Director: Ignacio F. Iquino
España, 1943, 69 minutos
El hombre de los muñecos (1943) de Iquino |
Rudimentario folletín, a ratos cómico, a ratos no tanto, El hombre de los muñecos (1943) se enmarca en los parámetros típicamente austeros del cine español de los años cuarenta. Así pues, con sus escasos setenta minutos de metraje y una puesta en escena eminentemente teatral, apenas queda espacio para la sorpresa en una producción concebida con extrema rigidez.
Su director, de hecho, el prolífico Ignasi Ferrés Iquino, explotó hasta la saciedad dicha fórmula, a menudo con la misma troupe de actores, entre los que destaca un jovencísimo Paco Martínez Soria como secundario, muy lejos aún de la gran estrella que llegaría a ser posteriormente, y el desgarbado Fernando Freyre de Andrade en el papel principal. Guadalupe Muñoz Sampedro, en cambio, interpreta a una riquísima marquesa de las de anteojos con manija y criados que murmuran a sus espaldas.
A grandes rasgos, el argumento de la película, adaptación de Un caradura, "melodrama cómico en tres actos" del gallego Adolfo Torrado (1904-1958), coincide aproximadamente con el de alguna comedia latina de Plauto al estilo de Los dos Menecmos (Menaechmi). Esto es: una pareja de gemelos que, separados al nacer, seguirán destinos opuestos (uno pobre, el otro educado en la riqueza por unos aristócratas) hasta que finalmente, y tras no pocas peripecias del padre arrepentido, se produce el reencuentro que todo lo aclara.
Rodada casi íntegramente en estudio, concretamente en los Diagonal de Barcelona, la cinta contiene incluso un número musical a cargo de Rina Celi ("Papá, llévame al circo"), lo cual delata el carácter lúdico de una propuesta que estaba llamada a servir de evasión para los espectadores de la España autárquica, pero que, vista hoy, resulta un tanto raquítica. En todo caso, conmueve constatar lo estratificado de una sociedad cuyo clasismo y demás lacras estructurales (por ejemplo, cómo el padre furibundo se siente con derecho a increpar y hasta ponerle la mano encima a sus propios hijos) estaban entonces a la orden del día.
Los fotogramas denotan cierto estilo teatral, no sé si es así a lo largo del film, lo cual, no tiene por qué ser un demérito, naturalmente.
ResponderEliminarEn este caso sí que lo sería por lo que tiene de rudimentario.
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