Título original: Les demoiselles de Rochefort
Director: Jacques Demy
Francia, 1967, 121 minutos
Las señoritas de Rochefort (1967) de Jacques Demy |
Tras el éxito cosechado por Les parapluies de Cherbourg (1964), filme íntegramente cantado y encantado, Demy contraatacaba con la otra cara de la moneda: una explosión de júbilo y tonos pastel cuya banda sonora corría de nuevo a cargo del sublime Michel Legrand, quien optaría al Óscar de aquel año gracias a una partitura sencillamente extraordinaria. A este respecto, Les demoiselles de Rochefort fue y será siempre una cinta que trasmite alegría de vivir merced a una puesta en escena, entre cómica e incluso paródica, con un punto naíf, que va más allá de los parámetros de lo que es estrictamente el género musical.
Sus personajes son seres puros, despreocupados, que habitan un espacio en el que jamás han regido las aburridas normas del mundo convencional. Por eso la señora Garnier (Danielle Darrieux) tuvo sus gemelas y, muchos años después, al pequeño Boubou a raíz de sendos deslices. Y de ahí, precisamente, que el seráfico Maxence (Jacques Perrin), con su inmaculado vestidito de marinero y su inverosímil cabello teñido de rubio, pueda saltar cada noche el muro de la caserna para ir en busca de su ideal.
Consciente de su condición de autor, Demy invoca los referentes de su generación y aun de su propio universo, con alusiones a la ciudad de Nantes (lugar de nacimiento del director y del ya mencionado recluta-pintor Maxence), Lola (1961) o Les parapluies... Juego de citas en el que también tienen cabida mitos tan dispares como Jules et Jim (1962), de su compañero de filas François Truffaut, o los musicales de Stanley Donen (homenaje, este último, subrayado por la presencia estelar en el reparto del mismísimo Gene Kelly: reclamo tan atractivo, para los espectadores de finales de los sesenta, como el que supuso contar con George Chakiris, célebre tras su participación en West Side Story).
Amores que vienen y van, con esa sencillez que únicamente es capaz de auspiciar el celuloide, durante un fin de semana en el que unos feriantes forasteros instalan su caravana en la soleada plaza del pueblo. Delphine (Catherine Deneuve) y Solange (Françoise Dorléac), hermanas a ambos lados de la pantalla, aprovecharán la ocasión para unirse al convoy rumbo a París: tierra prometida donde les aguarda el éxito en compañía de los hombres apuestos ante cuyos encantos, una y otra, acaban de sucumbir.
Sus personajes son seres puros, despreocupados, que habitan un espacio en el que jamás han regido las aburridas normas del mundo convencional. Por eso la señora Garnier (Danielle Darrieux) tuvo sus gemelas y, muchos años después, al pequeño Boubou a raíz de sendos deslices. Y de ahí, precisamente, que el seráfico Maxence (Jacques Perrin), con su inmaculado vestidito de marinero y su inverosímil cabello teñido de rubio, pueda saltar cada noche el muro de la caserna para ir en busca de su ideal.
Consciente de su condición de autor, Demy invoca los referentes de su generación y aun de su propio universo, con alusiones a la ciudad de Nantes (lugar de nacimiento del director y del ya mencionado recluta-pintor Maxence), Lola (1961) o Les parapluies... Juego de citas en el que también tienen cabida mitos tan dispares como Jules et Jim (1962), de su compañero de filas François Truffaut, o los musicales de Stanley Donen (homenaje, este último, subrayado por la presencia estelar en el reparto del mismísimo Gene Kelly: reclamo tan atractivo, para los espectadores de finales de los sesenta, como el que supuso contar con George Chakiris, célebre tras su participación en West Side Story).
Amores que vienen y van, con esa sencillez que únicamente es capaz de auspiciar el celuloide, durante un fin de semana en el que unos feriantes forasteros instalan su caravana en la soleada plaza del pueblo. Delphine (Catherine Deneuve) y Solange (Françoise Dorléac), hermanas a ambos lados de la pantalla, aprovecharán la ocasión para unirse al convoy rumbo a París: tierra prometida donde les aguarda el éxito en compañía de los hombres apuestos ante cuyos encantos, una y otra, acaban de sucumbir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario