jueves, 30 de abril de 2015

Brasserie Romantic (2012)




Título original: Brasserie Romantiek
Director: Joël Vanhoebrouck
Bélgica, 2012, 102 minutos

Brasserie Romantic (2012) de Joël Vanhoebrouck


Comedia coral belga rodada en lengua flamenca que versa sobre Pascaline (Sara de Roo), una mujer que ya supera la cuarentena y que regenta junto a su hermano, el cocinero Angelo (Axel Daeseleire), un restaurante cuyo distinguido comedor es preparado cuidadosamente para festejar el Día de San Valentín. Pero ¿cómo podía imaginar Pascaline que Frank (Koen De Bouw), su amante de hace veinte años, iba a reaparecer de improviso en su vida justamente en semejante fecha y pidiéndole, además, que se vaya a vivir con él a Buenos Aires?

De forma paralela, sus comensales nocturnos también deberán hacer frente a lo inesperado. Como Roos (Barbara Sarafian), la típica ama de casa aburrida que informa a su marido Paul (Filip Peeters) de que tiene un amante. Mia (Ruth Becquart), por contra, parece albergar la intención de suicidarse debido a una reciente ruptura sentimental comiéndose unos bombones de dudoso contenido, mientras, al mismo tiempo, es cortejada por el camarero Lesley (Wouter Hendrickx). Y a Walter (Mathijs Scheepers), el enfermizamente apocado funcionario/geólogo, lo devora la desmesurada inseguridad que le provoca el estar sentado frente a Sylvia (Tine Embrechts), la mujer de sus sueños. Por cierto que Walter posee la extraña habilidad de proyectar a su otro yo (mucho más desinhibido) en el espejo del lavabo para que pueda aconsejarle cómo ser "un verdadero tigre".

Por diversos motivos, Brasserie Romantic es un filme que bien podría enmarcarse en la senda de títulos como Tímidos anónimos (Jean-Pierre Améris, 2010). Ambas tienen en común la inocencia candorosa que transmiten sus personajes; el sibaritismo que destilan las imágenes a la hora de mostrar la comida (ya sea chocolate, en la segunda, o los suculentos platos que, por orden riguroso del menú, se nos van presentando a modo de estructura en Brasserie Romantic... En fin: que una y otra son, por decirlo en dos palabras, deliciosamente intrascendentes.



miércoles, 29 de abril de 2015

Tercera i darrera sessió de cinefòrum d'enguany



Amb la projecció avui de Ciudadano Kane (1941) hem completat la tercera i darrera sessió del cinefòrum Sant Miquel d'aquest curs 2014-2015. Aquest acte ens ha servit també per a sumar-nos a la commemoració del centenari del naixement del seu director i protagonista: Orson Welles. Moltes gràcies a tots els assistents i fins la propera!!



Ciudadano Kane (1941)




Título original: Citizen Kane
Director: Orson Welles
EE.UU., 1941, 114 minutos

"Non qui parum habet sed qui plus cupit pauper est..."

Ciudadano Kane (1941) de Orson Welles


El mundo (el cinematográfico, al menos) no volvió a ser el mismo tras el estreno en 1941 de Ciudadano Kane. Orson Welles apenas tenía 25 años. Nadie lo diría teniendo en cuenta su pericia en la dirección y viéndolo envejecer en la pantalla al darle vida a Charles Foster Kane. Palabras ya míticas como Rosebud o Xanadú, por otra parte, han sobrepasado ampliamente el celuloide para incorporarse a nuestro acervo cultural colectivo. Pero, ¿qué tiene de especial esta película que, con el permiso de Casablanca o Vértigo, ha sido considerada una y otra vez por la Crítica la mejor de todos los tiempos? De entrada, que contó en su equipo de rodaje con los especialistas más notables del momento: Gregg Toland en la fotografía, Bernard Herrmann en la banda sonora, Robert Wise en el montaje, Herman J. Mankiewicz en el guion… Otros se convertirían en estrellas por haber intervenido en la misma, como Joseph Cotten y el resto de actores del Mercury Theather, la compañía teatral de Welles: Agnes Moorehead, Everett Sloane, Ray Collins, George Coulouris, Erskine Sanford… A los que habría que añadir, a nivel anecdótico, al mallorquín Fortunio Bonanova (de verdadero nombre Josep Lluís Moll, 1895-1969) quien interpreta al histriónico Matiste, el profesor de música que se las ve y se las desea para enseñar a cantar a Susan Kane.

