Director: José María Forqué
España/Italia, 1957, 85 minutos
No es todo inventado en esta historia. Su desenlace está basado en un hecho real que se repite, año tras año, hasta nuestros días, en la madrugada del Miércoles Santo. La historia comienza con un hecho que pudo ocurrir en la Andalucía del siglo XIX, cuando la inquietud política y el malestar social condicionaban la vida del país y justificaban la lucha y la revuelta. Muchas minas eran entregadas a compañías extranjeras en medio de la indiferencia general. En aquella Andalucía profunda y trágica, dentro de su cante hondo, detrás de la alegría, latían graves problemas. Bajo el sol, hervía la sangre de los mineros andaluces...
Tras este insólito encabezamiento arranca Amanecer en Puerta Oscura (1957), uno de los títulos más sólidos en la filmografía del director José María Forqué. Palabras ciertamente atrevidas (¿cómo dejó pasar la censura franquista eso de que "la inquietud política y el malestar social condicionaban la vida del país y justificaban la lucha y la revuelta"?) en las que se percibe la mano del dramaturgo Alfonso Sastre, hombre de izquierdas cuyo compromiso político le llevaría a luchar activamente contra la dictadura.
Sin embargo, lo que empieza como una rebelión obrera en la que un capataz tiránico y el jefe de la mina, ambos ingleses, resultan muertos a manos de los trabajadores derivará, paulatinamente, en filme de bandoleros y forajidos con aire de wéstern para desembocar, al compás de los pasos de la malagueña Archicofradía de Nuestro Padre Jesús el Rico, en un desenlace de exaltación religiosa y tintes milagrosos. Eso es todo lo que podía dar de sí la lucha de clases, por lo menos a nivel cinematográfico, en la España del 57.
La guitarra de Regino Sáinz de la Maza y la fotografía en color de Cecilio Paniagua aportan al conjunto el toque localista necesario, mientras que la interpretación de Paco Rabal (quien da vida al salteador Juan Cuenca, que se echó al monte tras matar a su mujer) lleva el peso de la trama hasta el punto de eclipsar los anhelos de justicia social inicialmente defendidos por Andrés (Luis Peña) y Pedro (Alberto Farnese).
La cinta, que triunfó en Berlín y consagró definitivamente las respectivas carreras de director y protagonista, remite, en su tramo final, a una Real Orden de Carlos III cuyo origen se remonta a un motín de presos que tuvo lugar en la ciudad de Málaga, en 1759, durante una epidemia de peste, cuando los reos, contra la voluntad de las autoridades, sacaron en procesión la imagen del Nazareno. De ahí que el monarca, al tener conocimiento de los hechos, decidiese conceder a la hermandad el privilegio de indultar a un recluso cada Jueves Santo. Con todo y con eso, el mensaje que subyace en el clímax de la película (el único, por otra parte, que estaba dispuesto a tolerar el Régimen) no puede ser más perverso [ATENCIÓN: ¡SPOILER!]. Hacer que de entre los tres homicidas sea el bandolero el amnistiado implica que el arrebato de un marido que pone fin a la vida de la esposa adúltera representa un delito menos grave que el cometido por los subversivos Andrés y Pedro. Curiosa justicia divina ésta, que "casualmente" coincidía con los postulados de la dictadura militar...
si lo pones en otra época aunque sea lo mismo que pasa contemporáneamente la dictadura no se da cuenta porque es gente que nunca fue al colegio jaja... saludos
ResponderEliminarPues probablemente tengas razón, JLO (aunque algunos tiranos son lo suficientemente astutos como para mantenerse cuarenta años en el poder).
EliminarHola Juan!
ResponderEliminarEse indulto es todo un clásico de la semana santa, no sabia el origen, me ha parecido muy interesante. En cuanto al aspecto sobre el adulterio, creo recordar que hasta hace relativamente poco en Italia la ley contemplaba penas muy leves para ese tipo de crimen con infidelidad de por medio, vivir para ver...
Por cierto, en esa ultima foto Rabal (es Rabal, ¿no?...) me tiene un aire a Paul Muni.
Saludos!
Bueno: el adulterio también era delito aquí en tiempos de Franco.
EliminarEl de la foto es Paco Rabal, en efecto: actor de raza y marcados rasgos faciales, al igual que el italoamericano Paul Muni.
Venga, Fran: saludos y hasta pronto.