Director: Howard Hawks
EE.UU., 1962, 157 minutos
¡Hatari! (1962) de Howard Hawks |
A principios de los sesenta Howard Hawks estaba tan de vuelta de todo que prácticamente la mayoría de sus películas de Río Bravo (1959) en adelante no fueron más que divertimentos, a veces practicando, incluso, una saludable autoparodia con la que demostraba que ni el cine ni él mismo merecían ser tomados demasiado en serio.
Respondiendo a dicha premisa, Hatari! (1962) supuso una bonita amalgama de fieras filmadas en su hábitat natural (sin contar a John Wayne), paisajes exuberantes de Tanganica (la actual Tanzania), trepidantes escenas de caza y un escaso hilo argumental de lo más ingenuo. Y como por aquellas fechas Hawks gozaba de mayor predicamento en Europa, donde los jóvenes de la Nouvelle vague lo habían reivindicado como autor a través de las páginas de Cahiers du Cinéma, no dudó ni un segundo en confeccionar un reparto internacional en el que destacaban actores franceses (Gérard Blain o la malograda Michèle Girardon), italianos (Elsa Martinelli, en un inverosímil papel de fotógrafa), alemanes (Hardy Krüger), mejicanos (Valentín de Vargas)... Asistidos por viejas glorias como Bruce Cabot, quien se había enfrentado a un gorila gigante en King Kong (1933), pero que aquí sucumbe a las tremendas embestidas de un rinoceronte escurridizo.
Bien mirado, no había ni trampa ni cartón: ellos se lo pasaron en grande rodándola y el público viéndola, con lo que bien podía anunciar la Paramount a bombo y platillo "un maravilloso nuevo mundo de entretenimiento", repleto de "diversión, aventura, romance y emociones" (véase cartel). A fin de cuentas, al margen de que sea verdad o no que Hatari significa peligro en suajili, lo cierto es que fonéticamente se parece mucho a safari ya que, en definitiva, eso es lo que fue la película.
Remozándolo todo, la banda sonora de Henry Mancini, cuyo tema "Baby Elephant Walk" se hizo mundialmente célebre y que aún hoy día sigue siendo utilizado en publicidad con bastante frecuencia. Música que describe a la perfección el tono cómico de un filme donde lo mismo irrumpe un paquidermo en una cacharrería que se cazan monos a chupinazo limpio. Es lo que tiene ser un autor consagrado al que toda licencia le está permitida. De hecho no vacila en citarse a sí mismo cuando un leopardo irrumpe en el aseo mientras Dallas (Martinelli) se está bañando: la escena está calcada de La fiera de mi niña (Bringing Up Baby, 1938), donde la asustada era Katharine Hepburn. O cuando, tal y como sucedía en The Big Sky (Río de sangre, 1952), la troupe de Sean Mercer (Wayne) canta borracha aquello de "Whiskey, leave me alone".
En la actualidad sería del todo imposible una película como Hatari!: las sociedades protectoras de animales pondrían (con toda razón) el grito en el cielo y el público, harto de ver documentales de animales por televisión, recibiría con indiferencia sus arriesgadas persecuciones cinegéticas. Pero cada filme se debe al contexto en el que fue concebido, de modo que si para Hawks Hatari! fue un mero pasatiempo tampoco tiene mucho sentido que nosotros vayamos ahora a buscarle los tres pies al gato (o a la pantera).