Director: Fernando Fernán-Gómez
España, 1980, 94 minutos
Cinco tenedores (1980) de Fernando Fernán-Gómez |
Comedia negra o sátira corrosiva son sólo algunos de los calificativos que ha merecido Cinco tenedores (1980), enésima incursión de Fernando Fernán-Gómez tras las cámaras. En realidad, la cosa parece que va de cuernos. O de la doble moral que impera en los salones de lujo y las alcobas de la alta burguesía. Su protagonista, don Aurelio (José Sazatornil), es el propietario del selecto restaurante San Huberto, local en el que tiene su sede el prestigioso club de monteros del mismo nombre.
A decir verdad, el ambiente que se respira en las reuniones de dicha agrupación deja entrever su vinculación con el anterior régimen. De hecho, el himno con el que culminan cada ágape ("¡Somos cojonudos! ¡Los que más! ¡Los que más!") recuerda bastante al "Cara al sol". Incluso uno de los asistentes, adormilado momentáneamente bajo el efecto de algún efluvio alcohólico, se levanta de improviso con el brazo en alto, suscitando la inmediata reprimenda del personaje interpretado por Rafael Alonso: "¡No politices el acto, hombre!"
Sin embargo, lo verdaderamente rocambolesco de la historia radica en el hecho de que el bueno de don Aurelio y su esposa (Concha Velasco), quienes, hasta la fecha, no han logrado tener descendencia, se encuentran, de un día para otro, con un ahijado veinteañero que se instala con ellos en casa. Y no sólo eso, sino que el tal adonis, un joven apolíneo que responde al nombre de Miguel (Manuel de Benito), acabará yaciendo con su madrina durante una ausencia del respetable (y, en lo sucesivo, cornudo) restaurador. Que la señora se quede embarazada o que su marido sea estéril complicarán aún más, si cabe, una situación ya de por sí espinosa.
Pese a no ser autor del guion, obra de Esmeralda Adam y Manuel Ruiz-Castillo, lo cierto es que a Fernán-Gómez le debía de resultar muy cercano el tema de las infidelidades conyugales (su compañera, Emma Cohen, lo abandonaría por aquellas mismas fechas para irse a vivir con el novelista Juan Benet, aunque no tardaron mucho en reconciliarse), por lo que cabría ver en esta película algo más que un simple encargo. En todo caso, el discurso final que se marca don Aurelio ante sus atónitos comensales, elogio y alabanza de los cuernos, es un portento en lo que a argumentación retórica se refiere, dada la modernidad de su enfoque, auténtica superación de la concepción calderoniana del honor, y, sobre todo, porque aboga por dejar de lado la hipocresía, de una vez por todas, en nuestras relaciones.
Cuenta con algunos actores que se mueven muy bien en el terreno de la comedia.
ResponderEliminarYa lo creo. Comenzando por "Saza", que lleva a cabo uno de los mejores papeles de su carrera.
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