Director: Vincent Gallo
EE.UU./Canadá, 1998, 110 minutos
Buffalo '66 (1998) de Vincent Gallo |
Billy Brown acaba de salir de la cárcel, adonde fue a parar por haber apostado (y perdido) el dinero que jamás tuvo. No contento con recuperar la libertad, el hombre decide ir a ver a sus padres para presentarles a su esposa. Pequeño problema: Billy nunca ha estado casado... Es más: el señor y la señora Brown desconocen por completo la estancia de su hijo en prisión. Así que Billy rapta a la primera muchacha que se cruza en su camino y la obliga a acompañarlo para que finja que es su mujer.
Sólo un tipo tan rematadamente peculiar como Vincent Gallo podía haber escrito, dirigido y protagonizado Buffalo '66 (la música original del filme, por cierto, también es suya). De entrada, porque él mismo nació en esa ciudad del estado de Nueva York a la que alude el título, aunque no en el 66, sino cinco años antes. Pero es que, además, y por si no fuera poco, alguien que posee una colección de más de treinta mil vinilos y cuyo héroe de juventud fue Chris Squire (1948-2015), bajista y líder de la legendaria banda británica Yes, estaba predestinado a incluir un par de temas de dicho grupo en su ópera prima. Se trata de "Heart of the Sunrise", procedente del álbum Fragile (1972) y "Sweetness", extraído de su homónimo disco de debut Yes (1969).
El primero de ellos sirve de música de fondo para la escena del clímax, cuando el protagonista accede al interior del local de estriptis; el otro, una balada tan dulce como su propio nombre indica, suena mientras desfilan los créditos finales. Asimismo, los amantes del rock progresivo están llamados a disfrutar con otro de los momentos estelares de la película: la coreografía improvisada por Layla (Christina Ricci) al son de "Moonchild", aquella exquisitez de los primeros King Crimson que aquí ilustra los pasos de claqué ejecutados por la actriz sobre la pista de una bolera.
El caso es que, con semejantes ingredientes, Gallo pone de manifiesto influencias muy diversas. Hay algo de road movie a lo À bout de souffle (1960) en la huida hacia adelante de los personajes. O de la Gelsomina felliniana en Layla. Hasta Ozu, cuyo nombre figura en la matrícula del coche de la chica, está presente en el estatismo con el que son filmadas las escenas de sobremesa en el apartamento de los estrambóticos Brown. La historia, por supuesto, no tiene ni pies ni cabeza, aparte de que ni siquiera el síndrome de Estocolmo más agudo justificaría que Layla se preste a cumplir con tanta docilidad los designios de su raptor. Sin embargo, el milagro acontece de todos modos, uniendo a dos solitarios irredentos que, hasta ese entonces, no habían sabido muy bien qué hacer con sus respectivas vidas.
La he visto, estoy segura, pero debo decir que no es una película que ha quedado marcada en mi memoria... he tenido que ver el trailer para recordarla. Tal vez porque como dices, es una historia sin pies ni cabeza.
ResponderEliminarUn beso y espero estés pasando un bonito fin de semana!
(Disculpa la ausencia de mis comentarios, pero te voy leyendo...)
Es una película como mínimo curiosa, inusual viniendo de un actor de Hollywood.
EliminarSiempre agradecido por tus visitas y comentarios.
Besos.