miércoles, 22 de marzo de 2017

Los paraguas de Cherburgo (1964)




Título original: Les parapluies de Cherbourg
Director: Jacques Demy
Francia/Alemania, 1964, 88 minutos

Lo que pudo haber sido y no fue

Los paraguas de Cherburgo (1964) de Jacques Demy


¿Cómo es posible ver la última escena de Les parapluies de Cherbourg, aunque sea por enésima vez, sin que uno sienta un escalofrío en el espinazo? Por más que la nieve sea artificial; pese a que los actores sobreactúen como en los modernos culebrones televisivos. Ni que decir tiene que esa parte de opereta es lo que menos preocupaba a Jacques Demy, más interesado en el detalle preciosista de, por ejemplo, unos decorados que se distinguen por la viveza de su colorido. Definitivamente, el malogrado cineasta francés no sólo fue un maestro consumado en el terreno del musical, sino también un redomado esteta.

A cuyas sobresalientes dotes para la puesta en escena se unía, en esta ocasión, el talento de un Michel Legrand en estado de gracia, dando lugar a tan feliz maridaje que se hizo casi inevitable el que volviesen a repetir la fórmula tres años más tarde con Les demoiselles de Rochefort. Receta que, en este primer ensayo, se concretaba en el ingenioso eslogan que figura en el cartel de la película: "En musique, en couleurs, en chanté". Como en-cantados quedarían los académicos que la nominaron a cinco premios Óscar o el jurado que la recompensó con la Palma de Oro en Cannes.



Ya en el tráiler de avance los productores demostraban ser conscientes de estar alumbrando un hito en la historia del cine al equiparar el estreno de Les parapluies... con la aparición de, sucesivamente, la fotografía, el cinematógrafo y la posterior llegada del sonoro. Y sin duda que tenían razón, habida cuenta de la influencia que en el futuro ejercería el filme sobre el estilo de realizadores como Pedro Almodóvar, otro director que, al igual que Demy, ha destacado por su elegancia en el tratamiento de la imagen o el diseño de vestuario.

Su osadía queda patente desde el imposible plano de inicio: una insólita toma cenital en la que se supone que la cámara estaría situada en el interior de una nube desde la que vemos caer la lluvia en picado sobre los adoquines y los viandantes de Cherburgo. No es la única angulación inverosímil que contiene la cinta: el ulterior travelín en contrapicado extremo con el que se señalará la llegada de la primavera al recortarse las ramas floridas de los árboles contra las nubes revela la voluntad de su creador de marcar la diferencia respecto al cine convencional.

Porque no solamente el hecho de estar enteramente cantada hace de ésta una película excepcional: también contribuyeron a ello el atreverse a convertir en protagonista a una madre soltera o el abordar el tema del entonces reciente conflicto de Argelia, tratado indirectamente pero con unas consecuencias irreversibles sobre los destinos de Guy (Nino Castelnuovo) y Geneviève (Catherine Deneuve). Desde el frente, él le mandará una carta que contiene una de las líneas más bellas de todo el filme: "Hier soir une patrouille est tombée dans une embuscade et trois soldats sont morts. Je ne crois pas pourtant que le danger ici soit grand, mais, c'est étrange, le soleil et la mort voyagent ensemble." El sol y la muerte... Parece el título de una novela de Camus. En todo caso, en lo poético de la expresión se percibe como trasfondo el absurdo de la guerra, primera pieza del efecto dominó que acarreará la separación de los amantes: al igual que en la reciente La la land, lo que pudo haber sido y no fue se intuye dolorosamente en el desenlace tras el velo anodino de la realidad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario