sábado, 8 de junio de 2024

Freud, pasión secreta (1962)




Título original: Freud
Director: John Huston
EE.UU., 1962, 140 minutos

Freud, pasión secreta (1962) de John Huston


Mi intención no es más que la de presentar claramente, desde diversos puntos de vista, una cuestión nueva, nunca expuesta hasta ahora, y por este motivo me habré de permitir la libertad de continuar en páginas posteriores tales comparaciones, a pesar de su reconocida imperfección.

Sigmund Freud
Estudios sobre la histeria (1895)
Traducción de Luis López-Ballesteros y de Torres

Tres son los pensadores, nos dice la voz en off del propio John Huston al inicio de Freud (1962), que con sus teorías revolucionarias hicieron añicos la vanidad humana: Copérnico, Darwin y, por último, el médico vienés y padre del psicoanálisis (1856-1939). Así de contundente se muestra el director de este atípico biopic, academicista y un tanto plúmbeo, cuyo guion fue inicialmente escrito por el mismísimo Jean-Paul Sartre (ahí es nada), si bien después de múltiples retoques y desavenencias el nombre de este último quedaría fuera de los créditos oficiales.

El caso es que para el papel principal se eligió a un Montgomery Clift frágil y aquejado por diversos problemas de salud que, a diferencia de su experiencia previa en el rodaje de The Misfits (1961), donde Huston se habría mostrado más bien paternalista con él, tuvo que soportar ahora las iras (y aun el sadismo, según algunas fuentes) de un cineasta obsesionado con recalcarle continuamente su homosexualidad reprimida.



De todos modos, la interpretación del actor resulta más que convincente, quizá gracias a esa mirada perdida, fruto de un carácter atormentado por innumerables factores, entre ellos (aparte del alcoholismo y su ya mencionada orientación sexual) el aparatoso accidente de tráfico que tiempo atrás le había desfigurado por completo el rostro. Probablemente, nadie en Hollywood era el más indicado en aquel entonces para meterse en la piel de un personaje tan íntimamente ligado a la psicología moderna y al propio concepto de Inconsciente.

Filmada en elegante blanco y negro (con la figura del protagonista insistentemente encuadrada en ángulo contrapicado), la cinta combina el clasicismo de su puesta en escena con secuencias de carácter onírico en las que se representan los sueños y demás traumas de una sociedad burguesa, cargada de prejuicios retrógrados y, por ende, incapaz de asumir la trascendencia de las teorías freudianas. A este respecto, son especialmente memorables los episodios en los que Freud recibe los abucheos de sus propios colegas, así como la tensa relación entre el neurólogo y su colaborador, el doctor Breuer (Larry Parks).



4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Ya lo creo. Aun así, conviene no perder de vista que la película no sólo nos habla de él, sino que de alguna manera alude indirectamente a la intolerancia en términos generales, sobre todo en Hollywood. De ahí la relevancia de la escena en la que Breuer (interpretado por Larry Parks, actor víctima de persecución por su militancia comunista y que ya no volvería a actuar en ningún otro filme) se ve obligado a retractarse públicamente de su simpatía inicial hacia las teorías freudianas.

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  2. La vi hace mucho tiempo y recuerdo que no me gustó demasiado. El declive de Monty Clift ya era muy evidente.
    Saludos.

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    1. Sin embargo, yo creo que ese mismo declive le venía muy bien al personaje.

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