Director: Javier Aguirre
España, 1970, 95 minutos
Pierna creciente, falda menguante (1970) de Javier Aguirre |
Un título en apariencia tan subido de tono como Pierna creciente, falda menguante (1970) podría hacer pensar, de inmediato, en la época del destape, cuando lo cierto es que se trata de una comedia musical rodada hace justo medio siglo. Una película de época, para más inri, cuya acción arranca en el San Sebastián de 1916, momento en el que el continente se desangraba a causa de una guerra mundial que para España, ironías del destino, iba a suponer el suculento negocio de venderle armas (o "mulas", según se dice en los diálogos...) a las potencias de uno y otro bando.
La nota característica de los personajes, por lo tanto, es una ampulosidad con la que el productor Dibildos y Antonio Mingote, autores del guion, pretenden burlarse del sacrosanto decoro que presidía las relaciones entre hombres y mujeres en aquella sociedad que, paradójicamente, encumbró a las cupletistas a la categoría de mito. En ese sentido, Rosario "La Criollita" (Emma Cohen) representa la personificación de todos los vicios: procaz, sensual y deslenguada, su atrevimiento suscitará el reproche de las señoras como Dios manda y llevará de cabeza a algún que otro caballero de alta alcurnia, como el circunspecto duque de Daroca (Fernando Fernán Gómez).
La segunda parte del filme, por contra, transcurre una década más tarde: estamos en 1926 y los usos y costumbres evolucionan a un ritmo vertiginoso. Ahora lo que se lleva es el charlestón y "La Criollita", que dejó los escenarios para casarse con un magnate del petróleo, ha cedido su corona a Lupe Cardoso (Laura Valenzuela), quien responde a un perfil de mujer mucho más moderna e independiente. Tanto es así que, rompiendo estereotipos, la joven compagina su carrera artística con los estudios universitarios de ingeniería química. De día, aprende formulación, juega al tenis y pinta paisajes; por las noches, en cambio, entona aquello de "Si vas a París, papá, ¡cuidado con los apaches!".
El eslogan con el que se publicitó la película ("Lo que nuestros abuelos no se atrevieron a contarnos: las mujeres decentes ¡también tienen piernas!") incidía en la idea de que la libido no es exclusiva de las demie-mondaines. Algo perfectamente equiparable a la situación que se vivía en aquella España de los primeros setenta en la que las minifaldas causaban furor y más de una protesta airada. Paralelismo sutil, que el público de aquel entonces captaba perfectamente, con el que se daba a entender que la historia es cíclica y que los remilgos pudibundos de hoy caerán mañana en el olvido.
Que tal Juan!
ResponderEliminarSabia de ella pero diría que no la he visto. Desde luego el eslogan era toda una declaración de intenciones...jeje
Saludos!
Ya lo creo. A mí me gusta especialmente una escena en la que Pepe Sacristán y Enriqueta Carballeira se comunican mediante un código de señales que hacen con el abanico.
EliminarSaludos.