domingo, 6 de abril de 2025

Rostros (1968)




Título original: Faces
Director: John Cassavetes
EE.UU., 1968, 130 minutos

Rostros (1968) de John Cassavetes


Una película de gente que habla y ríe a carcajadas. Hasta límites inusualmente hilarantes. Faces (1968) representa la esencia del cine de Cassavetes, concebido al margen de la industria y, por ello mismo, tan distinto a los códigos habituales en las producciones auspiciadas por la factoría hollywoodense. No obstante, la propia Academia recompensaría con tres nominaciones una propuesta cuya frescura reside, incluso hoy en día, en escenas larguísimas que, pese a estar escritas en un guion, dependen, en buena medida, de la espontaneidad de unos intérpretes en estado de gracia y entregados por completo al proyecto. 

En ese sentido, el grupo de actores y actrices con los que solía trabajar el director, todos ellos amigos más que profesionales a sueldo, formaban una especie de cooperativa o núcleo duro de confianza presente en la mayor parte de su filmografía. Aparte de la habitual Gena Rowlands, esposa del susodicho (y embarazada de pocos meses, por cierto, durante el rodaje), el protagonismo recayó esta vez sobre otros incondicionales del clan, como por ejemplo Seymour Cassel, quien interpreta al jovial y algo díscolo Chet. Completaban el reparto John Marley, en el papel del maduro Richard Forst, y la debutante Lynn Carlin. Ambos encarnan a un matrimonio de esos que se tiran los trastos a la cabeza hasta quedar exhaustos.



Por otra parte, algunos críticos (es el caso de los franceses Gavron y Lenoir) han señalado el carácter estático del tiempo en el filme que nos ocupa, hasta desembocar en la práctica ausencia de acción, lo cual constituye, tal vez, uno de los rasgos más definitorios de su puesta en escena. Y lo mismo podría decirse del hecho de que casi todo transcurre en interiores, generalmente "reales", ya sea el apartamento que John y Gena tenían en Los Ángeles o algún local de moda como el célebre Whisky a Go Go.

Y así, durante más de dos horas, la cámara de 16 mm se recrea filmando en primerísimo plano, una y otra vez, esos mismos rostros a los que alude el título original en inglés. La fotografía en blanco y negro de Al Ruban también hace mucho a la hora de conseguir una determinada atmósfera de verismo. Hasta un joven Spielberg, según dicen, pasó por allí en calidad de ayudante (sin acreditar), aumentando con ello el hálito de leyenda en torno a uno de los títulos clave del cine independiente americano.



sábado, 5 de abril de 2025

Ángeles sin paraíso (1963)




Título original: A Child Is Waiting
Director: John Cassavetes
EE.UU., 1963, 105 minutos

Ángeles sin paraíso (1963) de John Cassavetes


Más que una película de Cassavetes, A Child is Waiting (1963) responde plenamente al estilo que su productor, Stanley Kramer, solía imprimir a cuantos guiones caían en sus manos. A este respecto, la naturaleza reivindicativa de un filme ambientado en un centro escolar para niños con necesidades educativas especiales queda de sobras patente desde la primera secuencia, en la que, como el propio título indica, un nuevo alumno aguarda, desde el interior de un coche, a que alguien se haga cargo de él. La imagen, suficientemente explícita, volverá a repetirse al final de la cinta, aunque con otro chaval, dando a entender que siempre habrá quien necesite de nuestra ayuda y comprensión para salir adelante.

Sin embargo, todo parece indicar que la sociedad estadounidense de aquel entonces aún no estaba preparada para afrontar una realidad tan sumamente incómoda. O eso al menos es lo que se desprende del estrepitoso fracaso de taquilla sufrido por una producción que había costado dos millones de dólares de la época y que, pese a estar protagonizada por una pareja de estrellas de la talla de Burt Lancaster y Judy Garland, pasó sin pena ni gloria por las salas comerciales de un país que acogió el estreno con absoluta frialdad.



Por si todo ello no fuese poco, las diferencias de criterio artístico entre Cassavetes y Kramer dieron como resultado que el primero, más innovador en su visión de la puesta en escena, acabase siendo despedido cuando la película se hallaba ya en fase de posproducción. Lo cual se traduciría en una lectura tirando a conformista de la versión final, ya que en el montaje de Kramer se da a entender que los niños con dificultades derivadas de un retraso madurativo deben permanecer ingresados en instituciones como la que dirige el doctor Matthew Clark (Lancaster).

En todo caso, se sigue notando la impronta de Cassavetes en un cierto toque documental, así como en la forma en que la cámara se aproxima a los personajes, con profusión de primeros planos, si bien cuando se trata del rostro de Judy Garland, un filtro difumina los estragos del tiempo y las adicciones... Particularidades de un filme cuyo destino fue quedar en un relativo e inmerecido olvido, pero que vale la pena rescatar, aunque sus títulos de crédito iniciales no sean más que una burda copia de los de Matar a un ruiseñor (1962).



viernes, 4 de abril de 2025

Too Late Blues (1961)




Título en español: El blues tardío
Director: John Cassavetes
EE.UU., 1961, 103 minutos

Too Late Blues (1961) de John Cassavetes


Cassavetes habría querido que la pareja protagonista de su segunda película como director hubiese estado formada por Gena Rowlands y Monty Clift. Sin embargo, tuvo que conformarse con los menos glamurosos Stella Stevens y Bobby Darin. Comenzaba así a comprobar personalmente hasta qué punto las imposiciones de la industria podían condicionar el trabajo de un cineasta que en su debut direccional, la extraordinaria Shadows (1958), había dado muestras de un indiscutible talento.

