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sábado, 6 de septiembre de 2025

Los indeseables (1972)




Título original: Pocket Money
Director: Stuart Rosenberg
EE.UU., 1972, 102 minutos

Los indeseables (1972) de Stuart Rosenberg


Si lo que se proponía la productora de Paul Newman con esta película era reeditar el éxito de anteriores filmes protagonizados por la estrella, tales como La leyenda del indomable (1967) o Dos hombres y un destino (1969), lo cierto es que el tiro les salió por la culata. Porque ni hubo sintonía entre el actor y su compañero de reparto, Lee Marvin, lo cual se percibe en la pantalla, ni la cinta logró atraer la atención del público y la crítica. De ahí que se pueda decir que, en muchos aspectos, Pocket Money (1972) fue un proyecto fallido.

El aire crepuscular que rezuma la fotografía terrosa del húngaro László Kovács, en el marco de un paisaje cuya aridez abarca desde el desierto de Arizona hasta las polvorientas llanuras mejicanas, contrasta con un ligero toque humorístico puesto al servicio de dos perdedores de vida errática. En realidad, tanto Jim (Newman) como Leonard (Marvin) forman una pareja despareja cuya química es menos cómica que melancólica, reflejando una masculinidad en proceso de derrumbe.



Bajo la superficie de la desaliñada puesta en escena late una crítica sutil al sueño americano y una elegía a los vínculos masculinos condenados a desaparecer en el contexto de un mundo en continua transformación. No es casual, por tanto, que fuese Terrence Malick quien escribiese la historia, pues ya entonces anticipaba su fascinación por los personajes que se disuelven en la vastedad del paisaje, por los seres que caminan hacia ninguna parte, cargando con su soledad como único equipaje.

Por otra parte, el interés de Stuart Rosenberg por los individuos marginales le llevó a plantear su propia exploración del desencanto en la que la descomposición del mito americano aparece disfrazada bajo la apariencia de una buddy movie ambientada en el Oeste moderno. Así pues, su mirada resulta seca, casi impasible, como si contemplara a sus personajes con una mezcla de ternura y distancia crítica. Algo que la elección del formato panorámico contribuye a subrayar, enmarcando la errancia existencial de estos dos hombres fuera de lugar, fuera de tiempo.



sábado, 30 de agosto de 2025

Un hombre de hoy (1970)




Título original: WUSA
Director: Stuart Rosenberg
EE.UU., 1970, 115 minutos

Un hombre de hoy (1970) de Stuart Rosenberg


Las mismas inquietudes políticas que hicieron que Paul Newman se involucrase en diversas causas, ya fuese la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos o dando públicamente su apoyo a distintos candidatos demócratas, le llevaron a producir y protagonizar una película tan controvertida como WUSA (1970)

Basada en la novela A Hall of Mirrors de Robert Stone, se centra en la figura de un tal Rheinhardt (Newman), individuo cínico y errante que llega a Nueva Orleans. Allí conoce a Geraldine (Joanne Woodward), una mujer igualmente solitaria con la que enseguida inicia una relación sentimental. Con la intención de ganarse la vida, Rheinhardt consigue trabajo como locutor en la WUSA, una emisora de radio local de ideología ultraderechista. Su programación, controlada por el magnate Bingamon (Pat Hingle), difunde mensajes de intolerancia y odio que aspiran a promover una conspiración neofascista.



Al mismo tiempo, la trama sigue los pasos de Rainey (Anthony Perkins), un idealista trabajador social que, sin saberlo, está siendo manipulado por los directivos de la emisora con la finalidad de desacreditar el sistema de bienestar social. A medida que la conspiración avance y la retórica propagada a través de las ondas se vuelva más agresiva, los caminos de estos y otros personajes discurrirán en paralelo hasta confluir en un clímax trágico de fatales consecuencias.

