Director: Gonzalo Suárez
España/Francia, 1974, 83 minutos
La loba y la paloma (1974) de Gonzalo Suárez |
Entre los muchos engendros concebidos por Gonzalo Suárez a lo largo de su irregular carrera se encuentra este filme de reducido reparto y espléndidos exteriores asturianos. Y que, como volvería a suceder dos años más tarde en Beatriz (1976), estaba protagonizado por una exuberante Carmen Sevilla.
El argumento de La loba y la paloma, un tanto previsible y pillado por los pelos, lo escribieron conjuntamente el propio Suárez y Juan Cueto, con quien ya había colaborado en el guion de Morbo (1972). Gira en torno a una codiciada estatuilla prehistórica, hecha de oro y piedras preciosas, cuyo paradero sólo es conocido por una joven muda (Muriel Catalá): la hija del hombre que halló la pieza en una gruta frente al mar y que murió asesinado a manos de su socio. María, testigo accidental del brutal suceso, perdió a consecuencia de ello el habla y el juicio, por lo que se hará difícil dar con el tesoro.
Aparte de las ya mencionadas Carmen Sevilla y la francesa Muriel Catalá, el resto del elenco de actores lo formaron el británico Donald Pleasence (1919–1995) en el papel de Martín Zayas; el norteamericano (aunque afincado en Gran Bretaña) Michael Dunn (1934–1973), quien interpreta al diminuto Bodo; Aldo Sambrell (1931–2010), dando vida al bestial Atrilio, y José Jaspe (1906–1974), encargado de meterse en la piel de Acebo, el padre de María. Un dato curioso: ni Dunn ni Jaspe llegaron a ver estrenada la película, puesto que ambos fallecieron antes de septiembre del 74.
Los espacios claustrofóbicos, así como un cierto ambiente de pesadilla, presiden buena parte de la película, rodada entre Villaviciosa, Llanes y otras pequeñas localidades del litoral cantábrico. Vista con cuarenta años de distancia, La loba y la paloma aparece envuelta de un candor completamente ajeno a la voluntad de quienes la crearon, probablemente porque ni Carmen Sevilla parece la mejor opción para un papel de semejantes características ni el incipiente erotismo de la cinta contribuye a mantener vivo el espíritu de thriller psicológico con el que fue concebida.
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