jueves, 15 de abril de 2021

Ensayo de un crimen (1955)




Título alternativo: La vida criminal de Archibaldo de la Cruz
Director: Luis Buñuel
Méjico, 1955, 89 minutos

Ensayo de un crimen (1955) de Luis Buñuel


La película obtuvo bastante éxito. Para mí, queda ligada al recuerdo de un extraño drama. En una de las escenas, Ernesto Alonso, el actor principal, quemaba en un horno de ceramista un maniquí que era reproducción exacta de la actriz, Miroslava. Muy poco tiempo después de terminado el rodaje, Miroslava se suicidó por contrariedades amorosas y fue incinerada, según su propia voluntad.

Luis Buñuel
Mi último suspiro
Traducción de Ana Mª de la Fuente

Ya desde la melodía de órgano que acompaña los títulos de crédito iniciales, Ensayo de un crimen (1955) se halla envuelta en una extraña atmósfera entre lo humorístico y lo morboso, a la vez sádica e inusualmente fetichista. A este respecto, hasta seis elementos distintos suscitan la fascinación del protagonista, comenzando por la caja de música que había pertenecido a su madre, así como la colección de navajas de afeitar que atesora (una para cada día de la semana), las piernas de las señoras, las prendas de ropa interior femenina que guarda en el cajón de su cómoda, el maniquí de Lavinia (Miroslava) y hasta las llamas del horno crematorio, evocación de las que rodeaban el rostro de la mujer la primera vez que la vio.

Sin embargo, lo decíamos más arriba, son muchos los momentos y giros de guion relativamente cómicos que contiene la película. Por ejemplo, aquella réplica lapidaria que suelta el dependiente del anticuario: "Peor es decente y pobre que granuja y rico". O los inoportunos turistas gringos, que aparecen de improviso en los lugares más insospechados. Toques magistrales que quizá se deben al cineasta aragonés o que tal vez procedan de la pluma de Rodolfo Usigli (1905-1979): notabilísimo dramaturgo, del que la novela Ensayo de un crimen, originalmente publicada en 1944, fue una de sus escasas incursiones narrativas.



Tal y como relata él mismo al comienzo de la película, la vocación asesina de Archibaldo de la Cruz (Ernesto Alonso) parece ser que tuvo su origen en los días aciagos de la revolución mejicana, cuando una bala perdida atravesó la sien de su hermosa institutriz. Fruto de aquel trauma infantil, el otrora niño mimado se acabará convirtiendo en un adulto que busca la obtención del placer perpetrando el feminicidio de cuantas mujeres se pongan a su alcance.

Convencido, por el juez ante el que ha confesado sus "crímenes", de que "el pensamiento no delinque", Archibaldo no tiene más remedio que deshacerse de un lastre tan pesado e iniciar, ya sin complejos ni manías, el recorrido de una nueva vida, sencilla y placentera, en compañía de su adorada Lavinia.



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