Director: Arturo Ripstein
Méjico, 1978, 110 minutos
El lugar sin límites (1978) de Arturo Ripstein |
Fausto: Primero te interrogaré acerca del infierno.
Dime, ¿dónde queda el lugar que los hombres llaman infierno?
Mefistófeles: Debajo del cielo.
Fausto: Sí, pero ¿en qué lugar?
Mefistófeles: En las entrañas de estos elementos.
Donde somos torturados y permanecemos siempre.
El infierno no tiene límites, ni queda circunscrito
a un solo lugar, porque el infierno es aquí donde estamos
y aquí donde es el infierno tenemos que permanecer…
Christopher Marlowe, Doctor Fausto
Hasta tres figuras prominentes de la literatura hispanoamericana llegaron a colaborar en el guion de El lugar sin límites: el chileno José Donoso (adaptando su propia novela), el mejicano José Emilio Pacheco y el argentino Manuel Puig (aunque este último sin acreditar). Ante semejante nómina se hace difícil no sentirse inmediatamente atraído por una película de enorme valentía para la época en la que se rodó y que prefigura, en cierto modo, el universo de cineastas posteriores como Pedro Almodóvar.
Aun así, la sordidez del ambiente que describe no es gratuita, ya que tiene por objetivo denunciar los abusos del caciquismo, encarnados en el abyecto don Alejo (a quien da vida el mítico actor y director Fernando Soler, ya en el tramo final de su carrera), así como el cobarde machismo homófobo del que hacen gala determinados personajes, de los que Pancho sea, tal vez, el caso más cruel.
¿Y qué decir de la protagonista?: la Manuela que compone Roberto Cobo es uno de esos personajes inolvidables, como imperecedero fue el Jaibo que este mismo actor interpretara varios años antes en Los olvidados de Luis Buñuel. Conmovedora a la par que patética, la tragedia de Manuela representa la derrota de la delicadeza frente a la brutalidad del orden imperante, siempre dispuesto a coartar los bríos de la imaginación.
Aun así, la sordidez del ambiente que describe no es gratuita, ya que tiene por objetivo denunciar los abusos del caciquismo, encarnados en el abyecto don Alejo (a quien da vida el mítico actor y director Fernando Soler, ya en el tramo final de su carrera), así como el cobarde machismo homófobo del que hacen gala determinados personajes, de los que Pancho sea, tal vez, el caso más cruel.
¿Y qué decir de la protagonista?: la Manuela que compone Roberto Cobo es uno de esos personajes inolvidables, como imperecedero fue el Jaibo que este mismo actor interpretara varios años antes en Los olvidados de Luis Buñuel. Conmovedora a la par que patética, la tragedia de Manuela representa la derrota de la delicadeza frente a la brutalidad del orden imperante, siempre dispuesto a coartar los bríos de la imaginación.
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