Pese a todo, la intención inicial de Orson Welles era debutar en el largometraje con una adaptación de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, cosa que no convenció a los directivos de la RKO. Así que, tras seis versiones, el guion que en un principio debía titularse simplemente American acabó siendo la película que hoy conocemos como Citizen Kane. Aunque Welles, que venía precedido de la fama adquirida en el mundo del teatro y de la radio, ya había rodado previamente tres cortometrajes de corte experimental, por lo que no se puede decir que fuera exactamente un debutante.

El rodaje de Ciudadano Kane se prolongó entre el 30 de julio y el 23 de octubre de 1940, contando con un presupuesto de casi 700.000 dólares, y el resultado final supuso una verdadera revolución. Los objetivos Cooke de corta distancia focal (24 milímetros) elegidos por Gregg Toland, así como la película Eastman Kodak super XX (cuatro veces más sensible a la luz que las entonces habituales) contribuyeron a conseguir, junto al empleo de lámparas en arco, una profundidad de campo hasta aquel momento poco usual. Otro tanto sucede con el montaje: en el inicio, por ejemplo, se presentan los alrededores de Xanadú y la habitación del moribundo Kane mediante un plano en el que conviven elementos fijos y otros que se van encadenando mediante fundidos. Semejante collage visual ya había sido explotado por el cine mudo, pero Welles sabe recuperarlo otorgándole una nueva dimensión. Por último, los encuadres plagados de ángulos picados y contrapicados van a ser otra de las novedades más llamativas de la personal forma de narrar que acabará por imponerse a partir de Ciudadano Kane.

Y ¿qué decir del ritmo trepidante copiado de los noticiarios con el que se cuenta la historia? ¿O de los continuos saltos temporales? Tiene gracia ver, por ejemplo, cómo en sucesivas tomas del matrimonio Kane durante el desayuno ella se va desilusionando al comprobar que su marido le dedica más tiempo al Inquirer. -“¡Preferiría una rival de carne y hueso!”-llegará a decir. Han pasado varios años, pero nosotros hemos asistido a ese proceso en apenas unos segundos. O cuando Susan (Dorothy Comingore), su amante y más tarde segunda esposa, comienza cantando al piano una canción, bajo la atenta mirada de Kane, en una habitación destartalada que progresivamente se irá transformando en una lujosa suite. No hacen falta mayores explicaciones para entender que su relación se ha consolidado.

Como tampoco es necesario aclarar en el célebre plano final qué puede tener de especial un viejo trineo que no tengan todas las riquezas de la tierra… Magistral. Sin duda, el nacimiento del cine moderno tal y como lo entendemos desde entonces. Ya lo dijo Séneca: “No es más pobre quien menos tiene sino quien más se deja arrastrar por la codicia”.


La película, como la vida de Kane, tiene estructura de puzle
¿Quién fue realmente Charles Foster Kane?
Ejemplo del uso de la profundidad de campo
El legado de Kane...

lunes, 27 de abril de 2015

Girlhood (2014)




Título original: Bande de filles
Directora: Céline Sciamma
Francia, 2014, 112 minutos

Girlhood (2014)


