Leroux con el objetivo de volver a cosechar un nuevo éxito de taquilla. Y así, primero les dio por sonorizar el filme que había dirigido en su día el tosco Rupert Julian, para terminar presentando, al cabo de mil y un avatares, un remake que tenía más de "ópera con fantasma" que no de lo contrario.
Y es que la cinta que nos ocupa contiene una portentosa banda sonora, a cargo de Edward Ward, cuyas piezas de bel canto, ante la imposibilidad de obtener los derechos de autor de las grandes partituras del repertorio, fueron compuestas ex profeso a partir de melodías de Chopin o Chaikovski. Lo cual, sumado a las impresionantes dotes vocales de la actriz Susanna Foster, quien interpreta el personaje de Christine, propició que el componente terrorífico pasase a un segundo plano.
Se trata, por tanto, de una propuesta muy estilizada. No sólo porque Claude Rains, temeroso de que lo encasillaran en papeles de monstruo, exigió por contrato que no le desfigurasen excesivamente el rostro, sino, sobre todo, debido a que ni siquiera queda claro qué motivos son los que mueven al violinista artrítico Erik Claudin a convertir a la joven soprano en su protegida. Parece ser que, en principio, serían padre e hija, si bien la posibilidad de que ello pudiera dar pie a interpretaciones de tipo incestuoso hizo que tal vínculo desapareciese del guion definitivo.
Dirigió la película Arthur Lubin, uno de esos asalariados sin pretensiones, capaz de levantar filmes de lo más rentable a partir de presupuestos irrisorios y que, años después, sería el descubridor de un joven talento llamado Clint Eastwood... En definitiva, Phantom of the Opera representó, con su oscarizada fotografía en tecnicolor, lo mismo que la dirección artística, la enésima incursión en un subgénero que no por sumamente trillado resulta menos exitoso: el de la bella y la bestia, en su vertiente, al igual que el jorobado de Notre-Dame, de ser deforme que habita las profundidades de un edificio público parisino.