sábado, 9 de enero de 2016

Los niños de Hiroshima (1952)




Título original: Genbaku no ko
Director: Kaneto Shindô
Japón, 1952, 97 minutos

Los protagonistas con el Genbaku Dōmu de fondo


Los niños de Hiroshima fue seleccionada para participar en el festival de Cannes de 1953, con lo que su director se daba a conocer internacionalmente. Por primera vez, las autoridades japonesas permitían hablar en una película del tabú que incluso hoy representan las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki. Cierto que no pocas de las imágenes en ella contenidas son altamente tremendistas (en especial las que muestran el momento preciso de la explosión, el 6 de agosto de 1945), pero no menos verdad es que Japón necesitaba clamar ante el mundo por lo que había supuesto un atropello desproporcionado e injustificable.

Nobuko Otowa interpreta a la maestra Takako Ishikawa, quien aprovecha las vacaciones para visitar las ruinas de Hiroshima, su ciudad natal. Allí se dará cuenta de la cantidad de huérfanos que dejó el conflicto, así como de las secuelas aún visibles en edificios y personas. Uno de los niños que perdió a sus padres es el nieto de su antiguo vecino, al que intentará por todos los medios sacar del orfanato para llevárselo con ella. Pero antes deberá convencer a los abuelos de la criatura, quienes, a pesar de haber acabado en la indigencia, tienen en el pequeño a su único consuelo.

Especialmente emotiva es la escena en la que Takako visita una iglesia en busca de una antigua alumna suya. Todas las muchachas que forman el coro tienen sus caras desfiguradas por las quemaduras. Puesto que quienes lanzaron las bombas eran teóricamente cristianos, situar la acción en ese lugar, con las cicatrices y el crucifijo omnipresentes, se convierte en el modo más eficaz de denunciar la atrocidad cometida por las fuerzas aliadas.

Pero a pesar de lo mucho que falta por reconstruir, hay lugar para la esperanza: en ella hacen pensar los niños jugando en los colegios o en el río, la joven que (pese a su cojera y a haber perdido a sus padres) se muestra ilusionada ante su inminente matrimonio o, incluso, la conmovedora sombra de aquel hombre que quedó impresa sobre unos peldaños como único resto pero cuyos pensamientos permanecerán también allí para siempre.



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