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miércoles, 25 de junio de 2025

28 años después (2025)




Título original: 28 Years Later
Director: Danny Boyle
Reino Unido/EE.UU./Canadá, 2025, 115 minutos

28 años después (2025) de Danny Boyle


Tercera entrega de una saga que ha terminado adquiriendo tics que rozan lo paródico. Porque si la fundacional 28 días después (2002) tenía su encanto y 28 semanas después (2007), dirigida por el canario Juan Carlos Fresnadillo, por cierto, ahondaba en el mismo enfoque distópico, 28 Years Later (2025), de nuevo con Danny Boyle al frente del proyecto, ha sido rodada con un iPhone 15, lo cual ya indica la deriva mainstream de un producto menos autoral y tal vez más comercial.

Visualmente, la cinta que nos ocupa denota la influencia de títulos a priori tan dispares y alejados de éste como En busca del fuego (1981), en lo que se refiere a la apariencia de los infectados, que se parecen a los cavernícolas del filme de Jean-Jacques Annaud, e incluso Apocalypse Now (1979), habida cuenta de que Ralph Fiennes aparece caracterizado con un look que pudiera recordar remotamente al de Marlon Brando haciendo de coronel Kurtz en el clásico de Coppola. En ese aspecto, también la destreza de los protagonistas con el arco y las flechas remite a la puntería de Robin Hood, por ejemplo en la versión protagonizada por Jamie Foxx en 2018.



Con guion de Alex Garland, las altas dosis de violencia gore contribuyen a mantener la tensión constante, ofreciendo un drama post-apocalíptico brutal y conmovedor en el que destaca la profundidad emocional, así como la exploración de la moralidad y la supervivencia en un mundo devastado. Y aunque el final queda abierto (algo hasta cierto punto lógico, tratándose de una franquicia), la película logra expandir el universo de la saga de forma coherente y con entidad propia, explorando la convivencia de los supervivientes con el miedo décadas después del colapso, lo cual explica el desconocimiento de los más jóvenes respecto a tantísimas cosas anteriores a la expansión del virus.

Por lo demás estamos ante una propuesta impactante, ambientada en Escocia, en la que los interminables cúmulos de calaveras o la imponente presencia de los machos alfa, arrancando de cuajo las cabezas de sus víctimas (con espinazo incluido), quedarán probablemente grabadas durante bastante tiempo en la retina de los espectadores más aprensivos.



lunes, 28 de octubre de 2024

T2: Trainspotting (2017)




Director: Danny Boyle
Reino Unido/EE.UU., 2017, 117 minutos

T2: Trainspotting (2017) de Danny Boyle


Es la última sección mierdera del Soho; estrecha y sórdida, apesta a perfume barato y a fritos, a alcohol y a la basura vertida desde las bolsas de plástico negras reventadas sobre los bordillos. Ásperas riberas de neón incorporándose entre chisporroteos a una vida apática a través de un crepúsculo de débil llovizna, profiriendo ancestrales y yermas promesas.

Irvine Welsh
Porno
Traducción de Federico Corriente

Algunos se seguirán preguntando todavía si era realmente necesario rodar una segunda parte de Trainspotting (1996), máxime tratándose de un título tan ligado a una época y a unos personajes irrepetibles. Pero la industria, cuyo único afán consiste en reeditar el éxito de fórmulas que ya hayan funcionado previamente, no entiende de este tipo de cosas, sino que, por el contrario, se empeña en apostar sobre seguro. Sea como fuere, el caso es que, pese a no estar a la altura de su predecesora, T2: Trainspotting (2017) contiene, sin embargo, elementos que merece la pena destacar.

