Director: Paul Urkijo Alijo
España/Francia, 2022, 114 minutos
Irati (2022) de Paul Urkijo Alijo |
La acción de Irati (2022) transcurre en un mundo arcaico de lamias (genios femeninos de extraordinaria belleza, pese a sus pies de pato, que habitan en los ríos) y gigantes de fuerza descomunal surgidos del interior de la tierra. Poco importa, pues, que tanto el espacio (Pirineos Occidentales) como la época (siglo VIII de nuestra era) aparezcan debidamente indicados al inicio del relato, ya que, en realidad, la puesta en escena de Paul Urkijo (Vitoria, 1984) opta deliberadamente por mezclar lo histórico con lo legendario. Con todo lo que ello implica: un despliegue descomunal de efectos especiales que le valieron a la película el ser aclamada en el Festival de Sitges, donde obtuvo un par de galardones, así como cinco candidaturas en la última edición de los Premios Goya.
Pero la espectacularidad de las secuencias de acción, en pleno fragor de la batalla, no impide, sin embargo, ahondar en los entresijos de una mitología autóctona cuyo origen se remonta a estadios muy primitivos de la historia del País Vasco. En ese sentido, el guion del propio director, a partir de la novela gráfica El ciclo de Irati, de Jon Muñoz Otaegui y Juan Luis Landa, nos habla de antiguas divinidades (tal vez las mismas, como la diosa Mari, que inspiraron a los hombres de las cavernas) condenadas a desaparecer ante el avance imparable de las grandes religiones monoteístas. De hecho, la trama deja entrever un evidente contraste entre la dialéctica cristiana y el imaginario del pensamiento mítico.
También aparecen tangencialmente algunos elementos sarracenos, aliados con la madre del protagonista, dando a entender que la presencia musulmana en la Península no obedeció tanto a una invasión pura y dura, sino más bien a una compleja estrategia de intereses geopolíticos. Aunque ese no es más que un tema muy secundario en una cinta que pretende explorar la dimensión telúrica de las creencias que un día sostuvieron los primeros pobladores de los valles de Euskadi.
A nivel comercial no deja de ser un reto producir un largometraje de acción y fantasía histórica íntegramente rodado en euskera, pero el entusiasmo de sus promotores (entre ellos el chef Karlos Arguiñano a través de Bainet Zinema) ha hecho posible el milagro de recrear en imágenes cómo Eneko Ximenez, también conocido como Eneko Aritza o, en castellano, Íñigo Arista, considerado el primer rey de Pamplona, intentó evitar por todos los medios que las costumbres paganas de sus ancestros fuesen definitivamente arrinconadas bajo el peso de la cultura imperante.