Quizá a imitación de Boyhood (Richard Linklater, 2014), el filme francés Bande de filles se ha titulado, a nivel internacional, Girlhood. Tercer largometraje de la joven realizadora Céline Sciamma (Pontoise, Val-d'Oise, 1978) tras Naissance des pieuvres (2007) y Tomboy (2011). Si en esta última nos explicaba la historia de una chica que se hacía pasar por un chico, ahora se centra en el caso de Marieme, la adolescente del extrarradio parisino que, harta de sufrir los maltratos de su hermano mayor, acaba por unirse a otras tres jóvenes rebeldes de raza negra para formar parte de su banda. Es, por tanto, una historia de iniciación en la que la protagonista no solo cambiará de nombre y aspecto sino, sobre todo, de valores. En palabras de la propia directora, recogidas en el libro de prensa: "Marieme pasa por varios cambios, múltiples etapas y debe mostrar muchas caras. Empieza como una niña y, a medida que avanza la historia, se reafirma como una mujer joven y fuerte".

Su metamorfosis es doble: primero se hiperfeminiza al ser aceptada como miembro del grupo de chicas; más adelante, en cambio, adoptará un rol masculinizante al entrar en la órbita del matón de barrio Abou (Djibril Gueye). Lo realmente triste es que en ese proceso acabará siendo ella quien se degrade al humillar a otros más débiles. Así, la veremos extorsionar a una adolescente en la entrada del instituto y después hacerse cómplice con sus risas de los golfos que intimidan con amenazas a una joven en plena calle. Por contra, el dato positivo, y esperanzador, es que cuando Marieme vea que su hermana pequeña está siguiendo sus pasos al incurrir en el mismo tipo de conducta, saldrá disparada como una flecha para recriminárselo...

Con el objetivo de seleccionar a las cuatro actrices principales se llevó a cabo un riguroso proceso de casting que se prolongó durante varios meses en las calles y suburbios de la capital francesa. Karidja Touré fue finalmente la elegida para encarnar a Marieme, junto a Assa Sylla (Lady), Lindsay Karamoh (Adiatou) y Mariétou Touré (Fily). Todas ellas han pasado, en poco tiempo, del más puro anonimato a las portadas de las revistas e incluso, en el caso de Karidja, a las candidaturas de los premios César como mejor intérprete promesa.


domingo, 26 de abril de 2015

Muriel (1963)













Título original: Muriel ou Le temps d'un retour
Director: Alain Resnais
Francia, 1963, 117 minutos

Cartel promocional de Muriel (1963)

Durante mucho tiempo la guerra de Argelia fue un tema considerado tabú en la sociedad francesa. Apenas un año tras la independencia del país africano, Alain Resnais se atrevía a tratar el asunto en una película que muy oportunamente llevaba como subtítulo El tiempo de un retorno, toda vez que su protagonista masculino (el atormentado Bernard, al que da vida Jean-Baptiste Thierrée) era un antiguo combatiente a todas horas martirizado por el recuerdo de las atrocidades que le tocó vivir en el frente: de hecho, la Muriel del título no es más que el nombre de una muchacha a la que hubo de torturar allí.

Tampoco Alphonse (Jean-Pierre Kérien) y Hélène (Delphine Seyrig) lo han tenido fácil: se conocieron en el París desolado tras la liberación y ahora que se reencuentran tantos años después en el inhóspito norte de Francia apenas queda nada del amor que una vez los unió. El triángulo lo completa la bella Françoise, una joven actriz que el maduro Alphonse presenta como su sobrina y que en seguida se sentirá atraída por el desquiciado Bernard.

Nita Klein (Françoise) y Jean-Baptiste Thierrée (Bernard)

Mediante los fogonazos que, a modo de puzle, se van sucediendo ante nuestros ojos en forma de escenas, tenemos ocasión de comprobar hasta qué punto el conflicto condicionó y aun destrozó la vida de unos personajes que luchan en vano por retomar con normalidad su lugar en el mundo.

