miércoles, 15 de agosto de 2018

Secretos de un matrimonio (1973)




Título original: Scener ur ett äktenskap
Director: Ingmar Bergman
Suecia, 1973, 283 minutos

Secretos de un matrimonio (1973)


Tras cinco horas de intensa contienda dialéctica, la primera palabra que se me ocurre al pensar en Secretos de un matrimonio es disección. Porque, como si de una autopsia se tratase, Bergman lleva a cabo el análisis pormenorizado de todos y cada uno de los reproches, pautas, costumbres, equívocos y demás lugares comunes por los que toda pareja forzosamente ha de pasar mientras dure su relación.

En el caso concreto de Johan (Erland Josephson) y Marianne (Liv Ullmann) el período supuestamente captado por las cámaras son diez años de convivencia. Una década que, en su formato televisivo, quedaba resumida en seis episodios de cincuenta minutos cada uno. Sus títulos fueron los siguientes: 1. Inocencia y pánico; 2. El arte de barrer cosas debajo de la alfombra; 3. Paula; 4. El Valle de las Lágrimas; 5. Los analfabetos; 6. En medio de la noche en una casa oscura en algún lugar del mundo.

Fue tal el éxito de la serie (convertida un año después en película, con una considerable reducción del metraje original) que su emisión daría lugar a todo tipo de anécdotas. Se dice, por ejemplo, que a partir de ese momento la tasa de divorcios se disparó de forma desproporcionada en Suecia o que era habitual que muchos maridos y/o esposas abordasen a Bergman en plena calle para plantearle sus propios dilemas y pedirle consejo, motivo por el que el cineasta se vio obligado incluso a cambiar de número de teléfono.



Quedan para la posteridad frases míticas, como aquello de que "el matrimonio es sólo una convención malsana que heredamos de Dios sabe dónde. En su lugar, debería haber contratos de cinco años. O un acuerdo válido por un año, con posibilidad de rescisión al término del mismo." O cuando, de nuevo Johan, se avanza en varios lustros a las teorías de Goleman al soltar que "somos analfabetos emocionales. Nos han enseñado muchas cosas acerca de la anatomía y los métodos de cultivo en África. Hemos aprendido fórmulas matemáticas de memoria. Pero no nos han enseñado nada sobre nuestras almas. Somos tremendamente ignorantes sobre lo que hace funcionar a la gente..." Verdades como puños, si bien se mira, que ponen de manifiesto, una vez más, la genialidad de su autor.

Sea como fuere, de lo que no cabe duda es de que pocas veces se han mostrado con tanta franqueza en una pantalla las interioridades de la vida conyugal. Existen, eso sí, ilustres precedentes como ¿Quién teme a Virginia Woolf? (1966) de Mike Nichols, basada en la obra teatral homónima de Edward Albee (1928–2016), algún que otro dramón inspirado en piezas de Tennessee Williams (1911-1983), tipo La gata sobre el tejado de zinc (1958) de Richard Brooks o, incluso, Domicilio conyugal (1970) de Truffaut, a la que el director sueco hace alusión en la secuencia en la que Johan y Marianne aparecen leyendo en la cama justo antes de ir a dormir.


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