Director: José María Forqué
España, 1969, 94 minutos
Estudio amueblado 2.P. (1969) de Forqué |
Tal vez el único aliciente de una comedia como Estudio amueblado 2.P. (1969) consista en que permite hacerse una idea aproximada de las fantasías eróticas que encendían la libido de los hombres de frente estrecha durante el franquismo. La historia que narra es, más o menos, como sigue. Dos oficinistas de una entidad financiera deciden servirse de un ultramoderno cerebro electrónico, que les acaban de instalar en la sucursal, para que les programe sus escarceos amorosos. Así, guiados por las indicaciones de la infalible computadora, Miguel (Fernando Fernán-Gómez) y Ramón (José Luis López Vázquez) alquilan una buhardilla en un barrio discreto adonde irán llevando a las mujeres que, según el ordenador, presentan un perfil más propenso para dejarse seducir.
Ni que decir tiene que ambos elementos, solterones que ya pasan de los cuarenta, comparten el mismo carácter rijoso, propio de individuos reprimidos sexualmente. Ramón es el más echado para adelante y por eso se las da de entendido en la materia, mientras que el tímido y patoso Miguel siempre va un poco a remolque de su compañero. Aunque, a la hora de la verdad, poco importa la diferencia, ya que tanto el uno como el otro resultan igual de patéticos.
Buena parte de los exteriores se rodaron en Gerona |
Y, sin embargo, hay un momento en el que parece que la suerte les sonríe, recibiendo efusivas muestras de admiración por parte de sus compañeros de trabajo o, lo que es más sorprendente, convirtiéndose en objeto de deseo de las muchachas de la oficina. Ilusión que se desvanecerá bruscamente cuando los directivos, entre cuyas filas hay un par de eclesiásticos, tengan noticia de la existencia del picadero a consecuencia de un escándalo en el que se han visto involucradas dos supuestas francesas.
Al margen de lo obsoleto que haya podido quedar su contenido, lo cierto es que Estudio amueblado 2.P. responde al patrón de comedia subida de tono que, desde finales de los sesenta, anuncia una relajación de la censura en materia de moral. Se trata, por lo común, de guiones que explotan la morbosidad en torno a prácticas hasta entonces consideradas tabú (adulterio, prostitución, promiscuidad...), pero sobre las que, en lo sucesivo, se tolerará frivolizar un poco como signo de modernidad. Tal será el caso, por ejemplo, de El triangulito (1972), también de Forqué, en la que se plantea una insólita relación sentimental entre una mujer y dos hombres.