Título original: Diplomatie
Director: Volker Schlöndorff
Francia/Alemania, 2014, 84 minutos
Diplomacia (2014) |
General von Choltitz: ¿Sabe lo que hacemos con los hombres como usted?
Raoul Nordling: ¿Darles una medalla?
General von Choltitz: [Esbozando una sonrisa cínica] Sí, de vez en cuando. [Serio otra vez] Póstumamente...
Lo dice Volker Schlöndorff en el making of: "La diplomacia fue muy utilizada hasta el siglo XIX. En el XX, en cambio, apenas se recurrió a ella en dos o tres ocasiones, porque la mayoría de conflictos se resolvieron mediante la violencia." Y así le fue al mundo...
Película cuya puesta en escena no puede negar sus orígenes teatrales (se trata de una adaptación de la pieza homónima de Cyril Gely), es Diplomacia un filme que por su formato nos hace pensar en el último Polanski, el de Un dios salvaje y La venus de las pieles: nacidos ambos cineastas en la década de los treinta, parece que se sienten cómodos en un tipo de producción más pequeña, más de regreso a las esencias de lo que es (o debería ser) el cine. Lo cual, si bien se mira, resulta lógico, pero no es nuevo en absoluto: nombres ilustres como Mankiewicz optaron por acabar su carrera de un modo similar, como lo prueba La huella (Sleuth, 1972), igualmente adaptación de una pieza teatral para dos actores.
Lo cierto es que ni André Dussollier ni tampoco Niels Arestrup tienen nada que envidiar a Michael Caine y Laurence Olivier: la pareja de actores franceses, como la de ingleses, es de las de raza, ideal para la ocasión. Dominan el oficio hasta tal punto que llegan a meterse en la piel del personaje como si nada. Arestrup se transforma en el general nazi que recibe la orden de dinamitar París en la madrugada del 24 al 25 de agosto de 1944. Dussollier encarna al cónsul sueco encargado de persuadirlo para que desobedezca a sus superiores. El reto parece misión imposible, pero...
Desde el punto de vista retórico, Diplomacia es un tratado de cómo llegar a convencer a alguien, el peor de los enemigos imaginable, mediante argumentos que incitan a pensar en la posteridad, en los propios hijos de von Choltitz, incluso en el arte. Teniendo presente, además, que se trata del mismo militar que previamente ya había destruido Rotterdam y Sebastopol. Nordling se revela, por tanto, como un as de la dialéctica, por lo que no es de extrañar que el personaje posea un cierto hálito de misterio. Ya en su extraña aparición en escena, tras un breve cese del fluido eléctrico, queda claro que estamos ante un ente ligeramente fantasmagórico, capaz de entrar y salir del búnker del gobernador de París a través de pasadizos secretos, maestro en sutiles añagazas y en una socarronería perspicaz que hará perder la paciencia a su oponente en más de una ocasión hasta llevárselo a su terreno.
En fin muchachos, se acaba el año y esta noche, como en la de la película, las habilidades diplomáticas pueden ser enormemente útiles a la hora de lidiar con suegras, cuñados y demás especies endémicas de las cenas de Nochevieja. Ánimo y al toro: siempre nos quedará París, por gentileza de Dietrich von Choltitz y, sobre todo, gracias a la pericia de Raoul Nordling. Feliz entrada de año, no os atragantéis con las uvas y hasta la próxima.
Volker Schlöndorff en el rodaje de Diplomacia |