Director: Ignacio F. Iquino
España, 1950, 80 minutos
Brigada criminal (1950) de Iquino |
A Iquino se le puede perdonar casi todo: que la sombra de un micro se proyecta durante unos segundos sobre la frente de uno de los gánsters: no pasa nada; que unos transeúntes curiosos se paran a mirar el rodaje en el transcurso de una escena filmada en plena calle: no tiene importancia; que el objetivo de la cámara está rallado, cuando no sucio y lleno de polvo y pelos: ¡bah, bah, eso son remilgos en los que un auténtico cineasta no repara! Sobre todo si, a cambio, aporta soluciones creativas e innovadoras: prescindir de los decorados tradicionales y del plató para situar la acción en espacios reales (una serrería, una oficina bancaria, las calles de Madrid y Barcelona), continuos planos en contrapicado a lo Orson Welles... Incluso el patadón que Óscar (Alfonso Estela) le propina a un pobre gato que pasaba por allí. La banda sonora, en cambio, corrió a cargo del Maestro (sic) Augusto Algueró: grandilocuente nombre si se tiene en cuenta que el compositor apenas contaba 16 años en aquel entonces.
Brigada criminal supuso un intento de aclimatar a la realidad española el cine negro americano, quizá con ese toque cutre al que aludíamos al principio y que tan a menudo marcó buena parte de la filmografía del director catalán. Bueno, a ver: tampoco nos pasemos. Hemos comenzado diciendo que a Iquino se le perdona todo porque, a pesar de la escasez de medios propia del país y de la época, fue capaz de levantar un imperio y un sistema de producción que es lo más parecido a una industria cinematográfica que hayamos tenido por aquí. Así que poca broma al respecto.
El realizador en una imagen de los inicios de su carrera |
La trama, una historia concebida por José Santugini y posteriormente desarrollada por Juan Lladó y Manuel Bengoa, se basa en la típica relación paternofilial que se establece entre el poli veterano (un inspector un tanto cínico interpretado por el debutante, al menos en el cine, Manuel Gas) y el poli novato (José Suárez). A este último lo veremos recibir sus credenciales en la Academia de Policía al inicio del filme para, gradualmente, ir conquistando sobre el terreno los méritos que hagan de él un adalid en la lucha contra el crimen organizado. Así pues, Brigada criminal será a la vez la crónica de su bautismo de fuego y un panfleto propagandístico a mayor gloria de la Policía española, a la que se califica en los títulos de crédito iniciales como una de las mejores del mundo.
Es por ello que, debido al uso de las distintas voces en off que narran la relación de los hechos, la película acaba adquiriendo un cierto aire documental cercano al reportaje al que se suma el panegírico de los abnegados agentes, cuyas sufridas esposas apenas podrán disfrutar de su compañía al estar ellos en todo momento al pie del cañón... Curioso apunte, entre épico y cómico, con el que concluye el filme.
Manuel Gas (izquierda) y José Suárez en Brigada criminal |
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