Título original: Winchester '73
Director: Anthony Mann
EE.UU., 1950, 92 minutos
Winchester 73 (1950) de Anthony Mann |
Más que por James Stewart, Winchester 73 está protagonizada por un rifle: objeto al que se le atribuyen propiedades casi mágicas y que irá pasando de mano en mano como si de un preciado talismán se tratase. En realidad, el codiciado modelo "One of One Thousand", también conocido como "The Gun That Won the West", no deja de ser el McGuffin o pretexto necesario para articular una estructura episódica y hacerla avanzar hasta que quede saciada la sed de venganza que mueve al protagonista y que es el único y verdadero motor de la acción.
Trama que arranca un 4 de julio en Dodge City cuando está a punto de comenzar un concurso de tiro en el que Lin McAdam (Stewart) y su irreconciliable oponente Dutch Henry Brown (Stephen McNally) tendrán ocasión de demostrar sus respectivas habilidades en el manejo del gatillo: célebre es, a este respecto, la escena en la que ambos miden su puntería disparando sobre un dólar lanzado al aire. Aunque una cierta nota cómica se cuela en este primer acto, con el mítico Wyatt Earp (Will Geer) ejerciendo de sheriff local y reconvertido en entrañable abuelo Cebolleta que obliga a todo el mundo a que le entregue las armas con tal de tener la fiesta en paz.
Winchester 73 supuso un punto de inflexión en la carrera del director Anthony Mann (1906–1967) y, sobre todo, en la de un James Stewart encasillado, hasta aquel entonces, en papeles eminentemente burlescos de galán patoso, pero que, a partir de esta película, tendría ocasión de explorar registros de mayor profundidad psicológica. Fue también el inicio de una colaboración fructífera entre ambos, así como la primera vez que una estrella de Hollywood se decantaba por obtener, en lugar de su sueldo astronómico, un porcentaje de lo recaudado en taquilla (lo cual le acabaría reportando pingües beneficios al actor, amén de crear un precedente que, andando el tiempo, cambiaría radicalmente las reglas del juego en la meca del cine).
Por otra parte, el espectador atento descubrirá en papeles secundarios a futuros astros del celuloide como Rock Hudson (haciendo de joven jefe indio) o Tony Curtis, quien interpreta a un soldado de caballería que interviene fugazmente. No obstante, son los aspectos derivados de la lucha fratricida que alienta en el trasfondo del argumento los que, en puridad, cabe tener en cuenta como primordiales y definitorios de lo que aquí se cuenta. De hecho, en un principio era Fritz Lang, cineasta forjado en las tortuosas fabulaciones del expresionismo europeo, el elegido para dirigir una historia cuya intrincada red de pasiones explica la predilección por los planos en contrapicado del duelo final entre las rocas o las siluetas de los jinetes recortadas sobre el horizonte.
El actor Will Geer interpreta al mítico Wyatt Earp |
Winchester 73 supuso un punto de inflexión en la carrera del director Anthony Mann (1906–1967) y, sobre todo, en la de un James Stewart encasillado, hasta aquel entonces, en papeles eminentemente burlescos de galán patoso, pero que, a partir de esta película, tendría ocasión de explorar registros de mayor profundidad psicológica. Fue también el inicio de una colaboración fructífera entre ambos, así como la primera vez que una estrella de Hollywood se decantaba por obtener, en lugar de su sueldo astronómico, un porcentaje de lo recaudado en taquilla (lo cual le acabaría reportando pingües beneficios al actor, amén de crear un precedente que, andando el tiempo, cambiaría radicalmente las reglas del juego en la meca del cine).
Por otra parte, el espectador atento descubrirá en papeles secundarios a futuros astros del celuloide como Rock Hudson (haciendo de joven jefe indio) o Tony Curtis, quien interpreta a un soldado de caballería que interviene fugazmente. No obstante, son los aspectos derivados de la lucha fratricida que alienta en el trasfondo del argumento los que, en puridad, cabe tener en cuenta como primordiales y definitorios de lo que aquí se cuenta. De hecho, en un principio era Fritz Lang, cineasta forjado en las tortuosas fabulaciones del expresionismo europeo, el elegido para dirigir una historia cuya intrincada red de pasiones explica la predilección por los planos en contrapicado del duelo final entre las rocas o las siluetas de los jinetes recortadas sobre el horizonte.
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