Director: Jonás Trueba
España/Francia, 2024, 114 minutos
Volveréis (2024) de Jonás Trueba |
Un autor ha dicho que el amor-recuerdo es el único feliz. Esta afirmación, desde luego, es muy acertada, con la condición de que no se olvide que es precisamente ese amor el que empieza haciendo la desgracia del hombre. El amor-repetición es en verdad el único dichoso. Porque no entraña, como el del recuerdo, la inquietud de la esperanza, ni la angustiosa fascinación del descubrimiento, ni tampoco la melancolía propia del recuerdo. Lo peculiar del amor-repetición es la deliciosa seguridad del instante.
Søren Kierkegaard (1813-1855)
La repetición
Traducción de Demetrio Gutiérrez Rivero
Lo ha vuelto a hacer: película tras película, el menor del clan Trueba ("Si menor en años, mayor en prez", que diría Valle-Inclán) se supera a sí mismo con la solvencia de quien ha mamado el cine desde su más tierna infancia y, por tanto, destila en todo lo que hace una suerte de frescura y destreza difícilmente igualables. Su último largometraje, Volveréis (2024), premiado en Cannes y protagonizado por Itsaso Arana, su pareja en la vida real, y esa especie de nuevo Resines que es Vito Sanz, pasa por ser una comedia romántica un tanto sui géneris, si bien dicha etiqueta, como todos los términos convencionales, al fin y al cabo, resultaría cuando menos discutible.
Y es que tras esa idea en apariencia frívola de celebrar las rupturas se esconde, en realidad, una reflexión bastante más dramática de lo que cabría esperar en torno a la trascendencia que realmente tienen las relaciones sentimentales. En ese orden de cosas, lo que aquí se plantea no deja de ser una relectura en clave moderna de lo ya expuesto por algunos filósofos decimonónicos (véase la cita del danés Kierkegaard que encabeza estas líneas y que en el filme es citada en un par de ocasiones) precursores de lo que un siglo después daría en denominarse existencialismo.
Una profundidad que, sin embargo, no está reñida con el tono cotidiano y hasta divertido de la mayor parte de situaciones y diálogos (los propios protagonistas, por cierto, Arana y Sanz, han colaborado en el guion). Así pues, el círculo de amistades y conocidos de la pareja (atención a la gran cantidad de cameos e intervenciones fugaces de algunos de los intérpretes que han ido participando a lo largo del tiempo en anteriores títulos del director, desde Sigfrid Monleón hasta Francesco Carril, pasando por Isabelle Stoffel o la joven Candela Recio, cuyo rostro se divisa entre los asistentes a la fiesta final) reaccionará con asombro o desconcierto ante el inusitado anuncio de separación de Ale y Álex.
Por último, el filme que nos ocupa encierra también un interesante juego metacinematográfico (impagable la escena en la que los personajes discuten a propósito de 10, la mujer perfecta (1979)) repleto de referencias y guiños cinéfilos, a menudo autoreferenciales. Tal sería el caso, por ejemplo, de haberle dado el papel de padre a Fernando Trueba o de esa otra película que discurre en paralelo y cuya directora, la misma Ale, se parece tanto a la chica de Álex. Elementos que, en definitiva, por todo lo que tienen de mitomanía personal (también se incluye, de pasada, una visita a la tumba de Truffaut en Montmartre), entroncan a la perfección con el título de ese libro de Stanley Cavell (1926-2018) que el suegro le presta a su ya casi ex nuera: El cine, ¿puede hacernos mejores?
Todo muy cinematográfico o quizá muy cinéfilo.
ResponderEliminarAmbas cosas le pegan bastante al cine de Jonás Trueba.
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