Director: Fernando Fernán Gómez
España, 1956, 81 minutos
El malvado Carabel (1956) de Fernando Fernán Gómez |
Apuesto cualquier suma a que es ésta la vez primera que alguien os habla de Amaro Carabel. Sin embargo, hizo en el mundo algo más importante que aquella rana que sugirió a Galvani la sospecha de la electricidad; y esa rana es célebre y la amable oportunidad con que movió sus ancas sobre el cinc de un balcón es referida con encomio por todos los profesores de primera enseñanza.
Estoy asimismo seguro de que nunca ha llegado a vosotros el nombre de Alodia, la animosa y amable tía de Carabel; pero me negaré obstinadamente a creer que hay en la tierra una sola persona culta que desconozca a la madre de este hombre cuya historia escribimos.
Wenceslao Fernández Flórez
El malvado Carabel
Título irónico donde los haya, El malvado Carabel no es sino la historia de un buenazo. Que, harto de su mala estrella, decide un buen día probar fortuna como malo malísimo, a ver si así las cosas le van un poco mejor. Pero nada, ni por ésas: que el sujeto en cuestión está hecho de una pasta especial y no sabe ser ruin ni aun proponiéndoselo...
En ésta, como en tantas otras de sus películas, Fernando Fernán Gómez encarna a ese ser enclenque y anónimo, cómico sin pretenderlo y patético en su insignificancia, que termina resultando entrañable más por lástima que por méritos propios. Y claro: al final uno no tiene más remedio que reírse de ver lo torpe que llega a ser el tal Amaro de marras.
Siempre hay, por eso, una joven dispuesta a renunciar a un acomodado estomatólogo (un sacamuelas, para entendernos) con tal de darle una oportunidad al pobre oficinista que perdió su empleo. Y eso que la madre de la susodicha es una suegra en potencia que no ve con buenos ojos que su hija acompañe al altar a semejante inútil. A este respecto, Silvia (María Luz Galicia) es a Carabel lo que la savia al árbol, de ahí que la voz en off que apostilla las desventuras del protagonista remate su relato intentando consolarlo: "Bah, ¿qué importa? ¡Sonríe, Carabel! Te han vaciado el bolsillo, pero te han llenado de un golpe el corazón, ¿no? Y tú, a pesar de ser un hombre como otro cualquiera, sabes cuál es más importante de los dos".
Tercer largometraje dirigido por el actor, tras Manicomio y El mensaje, ambas de 1954, El malvado Carabel (1956) conserva el peculiar sentido del humor del que hace gala Wenceslao Fernández Flórez en la novela homónima. Por ejemplo, la terrible lucha que mantiene el protagonista con una caja de caudales; o, en clave picaresca, la disparatada ocurrencia de robar un niño para enseñarle a pedir limosna como a mozo de ciego. Otras agudezas, en cambio, (caso de un par de alusiones a la lengua catalana: requisito para optar a un empleo según reza un anuncio del periódico y breve conversación, en ese idioma, de un par de huéspedes en un hotel de lujo) parecen más bien una osadía, cosecha del propio Fernán Gómez, que a saber cómo pasaron la censura de aquel entonces.
Hola Juan!
ResponderEliminarNo la he visto, gracias por el enlace, me la veré. Con el gran "Fernando" de por medio seguro que me paso un buen rato.
Saludos!
Te lo puedo asegurar por propia experiencia, Fran. Y lo mismo digo de la novela de tu paisano Wenceslao Fernández Flórez.
EliminarUn abrazo