Delphine Seyrig en el papel de Hélène Aughain

Deseos humanos (1954)




Título original: Human Desire
Director: Fritz Lang
EE.UU., 1954, 91 minutos

Deseos humanos (1954) de Fritz Lang


Basándose en La bête humaine de Émile Zola, Deseos humanos narra cómo el veterano de la guerra de Corea Jeff Warren (Glenn Ford) acaba de reincorporarse a su trabajo de conductor de locomotoras en los ferrocarriles. De momento, se alojará en casa de su compañero de trabajo Alec Simmons (Edgar Buchanan), donde Ellen, la hermosa hija de Alec interpretada por la actriz Kathleen Case, quedará prendada del huésped. Pero Warren se siente de inmediato atraído por Vicki Buckley (Gloria Grahame), la sensual esposa del brutal supervisor de ferrocarril Carl Buckley (Broderick Crawford), un maltratador alcohólico de hosco temperamento que se caracteriza por su violencia explosiva.

A regañadientes, Jeff se verá implicado a partir de ese momento en un sórdido asunto por la compulsivamente seductora Vicki. Después de que Buckley sea despedido por insubordinación, este le pide a su mujer que interceda en su favor ante John Owens, un rico y poderoso hombre de negocios cuya influencia puede conseguir que lo reintegren en su puesto. Pero cuando Buckley sospecha que Vicki ha tal vez usado sus favores sexuales para persuadir a Owens, lo apuñala hasta la muerte en un ataque de celos en un compartimento del tren. Jeff, testigo potencial del homicidio, se convertirá sin querer en encubridor...

Con la habitual violencia soterrada latente en sus películas, Fritz Lang se adentra en los entresijos de las pasiones arrebatadas de unos personajes que se dejan arrastrar por ellas irremisiblemente. Aunque sus papeles estaban inicialmente destinados a Peter Lorre y Rita Hayworth, respectivamente, lo cierto es que el film salió sin duda ganando con la tórrida interpretación de Glenn Ford y Gloria Grahame.

Collage con diversas escenas de la película
Jeff (Glenn Ford) y Vicki (Gloria Grahame)

sábado, 25 de abril de 2015

Mala sangre (1986)




Título original: Mauvais sang
Director: Leos Carax
Francia, 1986, 116 minutos

Mala sangre (1986) de Leos Carax


La acción de Mauvais sang (1986) se sitúa en París, en un futuro no muy lejano. Dos estafadores entrados ya en años, Marc (Michel Piccoli) y Hans (Hans Meyer), le deben una fuerte suma de dinero a una estricta anciana estadounidense que les concede apenas dos semanas para que salden su deuda. A tal efecto idearán un plan para robar y luego revender un nuevo antídoto que cura una enfermedad que está matando a los amantes, pero para ello necesitarán a alguien con manos firmes y rápidas. Marc contratará entonces a Alex (Denis Lavant), hijo de un antiguo colega suyo ya fallecido.

Alex (Denis Lavant)


Alex es un soberbio tramposo rebosante de sueños para comerse el mundo y dejar huella. Su empeño le llevará a romper con su novia Lise (Julie Delpy). Aunque Lise tampoco ha renunciado del todo a Alex y se presenta en París el día del robo. En un principio, parece que Alex se niega a ayudar a Marc y a Hans a robar el nuevo medicamento. Pero Anna (Juliette Binoche) es el encanto y la belleza personificados, con lo que Alex caerá rendido a sus pies y uniéndose al fin a los ancianos.

Típico producto postmoderno de los ochenta, representó la segunda película del realizador Leos Carax y obtuvo el prestigioso premio Louis Delluc, amén de la aprobación de los sacrosantos Cahiers du Cinéma. El paso del tiempo ha demostrado que realmente no había para tanto...

Anna (Juliette Binoche) en el plano final de Mauvais sang (1986)

Regreso a Ítaca (2014)




Título original: Retour à Ithaque
Director: Laurent Cantet
Francia, 2014, 95 minutos
Regreso a Ítaca (2014) de Laurent Cantet


"¡Eva María se fue, buscando el sol en la playa...!" Un grupo de amigos canta y baila en una azotea de La Habana al compás de las canciones que marcaron su juventud: Fórmula V, Serrat ("Esas pequeñas cosas, "Mediterráneo"), The Mamas and the Papas ("California Dreamin'")… 