En cambio, y pese al interés de algunos personajes y situaciones, Too Late Blues (1961) está lejos de ser una gran película. Quizá porque le falta credibilidad a la historia de un conjunto de músicos de jazz blancos en busca de la fama o tal vez porque adolece, en líneas generales, de una serie de limitaciones técnicas e interpretativas que la convierten en un producto convencional.



Sea como fuere, merece la pena destacar los títulos de crédito iniciales, con esos niños negros que chasquean alegremente sus dedos al ritmo de la música de David Raksin. O la memorable actuación del secundario Nick Dennis en el papel de Bubalinos, un griego histriónico y bonachón en cuya taberna se dan cita los integrantes de la banda de John 'Ghost' Wakefield (Darin).

Por lo demás, la chica que canta sin cantar, apenas tarareando la melodía, el compositor que prefiere tocar en el parque, para los árboles, antes que rendirse a la servidumbre del éxito comercial, la relación sentimental entre dos almas solitarias, quién sabe si dos perdedores... dan pie a un drama de tono melancólico en el que la fotografía en blanco y negro de Lionel Lindon contribuye a la atmósfera noir y a la sensación de autenticidad de los ambientes jazzísticos de la época.



miércoles, 2 de abril de 2025

Aún estoy aquí (2024)




Título original: Ainda estou aqui
Director: Walter Salles
Brasil/Francia, 2024, 137 minutos

Aún estoy aquí (2024) de Walter Salles


Un caso real, de entre las muchas desapariciones que por desgracia provocó la dictadura militar brasileña (1964-1985), inspira la última película de Walter Salles. A este respecto, Ainda estou aqui (2024) arranca con una primera media hora en la que se presenta a la familia protagonista y cuyo tono recuerda, en líneas generales, a lo que Fernando Trueba planteaba hace apenas unos años en su producción colombiana El olvido que seremos (2020).

Hasta que unos supuestos agentes de la autoridad irrumpen armados en lo que hasta ese momento era un hogar feliz para llevarse al padre a comisaría y hacerle unas cuantas preguntas: "pura formalidad o trámite", como suele decirse en estos casos. Sólo que el ex congresista Rubens (Selton Mello) no regresará jamás a su casa...



Se ralentiza a partir de entonces la acción, dando paso a un minucioso estudio del proceso al que se ven sometidos los familiares del ausente. Una tortura perpetua, difícil de asumir ante la incertidumbre del paradero del padre y esposo o de si éste sigue aún con vida. Ni que decir tiene que el peso de los acontecimientos recae principalmente sobre la madre, Eunice Paiva, interpretada en la ficción por Fernanda Torres. Su personaje, ejemplo de entereza, mantendrá el tipo ante toda clase de adversidades con tal de sacar a sus hijos adelante.

Basada en la autobiografía homónima de Marcelo Rubens Paiva, hijo del parlamentario desaparecido, la flamante ganadora del Óscar al Mejor Filme Internacional ofrece una perspectiva íntima y poderosa sobre las consecuencias de la represión política en un país en el que, durante más de dos décadas, se practicó con total impunidad el terrorismo de Estado.



martes, 1 de abril de 2025

Recuerdos (1980)




Título original: Stardust Memories
Director: Woody Allen
EE.UU., 1980, 89 minutos

Recuerdos (1980) de Woody Allen


Por más que Woody Allen haya asegurado, por activa y por pasiva, que Stardust Memories (1980) no es un filme autobiográfico, se hace difícil no reconocer en su protagonista a un alter ego del cineasta neoyorquino. Entre otras cosas porque, como él, Sandy Bates manifiesta las mismas filias y fobias. Como dato curioso, llama poderosamente la atención que la partenaire femenina no fuese esta vez Diane Keaton o Mia Farrow, sino una estupenda Charlotte Rampling que se mete en la piel del gran amor/obsesión de un hombre que, pese al éxito y reconocimiento profesional de los que goza, pese a la atracción que siente hacia otras mujeres (Jessica Harper, Marie-Christine Barrault), no ha logrado superar aún la ruptura sentimental con la que fuese su musa.

Aunque, a decir verdad, si por algo destaca esta excelente comedia en blanco y negro es por el homenaje, rozando la parodia, que rinde al Fellini de (1963). Y es que la crisis creativa en la que se halla inmerso el susodicho Bates, a vueltas con los inconvenientes que comporta la fama, entronca de pleno con la que vivía en aquella película el personaje interpretado por Marcello Mastroianni. Asimismo, el primer cuarto de hora, sin diálogos (la supuesta obra maestra de un genio incomprendido), remite también al cine de Bergman o Antonioni, con esos viajeros encerrados en vagones de tren que conducen a un vertedero.



Relato de un director un tanto neurótico al que los fans acosan allá adonde va y cuya presencia en festivales levanta verdadera expectación, el origen de semejante planteamiento cabe buscarlo en la recepción que habían obtenido títulos anteriores de Allen cuando éste, a finales de la década de los setenta, había decidido ponerse "serio" con obras de la altura de Annie Hall (1977) o Interiores (1978). Lo cual convertía a la cinta que nos ocupa en una suerte de réplica cínica contra la industria y la crítica que siempre esperan del cineasta que los deleite con los mismos chistes.

Y, sin embargo, toda la carga existencial que se intuye en el trasfondo, todas las secuencias oníricas de inspiración surrealista, repletas de saltos temporales en el marco de la difusa línea entre realidad y fantasía que ello comporta, no impiden que los diálogos contengan réplicas divertidísimas mediante las que Woody Allen satiriza la obsesión del público por las celebridades, así como la constante invasión de su privacidad por parte de esos mismos cinéfilos ávidos de autógrafos. Definitivamente, una de las producciones más inspiradas del siempre genial Allan Stewart Konigsberg.