miércoles, 14 de septiembre de 2016

Los niños de Rusia (2001)












Director: Jaime Camino
España, 2001, 93 minutos



Jaime Camino ponía el punto final a una sólida carrera cinematográfica con este emotivo documental sobre los cerca de tres mil niños españoles que fueron evacuados a la antigua Unión Soviética durante la Guerra Civil. Se hace difícil ver semejante testimonio sin un nudo en la garganta, sobre todo teniendo en cuenta la avanzada edad de sus protagonistas, hoy ancianos venerables que, sin embargo, conservan un vívido recuerdo de las traumáticas circunstancias que debieron afrontar, no sólo al abandonar su país y a sus familias por un largo período sino también a consecuencia de los efectos de la Segunda Guerra Mundial, en especial el cerco de Leningrado.

Vivencias que contrastan, por otra parte, con la evocación del éxodo como una aventura culminada felizmente en una URSS que los alimentó con caviar y que les proporcionaría la mejor educación.

Proyectado en la Sala Laya de la Filmoteca de Catalunya, la sesión ha contado con la presencia de Esteve Riambau (director del ente), Plàcid Garcia-Planas (director del Memorial Democràtic) y de las "niñas de Rusia" Teresa Alonso y Vicenta Alcover, ambas residentes en Barcelona. Tanto la una como la otra han coincidido en señalar que, a pesar de todas las penalidades que les tocó padecer, lo más duro fue el regreso. En ese sentido, comparten el mismo punto de vista de los entrevistados por Jaime Camino. De hecho, algunos de ellos acabarían marchándose a Cuba o regresando a Moscú tras un paso fugaz por la España franquista.

Porque lo que les esperaba aquí tras veinte años de exilio forzoso iba a ser doblemente decepcionante. Por una parte, unos familiares a los que ya no les unía ningún vínculo afectivo; por otra, unas autoridades recelosas que los iban a tratar como a delincuentes y que, aparte de dificultarles el acceso al mercado laboral, incluso intentarían sonsacarles información sensible acerca de lo que pudieran saber sobre compañeros o enclaves estratégicos soviéticos.

De todos modos, Teresa Alonso ha dado muestras esta tarde de una vitalidad inmarcesible: a sus 91 años dice seguir practicando la natación a diario, cuyas propiedades terapéuticas ha recomendado encarecidamente a los asistentes al coloquio posterior a la proyección del documental, así como la realización de mandalas. También ha tenido tiempo de hablar de la medalla que, en calidad de herida en Leningrado, se atrevió a reclamar a Putin, le concedieron, le robaron unos georgianos que desvalijaron su piso de Camp de l'Arpa y que, finalmente, volvió a recuperar gracias a los Mossos d'Esquadra...

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