Director: Pedro Almodóvar
España/Francia, 2019, 113 minutos
Dolor y gloria (2019) de Almodóvar |
Se suele decir que Fellini esculpió a su semejanza a Marcello Mastroianni —en Otto e mezzo (1963), por ejemplo, y en tantísimas otras películas— hasta el extremo de convertirlo en su alter ego cinematográfico. Y eso mismo es lo que hace Almodóvar con Antonio Banderas en Dolor y gloria (2019). La forma de vestir, el corte de pelo: todo en Salvador Mallo remite, de un modo u otro, al director manchego (incluso el nombre del personaje, si se reordenan las letras que lo forman, constituye un anagrama evidente de Almodóvar).
Aun así, no todos los elementos del filme son autobiográficos, tal vez porque el cineasta debe de estar harto de que luego le interroguen por la veracidad de lo que cuenta en sus guiones. Por eso le hace decir al protagonista que su madre (Julieta Serrano) se opone a que hable de ella en sus películas. Otras situaciones, en cambio, como el plantón que da a los asistentes al coloquio en la Filmoteca y el gag de responder por teléfono a las preguntas del público, tienen pinta de ser alguna fantasía que en la vida real jamás se atrevió a llevar a cabo.
La nota predominante en Dolor y gloria es un cierto pesimismo, teñido de nostalgia, que planea de principio a fin del relato. Recuerdos de la primera infancia, mezclados con la pesadumbre causada por los achaques de la edad. De lo cual se deriva esa apatía que transmite magistralmente Banderas y que encierra, en segundo plano, una reflexión a propósito de los fantasmas a los que debe hacer frente un afamado director de cine en horas bajas.
Muchas de dichas inquietudes son fruto de una necesidad acuciante de reconciliarse con el pasado, especialmente con amigos-amantes, llámense Alberto (Asier Etxeandia) o Federico (Leonardo Sbaraglia), a los que hace años que se perdió la pista. Otras angustias, por el contrario, tienen su origen en aquel primer deseo frustrado de la niñez, cuando Salvador era un chaval pobre que vivía en una cueva cuya única ventana al exterior eran los cromos de estrellas de Hollywood que regalaban con las tabletas de chocolate y "las películas proyectadas sobre un muro enorme encalado de blanco que olía a orines, jazmín y a brisa de verano".
Calificada en muchas críticas y comentarios como su película más íntima.
ResponderEliminarProbablemente. Por eso parece que Banderas vaya disfrazado de Almodóvar.
EliminarBeautiful blog
ResponderEliminarThank you very much indeed! Do you live in India?
EliminarUna de sus películas más equilibradas; sin duda, una obra de madurez, en más de un sentido.
ResponderEliminarUn abrazo.
Comparto tus palabras, Ricard. De hecho, la película transmite una cierta aura crepuscular.
EliminarUn abrazo.
Que tal Juan!
ResponderEliminarNo me entusiasmo especialmente, vamos, que no la incluiría en mis favoritas del director.
Saludos!
Pues fíjate que a mí me ocurre lo contrario: me parece que es uno de sus mejores títulos (como dice Ricard: "Una obra de madurez").
EliminarSaludos.