Ellos son Tania (Isabel Santos), antaño brillante estudiante de medicina que hoy sobrevive practicando la santería e invocando a los orishas; Rafa (Fernando Hechevarría), el otrora pintor y fan de los Beatles (largamente prohibidos en Cuba por aquello de la "penetración cultural") que atraviesa una crisis creativa desde hace tiempo; Aldo, el propietario de la casa (Pedro Julio Díaz Ferrán), negro, en otro tiempo ingeniero y orgulloso combatiente en Angola, pero que ahora fabrica baterías con desechos; Eddy (Jorge Perugorría), quiso ser escritor (aún es capaz de recitar de memoria el inicio de Conversación en La Catedral de Vargas Llosa), aunque ya hace tiempo que renunció a sus sueños para venderse y dejarse corromper por el capital extranjero y, por último, Amadeo (Néstor Jiménez): él sí que logró publicar una obra de teatro, pero en el 94 se vio obligado a exiliarse en España. Ahora regresa a Cuba (su particular Ítaca) con la descabellada intención de quedarse y sus antiguos camaradas le dan la bienvenida. Pero, como dijo Pablo Neruda: "Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos..."



¿Qué pinta un realizador francés de éxito dirigiendo una película en el país caribeño? Quizá tenga que ver un poco la Revolución y mucho la carestía. Aunque, por insólito que pueda parecer, el caso de Laurent Cantet no es el único: muchos han sido los cineastas europeos que, en un momento o en otro, han sentido la necesidad de rodar allí. Tal es el caso de Benito Zambrano (Habana Blues, 2005), Wim Wenders (Buena Vista Social Club, 1999) o Mikhail Kalatozov (Soy Cuba, 1964), por citar sólo algunos ejemplos.

El guion corre a cargo de Cantet y de Leonardo Padura, autor de La novela de mi vida (Tusquets Editores, 2002) en la que se inspira Regreso a Ítaca. El planteamiento (un grupo de personas que hablan, discuten, se recriminan mil rencillas y cuentas pendientes en un espacio cerrado) recuerda vagamente por lo que tiene de teatral al utilizado por Roman Polanski en Un dios salvaje (2011), si bien la película que nos ocupa se diferencia por su contenido marcadamente político e ideológico: "¿Para esto luchamos? ¿Qué hicieron con nuestra juventud? ¿Qué fue de tantos ideales?" Son algunas de las preguntas que afloran durante la velada para acabar dando paso a un sentimiento de amarga decepción. Imprescindible.



Campanadas a medianoche (1965)




Título original: Chimes at midnight/Falstaff
Director: Orson Welles
España/Suiza, 1965, 113 minutos

Campanadas a medianoche (1965)
de Orson Welles

Ya en 1939, Orson Welles llevó a cabo un montaje teatral de cinco horas de duración a partir de diversos pasajes de obras de Shakespeare: Ricardo II, Enrique IV, Enrique V y Las alegres comadres de Windsor. Lo tituló Five Kings, pero no llegó a estrenarse oficialmente en Nueva York. Andando el tiempo, y habida cuenta de las enormes dificultades a las que siempre hubo de enfrentarse para sacar adelante sus proyectos, la fortuna quiso que se cruzara en su destino el productor español Emiliano Piedra. Se hacía así realidad Campanadas a medianoche, una película en la que Welles daba vida al fanfarrón Sir John Falstaff y que fue rodada aprovechando diversas localizaciones de la geografía peninsular: las murallas de Ávila, la catedral de Soria, la Casa de Campo en Madrid, Móstoles, Navarra, las ruinas del monasterio de Cardona...

Es interesante, al respecto, remarcar cómo se las ingeniaba el bueno de Welles para sacar escenas memorables de la nada. Así lo atestiguan Jesús Franco o Juan Cobos, colaboradores del director durante el rodaje. Con suma habilidad y no poca experiencia a sus espaldas, Welles es capaz de hacer pasar por la genuina Inglaterra del siglo XV unos vestigios que en ocasiones apenas se aguantaban en pie. Pero sabiendo dónde colocar la cámara y utilizando magistralmente la sala de montaje se hace realidad el "milagro". Al respecto, la escena de la batalla de Shrewsbury es antológica: se inundó de barró la Casa de Campo de Madrid y se invirtieron diez días en el rodaje. Tras otros seis días editándola, quedó reducida a seis intensos minutos en la película.