A pesar de haber sido un filme incomprendido en su momento, con el paso de los años WUSA ha ido adquiriendo una cierta aura de título de culto por lo audaz de su temática. De hecho, la hipótesis de un complot de corte totalitario que se sirve de los medios de comunicación como herramienta para el control y la desinformación de la opinión pública prefigura el argumento de producciones posteriores como, por ejemplo, la portentosa Network (1976) de Sidney Lumet. Aun así, y pese a tratarse de una película valiente y socialmente comprometida, lo cierto es que adolece de un planteamiento confuso en el que nada termina de quedar del todo claro.



viernes, 22 de agosto de 2025

La leyenda del indomable (1967)




Título original: Cool Hand Luke
Director: Stuart Rosenberg
EE.UU., 1967, 127 minutos

La leyenda del indomable (1967)


El que pasa por ser uno de los dramas carcelarios por excelencia surgió del empeño de Jack Lemmon de llevar a la pantalla la novela autobiográfica de Donn Pearce. Aunque al actor no le quedó más remedio que conformarse con producir la adaptación cinematográfica, ante la evidencia de que Paul Newman era el candidato idóneo para meterse en la piel del indómito preso protagonista. En ese sentido, son muchos los momentos icónicos (la ingesta de cincuenta huevos; la emotiva balada con el banjo, sobre las literas, mientras afuera llueve) de una cinta que influiría notablemente en ulteriores muestras de dicho subgénero, hasta el extremo de que ya nada volvería a ser igual tras la soberbia interpretación de Newman.

Efectivamente, sin Cool Hand Luke (1967) no habrían existido ni Brubaker (1980), dirigida también por Stuart Rosenberg, ni tampoco Cadena perpetua (1994), lo que confirma el éxito de una fórmula cuya esencia oscila entre el drama y ligeros toques de comedia (por ejemplo la rubia explosiva que lava su coche ante la mirada atónita de los internos) dejando al descubierto, al mismo tiempo, un innegable trasfondo de crítica social.



Tal y como se desarrollan los hechos descritos, el sistema penitenciario que refleja la película arroja una imagen lamentable de lo que debiera ser un centro para la rehabilitación y posterior reinserción en la sociedad de los reclusos. Muy al contrario, los métodos infrahumanos utilizados por el alcaide (Strother Martin) y sus secuaces reducen a los internos prácticamente a la esclavitud, ya sea asfaltando carreteras o arrancando maleza en los arcenes.

Aun así, el espíritu de camaradería que se acaba fraguando entre los presidiarios demuestra confianza en la condición humana, capaz de sobreponerse a las adversidades e incluso, como en el caso de Luke, de rebelarse reiterada y obstinadamente contra los atropellos del poder. De hecho hay algo mesiánico en un personaje que se expone continuamente al martirio de los guardianes, encabezados por el inquietante "Hombre sin ojos" (Morgan Woodward), como si quisiera mostrarle al resto el camino de su redención. Según esta lectura, el paso por la "nevera" o los grilletes después de cada intento de fuga no serían más que actos de penitencia en la lucha por defender su dignidad.



sábado, 22 de marzo de 2025

Brubaker (1980)




Director: Stuart Rosenberg
EE.UU., 1980, 131 minutos

Brubaker (1980) de Stuart Rosenberg


Pese a lo temerario de la empresa, confundirse con el resto de reclusos es el método elegido por el protagonista de Brubaker (1980) para conocer a fondo la penitenciaría estatal de la que acaba de ser elegido alcaide. Todo un desafío tratándose de Wakefield, prisión de alto riesgo en cuyo interior se cometen verdaderas atrocidades debido al ambiente allí imperante de brutalidad, corrupción y abusos.

Buen ejemplo de lo anterior sería el simbolismo de la excavación de las tumbas clandestinas, imagen particularmente poderosa que representa la necesidad de exhumar los secretos y la injusticia del pasado para poder construir un futuro más justo. De igual modo, la arquitectura de la prisión se convierte en un personaje en sí misma, con sus pasillos oscuros y celdas hacinadas que representan el aislamiento y la deshumanización.

Morgan Freeman, en un breve papel de recluso loco


Por su parte, Robert Redford interpreta al alcaide Henry Brubaker con una mezcla de determinación y vulnerabilidad que transmite la lucha interna de un hombre enfrentado a un sistema construido sobre la base de una desigualdad endémica. Así pues, Brubaker no resulta tanto un héroe unidimensional, sino un individuo complejo que se ve obligado a tomar decisiones difíciles y a lidiar con las consecuencias de sus acciones.

A grandes rasgos, pudiera decirse que la puesta en escena de Stuart Rosenberg trasciende el género del drama carcelario para adentrarse en una reflexión sobre el poder de la resistencia individual frente a la opresión de las instituciones. En ese sentido, la película nos invita a cuestionar nuestras propias convicciones en materia de justicia y a considerar el precio de dicha integridad en un mundo esencialmente corrupto.