miércoles, 3 de enero de 2018

Le magasin des suicides (2012)




Título en español: La tienda de los suicidas
Director: Patrice Leconte
Francia/Bélgica/Canadá, 2012, 76 minutos



A las comodidades modernas falta añadir una sola cosa: una manera decente y fácil de abandonar el escenario; una salida trasera hacia la libertad o, como dije hace un momento, una entrada privada hacia la muerte. Esto, queridos compañeros rebeldes, es lo que proporciona el Club del suicidio...

Robert Louis Stevenson
El Club del suicidio
Traducción de Carlos Silvi

Totalmente inédita en España, Le magasin des suicides supuso la primera experiencia del realizador francés Patrice Leconte en el terreno de la animación. Tal vez debido a ello quiso aprovechar, ya que estaba, para darle un giro aún más radical a su filmografía, abundante en comedias amables tipo Les bronzés (1978) o Mon meilleur ami (2006), realizando un musical de temática macabra al estilo de Pesadilla antes de Navidad (1993).

Aunque, en realidad, la fuente directa de inspiración no fue tanto el universo de Tim Burton, sino la novela homónima de Jean Teulé en la que se recreaba un mundo tan triste que lo normal en él era quitarse la vida en lugar de disfrutarla y donde el niño "rarito" es Alan, el sonriente benjamín de la familia Tuvache que siempre está de buen humor...



Probablemente resulte inevitable tener una sensación de déjà vu ante un filme de tales características, pues, si bien posee una factura impecable a nivel artístico, la historia que cuenta nos hará pensar enseguida, aparte de en el ya mencionado Tim Burton y pelis como Sweeney Todd (2007), en referentes aún más antiguos, en la línea de, por ejemplo, La tienda de los horrores (1960).

Étienne Perruchon, por último, llevó a cabo un trabajo espléndido componiendo una banda sonora cuyas canciones transmiten la misma idea de lasitud que atenaza a los protagonistas. Por cierto: todos ellos llevan el nombre de algún insigne suicida: Mishima (como el escritor japonés), Lucrèce (en alusión a la matrona romana violentada por Tarquinio el Soberbio), Marilyn (por la Monroe), Vincent (o sea, van Gogh)... Pero, claro: conociendo al vitalista Leconte, ¿habrá quien dude que su película, a pesar de la mucha ironía que contiene, no es sino un canto a la vida?

Patrice Leconte

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