Aparte de las interpretaciones de Jeanne Moreau (Doll Tearsheet), John Gielgud (Enrique IV) o incluso Fernando Rey (Worcester), tiene su encanto ver, aunque solo sea fugazmente, a Luis Ciges u otros secundarios españoles aparecer en pantalla.

Aparte de adaptarla, dirigirla y protagonizarla, Welles también se ocupó de diseñar meticulosamente el vestuario de la película, aunque al finalizar el rodaje parece ser que se lo robaron: gajes del oficio y de rodar en España...


Orson Welles durante el rodaje de Campanadas a medianoche

viernes, 24 de abril de 2015

El hombre del Oeste (1958)




Título original: Man of the West
Director: Anthony Mann
EE.UU., 1958, 100 minutos

A sus casi 57 años, Cooper interpreta el papel de un hombre más joven


Alabado por Jean-Luc Godard y otros ilustres miembros de la Nouvelle vague francesa como "magistral lección de cine" o incluso "western existencial", El hombre del Oeste supuso en su momento una de las cimas del género, además de estar entre las últimas películas que protagonizó Gary Cooper.

Yendo de camino para contratar a una maestra de escuela, Link Jones (Gary Cooper) es abandonado a su suerte a un centenar de kilómetros lejos de cualquier sitio cuando el tren en el que viajaba es asaltado. Junto a él se encuentran Billie Ellis, una atractiva muchacha cantante en un salón de baile (interpretada por Julie London) y Sam Beasley, un entrañable e inofensivo buscavidas encarnado por el actor Arthur O'Connell, con quienes intentará obtener refugio en una cercana casa en la que habitan el forajido Dock Tobin (Lee J. Coob) y sus secuaces, con los que Link solía colaborar en el pasado. Ellos ya no confían en él y él los detesta, si bien deciden que podría serles de ayuda en un último golpe: atracar el banco de la pequeña ciudad de Lassoo...

Link (Cooper), Beasley (O'Connell) y Billie (London)
Los hombres de Dock Tobin obligan a Billie a desnudarse
Link Jones (Gary Cooper) y Coaley (Jack Lord)
Caricatura de las escenas arriba mostradas

miércoles, 22 de abril de 2015

La bofetada (2008)




Título original: Sili / The slap
Director: Ehsan Amani
Irán, 2008, 3 minutos

"Un tren de Teherán a Sari. Vagón 9, compartimento 6. El tren entra en un túnel. Un beso. Una bofetada..." 

En apenas tres minutos, sin casi palabras y con unos ingredientes bastante sencillos (aunque no por ello resulten menos efectivos), el director iraní Ehsan Amani (Teherán, 1948) construye este cortometraje inspirado en un típico chiste de alcance universal. Para que luego digan que el cine iraní es plúmbeo... ¡Sencillamente antológico!



lunes, 20 de abril de 2015

Clan salvaje (2014)




Título original: Mange tes morts
Director: Jean-Charles Hue
Francia, 2014, 94 minutos



Clan salvaje (2014) de Jean-Charles Hue

Perteneciente a una comunidad de gitanos franceses, Jason Dorkel es un joven de 18 años que está a punto de celebrar su bautismo cuando regresa de improviso su hermanastro Fred después de haber pasado los últimos quince años en prisión. Juntos, de la mano de su otro hermano, el impulsivo y violento Mickaël, y su primo Moïse, los cuatro jóvenes planean ir una noche en busca de un cargamento de cobre para robarlo.

