Director: Antonio Sau Olite
España, 1937, 58 minutos
Aurora de esperanza (1937) de Antonio Sau |
Deliciosamente panfletaria, Aurora de esperanza fue (ya desde su propio título: "cargado de futuro", que diría el poeta) una de esas aventuras descabelladas que sólo las circunstancias históricas y el arrojo romántico de un puñado de milicianos del Sindicato de la Industria del Espectáculo hicieron posible. Porque la verdadera utopía en aquella hora trágica no consistió en proclamar la revolución anarcosindicalista o el socialismo libertario, sino en sacar adelante, con la que estaba cayendo entonces, un largometraje de ficción.
Filme de puño en alto y mirada en lontananza, rodado en régimen de cooperativa, pero en el que, sin embargo, siguen estando presentes los mismos prejuicios de la sociedad patriarcal contra la que, teóricamente, se pretendía luchar. ¿Cómo se explica, si no, el rol sumiso que adopta Marta (Enriqueta Soler) frente a su marido? Sobre todo en la escena en la que Juan (Félix de Pomés) sorprende a la esposa en lo que, según la lógica interna del relato, adquiere visos de bochornosa afrenta y que, en realidad, no es otra ocupación sino trabajar como modelo de lencería en el escaparate de unos grandes almacenes.
Una toma de conciencia, la del obrero en paro, que pese a encabezar la multitudinaria "Marcha del hambre" y pedir mayor justicia social, aún no ha logrado la plena emancipación respecto a los escrúpulos pequeñoburgueses que todavía anidan en su subconsciente. Y es que este Juan tiene algo del Pedro Crespo calderoniano. Por lo menos es igual de orgulloso que aquel labrador, castellano viejo, y no dudará en rechazar de malas maneras la "bazofia inmunda, propia para cerdos" que le ofrecen los voluntarios del Auxilio Social.
Es la misma arrogancia que le impide entrar, en compañía de sus correligionarios, en el pueblo en el que se hallan su mujer y sus dos hijos porque, según él dice: "Morirían de pena si me vieran en este estado..." Con todo y con eso, hay algún momento (pocos, aunque es ahí donde radica una de las principales bazas de la película) en el que se procura eludir la distinción maniquea entre la masa proletaria y las fuerzas de orden público. Es el caso del policía que deja en libertad a Juan después de que éste se haya regalado a base de bien (y sin pagar ni un duro, como el Charlot de Tiempos modernos) en el Restaurante Joanet de la Barceloneta. Prueba de una fraternidad incipiente, el umbral de una nueva era que jamás llegaría a concretarse, pero que llevará al protagonista, en la patética escena final junto a su esposa, a prorrumpir en los siguientes términos: "¡Qué importan hoy los dolores de ayer! Mira sólo al porvenir: ¡la Revolución está en marcha! Emociónate conmigo: goza de este esplendoroso amanecer, que es como una bella aurora de esperanza..."
Que tal Juan!
ResponderEliminarResultan muy interesantes las lecturas que haces sobre la pelicula. No hay duda de que el cine es una herramienta magnifica y funciona a la perfección como radiografia de la sociedad del momento. Te agradezco que subas el enlace, me la vere con interes.
Saludos!
Si te interesa el período histórico, hay otra película que puede considerarse complementaria de ésta: "Barrios bajos" (1937) de Pedro Puche, igualmente libertaria y rodada en la Barcelona republicana.
EliminarEspero que la(s) disfrutes.
¡Salud!
Juan