Título original: La passion de Jeanne d'Arc
Director: Carl Theodor Dreyer
Francia, 1928, 97 minutos
La pasión de Juana de Arco (1928) de Dreyer |
Juana está estupefacta, ya no comprende nada. Sus ojos interrogan con ansiedad a la gente que la rodea. En su cara se lee la incertidumbre más cruel. Ha llegado a un punto en el cual empieza a ceder a esta presión irresistible. Y cuando, en este preciso instante, el verdugo se alza ante sus ojos, se rinde. Lanza en torno suyo una mirada acorralada, luego se arrodilla lentamente y baja la cabeza.
Guion original del filme
Traducción de Ebbe Traberg
No podíamos acabar el año sin hacer referencia, por enésima vez, al maestro Dreyer en el quincuagésimo aniversario de su fallecimiento. Y lo hacemos con la que, en opinión de muchos, es una de las cimas del cine mudo y, por ende, del de todos los tiempos: La passion de Jeanne d'Arc, rodada en Francia, en 1928, a partir de las actas del proceso incoado contra la santa.
Ante todo, conviene señalar que es éste un filme de primerísimos planos, en el que la acción queda prácticamente reducida a la expresividad de unos rostros ajados que lo mismo denotan el sufrimiento de la inculpada (Maria Falconetti) que la acrimonia de los inquisidores. Lo cual contrasta vivamente con la puesta en escena de posteriores trabajos del director danés (como Ordet, por ejemplo), en los que la cámara evita, deliberadamente, captar en primer término a los personajes.
Sea como fuere, tanto la proximidad de la lente como la ausencia de maquillaje redundan en la belleza inigualable de unas imágenes que, todavía hoy, nos siguen cautivando por su raro ascetismo. Y es que, prescindiendo del artificio al uso, Dreyer logra filmar lo más preciado para un cineasta y para todo artista que se precie: la verdad. Un verismo que llegará a sus cotas más altas merced a las lágrimas y a la sangre de Juana, que brotan, en ambos casos, profusamente, y gracias también, por qué no decirlo, a las moscas que, en varias ocasiones, se cuelan en el plano.
"¿Cómo puedes seguir creyendo que Dios te haya enviado?" —le pregunta uno de los jueces a la muchacha—. Ella, sin apenas desfallecer, responde con el aplomo de quien se sabe superior: "¡Sus caminos no son los nuestros!" Por su tensión dramática, la escena recuerda a la de la reclusión de María Antonieta en la Conciergerie que Dreyer ya había filmado, años atrás, en uno de los episodios de Páginas del libro de Satán (1920). Dos ejemplos preclaros de cómo el fondo y la forma deben ir de la mano a la hora de hacer avanzar la trama y que el propio cineasta, en Algunos apuntes sobre el estilo cinematográfico, resumía con estas palabras: "En mi obra no he admitido ni una sola imagen únicamente en función de su belleza. Cualquier imagen, incluso la más hermosa, que no hace progresar la acción, perjudica a la película."