Se trata de una áspera película con un estilo a caballo entre el documental y la road movie en la que intervienen actores no profesionales que se interpretan a sí mismos. En ese sentido, recuerda visualmente a la reciente Mil noches, una boda (Party girl, 2014), otra película francesa con un planteamiento similar en lo referente a mostrar en pantalla a los miembros de una familia de condición social humilde encarnando su propia identidad. También tiene algo de la italiana Gomorra (2008), en su tratamiento de la violencia y de cómo se inicia en ella el joven Jack.

Premio Jean Vigo 2014, Mange tes morts (2014) ofrece una visión descarnada e hiperrealista del mundo del hampa, a la par que no escatima detalles a propósito de retratar cómo son, cómo hablan (o, incluso, cómo se gritan a menudo los unos a los otros) y cómo viven los gitanos franceses aun a riesgo de caer en los tópicos habituales.


domingo, 19 de abril de 2015

Una noche en Casablanca (1946)




Título original: A Night in Casablanca
Director: Archie L. Mayo
EE.UU., 1946, 85 minutos

Una noche en Casablanca (1946) de Archie L. Mayo


Si hace algunos días comentábamos que Los conspiradores (1944) era casi una secuela de Casablanca, algo similar (aunque en un registro totalmente distinto) ocurre con esta comedia de los Hermanos Marx. Retomando su ambiente exótico de cartón piedra, se parodian algunos de los lugares comunes que hicieron célebre a la mencionada película como las autoridades coloniales, los pérfidos refugiados nazis, las apuestas en la ruleta del casino (por supuesto), un avión en la escena final... Y todo para mayor lucimiento de los Marx y su delirante sentido del humor.

En la Casablanca de posguerra, el excéntrico Ronald Kornblow (Groucho) es contratado para dirigir un hotel cuyos anteriores administradores terminaron siendo misteriosamente asesinados. Pierre, un soldado francés, sospecha que los crímenes han sido cometidos por antiguos nazis, en concreto el conde Pfferman, bajo cuya falsa identidad se esconde en realidad el perseguido Heinrich Stubel. Pero como el propio Pierre está acusado de haber colaborado con el enemigo (le obligaron a pilotar hasta Sudamérica un avión cargado con un suculento botín, aunque él prefirió aterrizar en Casablanca) sus intentos por limpiar su buen nombre con la ayuda de su novia Annette (Lois Collier) y su astuto compañero Corbaccio (Chico) no parecen convencer a los obtusos representantes de la autoridad local. Buscarán entonces la ayuda de Rusty (Harpo), el maltratado criado mudo de Pfferman para lograr descubrir antes que él el supuesto tesoro que los nazis escondieron en el hotel.

Aparte de un par de canciones interpretadas por Beatrice Rheiner (Lisette Verea) y los habituales números musicales al piano (Chico) y al harpa (Harpo), los diálogos contienen innumerables chistes. Como cuando Groucho se cruza en plena calle con un camello (que está rumiando, cosa bastante habitual en los camélidos) y le suelta: "¡Oye, tú! ¿Tienes otro chicle para mí?"


El camello nos muestra su perfil más fotogénico

Testigo accidental (1952)




Título original: The Narrow Margin
Director: Richard Fleischer
EE.UU., 1952, 71 minutos

Testigo accidental (1952) de Richard Fleischer


En este film noir de serie B, Frankie Neal, la esposa de un mafioso que ha decidido declarar contra las malas artes del sindicato del crimen, se ve obligada a viajar de incógnito para evitar que la asesinen. Por eso tiene que ser escoltada por el sargento de la policía Walter Brown mientras viaja en tren desde Chicago hasta Los Ángeles para testificar en el juicio. Aun así. la mafia acabará cruzándose en su camino...

Parece mentira cómo, en los apenas setenta minutos que dura Testigo accidental, el siempre avispado Richard Fleischer fue capaz de condensar una trepidante historia que no por plagada de tópicos resulta menos eficaz. Curiosamente, esta The narrow margin (título original) presenta algunas similitudes con un par de películas de Alfred Hitchcock, una anterior y otra posterior a su realización.

