Título original: Mary of Scotland
Director: John Ford
EE.UU., 1936, 123 minutos
María Estuardo (1936) de John Ford |
Tal vez porque el tema no le parecía lo suficientemente atractivo o quizá porque su relación de amor y odio con Katharine Hepburn se hallaba en punto muerto, pero el caso es que John Ford se desentendió enseguida de Mary of Scotland. Hasta el punto de ausentarse del rodaje y encargarle a la actriz que dirigiese ella misma alguna de las escenas. Lo cual no sólo revela, bien a las claras, el carácter temperamental de ambos (ni que decir tiene que la Hepburn, más chula que un ocho, le tomó la palabra al cineasta y no dudó ni un instante en ponerse tras las cámaras), sino, sobre todo, la aureola de película fallida que, desde entonces, ha pesado sobre el mencionado filme.
Y es que todo en él adolece de una solemnidad tediosa, heredada, en buena medida, de la pieza teatral, en verso blanco, de Maxwell Anderson que se había estrenado en Nueva York tres años antes. Es esa grandilocuencia, tan hollywoodense, por otra parte, de grandes decorados de cartón piedra y vistoso vestuario de época que no logran, sin embargo, ocultar las verdaderas carencias de una cinta a la que le falta gancho y le sobra empaque.
Habrá quien diga, en su descargo, que tanto el tema como el contexto histórico justifican la rigidez de semejante puesta en escena (lo cual es cierto hasta cierto punto, valga el retruécano), pero bastaría revisar títulos como La reina Cristina de Suecia (1933) de Mamoulian, Las cruzadas (1935) de DeMille o Robin de los bosques (1938) de Curtiz para desmentir, en el acto, que las superproducciones históricas tengan que ser forzosamente aburridas.
Como tampoco están obligadas a respetar escrupulosamente los hechos que en ellas se describen. En ese sentido, la cinta que nos ocupa también se permite sus licencias, ya que María Estuardo e Isabel Tudor, por ejemplo, no llegaron nunca a coincidir cara a cara en la vida real. Ni la reina de los escoceses fue, probablemente, esa heroína católica y abnegada que interpreta Katharine Hepburn: que en esto, como en tantas otras cosas, el cine acostumbra a ser bastante manipulador.
Y es que todo en él adolece de una solemnidad tediosa, heredada, en buena medida, de la pieza teatral, en verso blanco, de Maxwell Anderson que se había estrenado en Nueva York tres años antes. Es esa grandilocuencia, tan hollywoodense, por otra parte, de grandes decorados de cartón piedra y vistoso vestuario de época que no logran, sin embargo, ocultar las verdaderas carencias de una cinta a la que le falta gancho y le sobra empaque.
Katharine Hepburn junto a Fredric March |
Habrá quien diga, en su descargo, que tanto el tema como el contexto histórico justifican la rigidez de semejante puesta en escena (lo cual es cierto hasta cierto punto, valga el retruécano), pero bastaría revisar títulos como La reina Cristina de Suecia (1933) de Mamoulian, Las cruzadas (1935) de DeMille o Robin de los bosques (1938) de Curtiz para desmentir, en el acto, que las superproducciones históricas tengan que ser forzosamente aburridas.
Como tampoco están obligadas a respetar escrupulosamente los hechos que en ellas se describen. En ese sentido, la cinta que nos ocupa también se permite sus licencias, ya que María Estuardo e Isabel Tudor, por ejemplo, no llegaron nunca a coincidir cara a cara en la vida real. Ni la reina de los escoceses fue, probablemente, esa heroína católica y abnegada que interpreta Katharine Hepburn: que en esto, como en tantas otras cosas, el cine acostumbra a ser bastante manipulador.
Rumbo al cadalso... |
Hola Juan!
ResponderEliminarPues desconocía esa rabieta de Ford, desde luego no debía de ser un tipo facil de llevar... No la tengo muy fresca, en su momento vi una copia en VHS en bastante mal estado. Por mi parte no soy puntilloso con los aspectos históricos, me dejo ir e intento disfrutar, luego ya por fuera trato de ponerme al día e informarme con mejor criterio.
Pues nada, por aquí hemos superado la fase 3, ahora mismo me siento un poco raro, como el astronauta de 2001 al final de la peli...jeje
Venga, saludos y feliz semana!
Lo que hace Ford es básicamente llevarse la historia a su terreno, reduciéndola a un pastiche de gaiteros con falda, fervorosamente católicos, frente a la intolerancia fanática del predicador John Knox y su secta presbiteriana. En ese contexto, María Estuardo aparece retratada como una especie de Juana de Arco, mujer independiente y avanzada a su tiempo (aunque el personaje real no fuese exactamente así). Lo sorprendente del caso es que Ginger Rogers a punto estuvo de llegar a las manos con la Hepburn por hacerse con el papel, siendo esta última la que salió victoriosa, quizá porque era amante del director en aquel entonces...
EliminarSaludos
Es veu que això de què no es trobessin mai no fa gràcia als cineastes, en la darrera sobre el tema també fan que es vegin. Miracles del cinema.
ResponderEliminarTu diràs: la realitat, en aquest cas, va ser molt aborrida (i gens glamurosa). Encara sort del cinema que li treu punta a tot, ni que sigui falsejant la història.
Eliminar