Hay, por ejemplo, detalles que acentúan el carácter poético de una película a priori hiperrealista. Tal sería el caso de la escena en la que Renton regresa, después de muchos años de ausencia, al redil familiar, cuando, mientras su padre y él se hallan sentados a la mesa, sobre la pared se ve reflejada la sombra de la difunta madre, que falleció en paz, sí, aunque con la vana esperanza de que el hijo pródigo volviese a casa algún día. Tono nostálgico, por tanto, como se deduce del hecho de que el siempre camorrista Franco (Robert Carlyle), recién escapado de la cárcel, se sienta con ganas de volver a la carga.



Por lo demás, se trata de una secuela autorreferencial en exceso y desprovista por completo de credibilidad, carne de Razzie a todas luces, si bien la cinta, por sorprendente que parezca, no optó a ninguna categoría, ni siquiera a Peor Película, en la edición de los premios Golden Raspberry (nombre oficial de los anti Óscar) de aquel año. Buena prueba de esa falta de verosimilitud sería el propio protagonista, un Ewan McGregor ahora convertido en rutilante estrella de Hollywood y muy lejos de aquel chaval con pinta de macarrilla que dos décadas antes sucumbía a los efectos de la heroína.

A este respecto, puede afirmarse sin rodeos que Danny Boyle, afamado director tras el éxito internacional de cintas como la multipremiada Slumdog Millionaire (2008), traiciona el espíritu de la primera entrega al hacer de Mark Renton (Ewan McGregor) un individuo respetable, al menos en apariencia, supuestamente casado con una holandesa y padre de dos criaturas, que vuelve a Escocia con la intención de enmendar a sus viejos colegas Spud (Ewen Bremner) y Sick Boy (Jonny Lee Miller), llevándoselos a hacer footing si hiciese falta.



domingo, 27 de octubre de 2024

Trainspotting (1996)




Director: Danny Boyle
Reino Unido/EE.UU., 1996, 94 minutos

Trainspotting (1996) de Danny Boyle


Título icónico de los noventa, la audacia visual de Trainspotting (1996) reside en un tratamiento de la imagen que dejaría para la posteridad no pocos momentos estelares, desde la efigie de un espigado Ewan McGregor huyendo precipitadamente por las calles de Edimburgo hasta la jarra de cerveza que Robert Carlyle tira despreocupadamente hacia atrás, pasando por la sordidez del "lavabo más sucio de Escocia". Todos ellos grabados, huelga decirlo, en la memoria cinéfila de legiones de espectadores que han hecho del segundo largometraje del británico Danny Boyle su particular película de culto.

Sin embargo, y por más crudo que resulte el trasfondo social de sexo, drogas y alcohol en el que se mueven los personajes de una generación perdida, no puede negarse que el conjunto desprende, al mismo tiempo, un cierto toque poético cuando vemos hundirse literalmente bajo el suelo al protagonista, tras recaer por enésima vez en la heroína, o cuando su habitación, tal vez bajo el influjo de algún delirium tremens, parece que se prolonga hasta el infinito.



Por otra parte, la versión original del filme permite gozar de la riqueza lingüística de unos diálogos en los que, más allá de las particularidades propias del habla local, es el idiolecto de cada individuo lo que los hace genuinamente irrepetibles. Buena prueba de ello (y del mérito actoral de un reparto que preparó a conciencia sus respectivos papeles empapándose en los pubs de los giros típicos del lugar) serían el ya célebre monólogo de apertura ("Choose Life. Choose a job. Choose a career. Choose a family. Choose a fucking big television…") o la peculiar entrevista de trabajo en la que Spud (Ewen Bremner) va colocado hasta las cejas.

Finalmente, una heterogénea combinación de temas clásicos y modernos, entre los que destacan "Lust for Life" de Iggy Pop y la más discotequera "Born Slippy" de Underworld, conforman el eje principal de la banda sonora. Destellos postpunk incrustados en una estética deudora del lenguaje fílmico establecido por los videoclips y de la cual beberían posteriormente cineastas como Darren Aronofsky en Réquiem por un sueño (2000) o, incluso, el franco-argentino Gaspar Noé, cuyas aclamadas Climax (2018) o Enter the Void (2009) participan de referentes remotamente similares.