Director: François Ozon
Francia, 1998, 85 minutos
Sitcom (1998) de François Ozon |
Una comedia tan endiabladamente alocada como Sitcom (1998) denota el genio de un cineasta que, no contento con fustigar una vez a la típica familia pudiente de clase media, volvería a reelaborar, apenas cuatro años después, muchos de esos mismos elementos en la no menos delirante 8 femmes (2002). Aquí, por de pronto, el detonante que altera la apacible existencia del clan protagonista es el descubrimiento y pública confesión de su homosexualidad por parte del hijo. Algo que cae como una bomba en el seno de una casa donde los problemas comienzan tras la llegada de una simple rata de laboratorio que el padre compra como mascota.
Lo que pueda significar ese roedor blanco o lo inverosímil que se vuelve la trama a partir de dicho momento únicamente revela la influencia mal digerida de David Lynch. Lo principal, en todo caso, es que la figura paterna, con su rigidez intolerante, representa el origen de muchos de los males que afectan a los personajes, mientras que la madre (Évelyne Dandry), dispuesta incluso a cometer un incesto similar al que planteaba Louis Malle en Le souffle au cœur (1971), se acabará erigiendo en la figura central del relato.
Luego está también el osado papel que juega la criada española, así como su marido camerunés, ambos traspasando la raya que tradicionalmente marcaría la línea divisoria entre los señores y el servicio. Pero así de transgresoras son las cosas en esta película y tampoco es que la hija de los dueños, aquejada de continuas tendencias suicidas, ande muy fina que digamos.
En fin, disparatada o no, lo cierto es que la propuesta de Ozon subvierte las convenciones de lo que sería una telecomedia o comedia de situación al uso (de ahí el título), dinamitando por la vía directa los prejuicios pequeñoburgueses y aún los valores emblemáticos del patriarcado. Tarea ingente, así a primera vista, pero que el cineasta resuelve con la frescura impetuosa del treintañero que era entonces.