Alarma en el expreso (The Lady Vanishes, 1938) también transcurre a bordo de un tren e igualmente construye su trama a partir de un personaje femenino, en este caso la rica ancianita que misteriosamente desaparece durante el viaje.

La otra película es Con la muerte en los talones (1959) y todo parece indicar que el mago del suspense se inspiró en un par de detalles de la película que Fleischer había rodado siete años antes. Por ejemplo, la escena en la que, fingiendo conocerla, Cary Grant se sienta en la mesa de Eva Marie Saint al huir de la policía aparece ya en Testigo accidental, solo que en esta ocasión es el sargento Brown quien pone en práctica dicha estrategia para escabullirse de los mafiosos. De modo similar, en un momento determinado se insinúa que en el interior de la litera desplegable del compartimento en el que viaja la señora Neal podría esconderse alguien, cosa que sí que llegará a hacer Cary Grant, para su incomodidad, en North by Northwest.

Sea como fuere, Richard Fleischer demuestra tener pulso e ingenio en la dirección de un film modesto, pero efectivo. Así lo atestiguan las diversas ocasiones en las que se juega con el ruido del traqueteo del tren, confundiéndolo o haciéndolo coincidir con otros ruidos similares: una mujer limándose las uñas, el teclear de una máquina de escribir... No resulta sorprendente, pues, que pudiera ser del agrado del mismísimo Hitchcok (que ya es decir...)











El reflejo en la ventanilla de otro tren será de vital ayuda para Brown

Macbeth (1948)




Director: Orson Welles
EE.UU., 1948, 92 minutos

Cartel promocional de Macbeth (1948)


En la extensa pléyade de actores / directores que han demostrado su entusiasmo por las obras de William Shakespeare adaptándolas a la gran pantalla destacan (por reincidentes) los nombres de Lawrence Olivier, Kenneth Branagh y Orson Welles. La versión que este último dirigió e interpretó de Macbeth en 1948 destaca por partida doble: por la belleza de los versos del bardo inglés y por el atractivo de las imágenes concebidas por Welles. Se diría que su estilo expresionista se ha incluso agudizado esta vez respecto a ocasiones anteriores como El extraño (1946) o La dama de Shanghái (1947).

Y, sin embargo, se contó con un presupuesto de apenas 75.000 dólares, lo cual es irrisorio frente a las cifras que suelen barajarse en Hollywood y "nada" comparado con los 686.000 que se calcula que la RKO había puesto a disposición de Welles para rodar Ciudadano Kane en 1940. Lo cual demuestra que a veces menos es más y que más vale una buena dosis de ingenio que no de talonario. De ahí que en Macbeth se le saque tanto partido a rodar exclusivamente en estudio y a los continuos juegos de luces y sombras. De hecho, se dice que el propio expresionismo alemán había sido consecuencia en buena medida más de las tremendas limitaciones económicas derivadas de la carestía inflacionista que no de otra cosa: como todo el mundo sabe, rodar con escasa iluminación contribuye a aumentar el halo de misterio y, de paso, a reducir la factura de la luz...

Pero, al margen de las miserias con las que a menudo tuvo que lidiar Orson Welles a lo largo de su carrera, lo cierto es que no era esta la primera vez que el bueno de Orson se enfrentaba a la tragedia del rey de Escocia: ya en 1936 dirigió en el teatro Lafayette de Harlem un montaje mítico para el Federal Theatre Project con un elenco 100% afroamericano y en el que trasladaba la acción hasta una imaginaria isla caribeña en la que imperaba el vudú. Sin duda, sabía cómo impactar y no se andaba con rodeos. Porque, como recuerda Shakespeare en Macbeth:

Life's but a walking shadow; a poor player that struts and frets his hour upon the stage, and then is heard no more. It is a tale told by an idiot, full of sound and fury, signifying nothing.

La estilización de los decorados denota una clara influencia del expresionismo alemán
Welles y la debutante Jeanette Nolan como Lady Macbeth


Los decorados parecen salidos de otro mundo
Una de las tres brujas es interpretada por un hombre: Brainerd Duffield