Directora: Lucrecia Martel
Argentina/Brasil/España/República Dominicana/Francia/Holanda/Méjico/Suiza/EE.UU./Portugal/Líbano, 2017, 115 minutos
Sin ser una película histórica en el sentido neto del término, Zama consigue transmitir, sin embargo, una extraña sensación de verosimilitud. Incluso a pesar de su insólita música incidental, cuya sonoridad recuerda, en determinados momentos, a la cítara del Anton Karas de El tercer hombre (1949). Con todo, ¿quién puede tener la certeza absoluta de cómo sonaba realmente el siglo XVIII o XIX? ¿Quién puede asegurarnos que los habitantes de una remota colonia conocían las partituras de los más insignes compositores europeos del momento? Visto así, "Amapola" es un tema tan válido para ambientar la trama como las sinfonías de Haydn y Mozart.
No era tarea nada fácil llevar a la pantalla la novela del argentino Antonio Di Benedetto (1922–1986), aunque, en manos de su compatriota Lucrecia Martel, la figura poliédrica de don Diego de Zama (Daniel Giménez Cacho) adquiere la trascendencia de un coronel Kurtz visto a través del prisma de lo real maravilloso. ¿O tal vez sea Vicuña Porto (Matheus Nachtergaele) el verdadero Kurtz de este largo viaje hacia la nada? La comparación es ociosa, por supuesto, pero viene a subrayar la evolución del protagonista: un hombre que es muchos hombres a la vez.
Martel se lamentaba esta tarde, en su paso por la Filmoteca de Catalunya, de que, frente a la omnipresencia anglosajona, cada vez sea más complicado hacer cine en español. La suya, aunque no lo parezca, es una película de bajo presupuesto, realizada en colaboración con multitud de productores (entre ellos Almodóvar o el actor estadounidense Danny Glover) de muy distintas nacionalidades. Lo cual acabó dando pie a innumerables anécdotas durante el rodaje: desde las tres esmirriadas gallinitas que aparecen aquí y allá (y que son siempre las mismas) hasta la escena de la llama, animal curioso por naturaleza y cuya "profesionalidad" resultó admirable en todas las tomas que fue necesario filmar.
Mientras leía viejas crónicas para documentarse, cuenta la directora que topó con cierto autor que, al describir el ambiente reinante en algún punto de la antigua colonia española, afirmaba ver, a todas horas, "indios insomnes" por doquier, incapaces de comprender lo que estaba sucediendo a su alrededor. Luego vendrían los Estados nacionales para acabar de empeorarlo todo. Zama retoma esa misma atmósfera de confusión, tal vez con la finalidad de cuestionar la estampa del macho machísimo sin fisuras que nos legó la historia, sustituyéndola, como el Aguirre (1972) de Herzog, por un individuo dispuesto a renunciar al mundo decadente de pleitesías y pelucas sudorosas, en el que ya no tiene cabida, para adentrarse, en pos de la gloria, en los confines del abismo.
No era tarea nada fácil llevar a la pantalla la novela del argentino Antonio Di Benedetto (1922–1986), aunque, en manos de su compatriota Lucrecia Martel, la figura poliédrica de don Diego de Zama (Daniel Giménez Cacho) adquiere la trascendencia de un coronel Kurtz visto a través del prisma de lo real maravilloso. ¿O tal vez sea Vicuña Porto (Matheus Nachtergaele) el verdadero Kurtz de este largo viaje hacia la nada? La comparación es ociosa, por supuesto, pero viene a subrayar la evolución del protagonista: un hombre que es muchos hombres a la vez.
Martel se lamentaba esta tarde, en su paso por la Filmoteca de Catalunya, de que, frente a la omnipresencia anglosajona, cada vez sea más complicado hacer cine en español. La suya, aunque no lo parezca, es una película de bajo presupuesto, realizada en colaboración con multitud de productores (entre ellos Almodóvar o el actor estadounidense Danny Glover) de muy distintas nacionalidades. Lo cual acabó dando pie a innumerables anécdotas durante el rodaje: desde las tres esmirriadas gallinitas que aparecen aquí y allá (y que son siempre las mismas) hasta la escena de la llama, animal curioso por naturaleza y cuya "profesionalidad" resultó admirable en todas las tomas que fue necesario filmar.
Mientras leía viejas crónicas para documentarse, cuenta la directora que topó con cierto autor que, al describir el ambiente reinante en algún punto de la antigua colonia española, afirmaba ver, a todas horas, "indios insomnes" por doquier, incapaces de comprender lo que estaba sucediendo a su alrededor. Luego vendrían los Estados nacionales para acabar de empeorarlo todo. Zama retoma esa misma atmósfera de confusión, tal vez con la finalidad de cuestionar la estampa del macho machísimo sin fisuras que nos legó la historia, sustituyéndola, como el Aguirre (1972) de Herzog, por un individuo dispuesto a renunciar al mundo decadente de pleitesías y pelucas sudorosas, en el que ya no tiene cabida, para adentrarse, en pos de la gloria, en los confines del abismo.
leí siempre muy buenas críticas de esta peli y nunca la miré, no sé el por qué... Martel es difícil ja, pero sin dudas es muy buena directora... saludos...
ResponderEliminarAmigo JLO: no es que Lucrecia Martel sea "difícil", sino que el resto del cine es demasiado fácil.
EliminarNo te demores más y apresúrate a ver "Zama": descubrirás una gran película que no te defraudará.
Gracias por tu visita y por tu comentario.