Título original: Bitter Moon
Director: Roman Polanski
Francia/Reino Unido, 1992, 139 minutos
Lunas de hiel (1992) de Roman Polanski |
Sería muy fácil cargarse de un plumazo una película como Bitter Moon (1992) alegando que se trata de un bodrio, una sarta de situaciones disparatadas unidas por el nexo común de un erotismo tan vulgar como rancio. Sin embargo, cabría también la posibilidad de hacer un esfuerzo para ponerse en la piel de Polanski e intentar comprender qué debió de pasar por su cabeza cuando, a principios de los noventa, decidió embarcarse en semejante proyecto.
Tal vez pudiera aducirse en su descargo que la inmensa mayoría de directores sufren algún que otro traspiés a lo largo de sus respectivas carreras. O que el cine que se llevaba por aquel entonces, infectado de una cierta morbosidad no exenta de atractivo para el público menos exigente, tampoco distaba gran cosa de cintas como ésta. ¿O acaso Instinto básico (Basic Instinct, 1992) no se había estrenado apenas unos meses antes precedida de la habitual controversia que suele rodear a este tipo de producciones?
Sea como fuere, lo cierto es que la historia de estos dos matrimonios que coinciden en el mismo barco durante un crucero en alta mar carece por completo de credibilidad. En ese aspecto, ni la turbulenta relación entre Oscar (Peter Coyote) y Mimi (Emmanuelle Seigner) ni la sobriedad británica de Fiona (Kristin Scott Thomas) y Nigel (Hugh Grant) responden a un patrón mínimamente verosímil. Así pues, en el primer caso asistimos a la típica escalada de experiencias truculentas de un amour fou, donde ella y él interpretarán, sucesivamente, el rol de dominante y dominado. En cambio, sus compañeros de viaje van a ver alterada la teórica paz conyugal de la que gozaban hasta la fecha a medida que Nigel se deje seducir por los relatos del escritor inválido y la voluptuosidad que desprende su bella esposa.
En definitiva, y ahora que se cumplen treinta años exactos del estreno del filme, adaptación de la novela homónima de Pascal Bruckner, quizá resulte más sencillo valorar en su justa medida los excesos de una trama tirando a folletinesca a la que el paso del tiempo no le ha sentado especialmente bien. De hecho, vista hoy en día se asemeja más a una comedia bufa o incluso a una parodia en clave parisina de determinados clichés en torno a la pasión amorosa.