Título alternativo: Trampa al amanecer
Director: Juan Bosch
España, 1959, 80 minutos
A sangre fría (1959) de Juan Bosch |
Me pregunto si David Lynch tuvo en mente el inicio de A sangre fría de Juan Bosch (cámara subjetiva desde el interior de un automóvil que avanza a toda velocidad por una desierta carretera secundaria) a la hora de concebir el arranque de Lost Highway (1997). Probablemente no. Pero quienes sí que tuvieron en cuenta la película del insigne representante del "Policíaco catalán" (como lo llaman en Madrid) fueron los directivos de Columbia Pictures que en 1967 comprobarían, con estupor, cómo una modesta producción nacional ya había registrado años atrás el mismo título que ahora llevaba la adaptación cinematográfica de la novela de Truman Capote. Bueno, total: que la todopoderosa industria americana, a la sazón potencia colonizadora del mercado patrio, impuso a su pírrica filial española que, a partir de entonces, la que había sido A sangre fría pasase a ser explotada comercialmente bajo el título de Trampa al amanecer.
Curiosa anécdota ligada a un filme que, a decir verdad, no tenía nada que envidiar al mejor cine negro de Serie B made in Hollywood. De hecho, todos los actores del reparto, incluidos los galanes Carlos Larrañaga y Arturo Fernández, fueron doblados por los mismos profesionales que prestaban su voz a las producciones americanas, por lo que el resultado final no sólo parecía, sino que sonaba como una película realizada en aquel país. Algo que, en buena medida, también se debió a la portentosa partitura jazzística ejecutada por José Solá y su orquesta para la banda sonora.
Y, sin embargo, los exteriores, las calles, los ambientes... Todo en A sangre fría (perdón: Trampa al amanecer...) remite a la Ciudad Condal: una Barcelona aún de adoquines y fábricas grises, pero en la que fácilmente se reconocen el Hospital Clínico, el puerto y otros enclaves emblemáticos. "A las ocho menos cuarto estarás en la esquina Córcega-Nápoles", le ordena Manuel al más novato de sus compinches. Y uno no puede más que esbozar una sonrisa al ver convertido un lugar de paso cotidiano en el escenario de una peli de atracadores de hace casi sesenta años.
Porque habrán pasado seis décadas, pero Barcelona sigue siendo bona sólo cuando la bossa sona. El joven Carlos (interpretado por un no menos jovencísimo Carlos Larrañaga) lo comprueba en sus propias carnes en la típica historia con botín a repartir, femme fatale y desenlace ejemplarizante / disuasorio: el ascenso y caída del muchacho de extracción social humilde, a menudo hijo de la inmigración, que se deja arrastrar por los delirios de grandeza de quien aspira a huir de la miseria por la vía fácil es un esquema que durante esos años el cine y la literatura repetirán hasta el hartazgo, dejando para la posteridad especímenes tan notables como el Pijoaparte de Marsé.
Arturo Fernández (Manuel) apuntado a través del espejo |
hola, vengo del blog de Fran, para comprobar que el pez grande siempre se come al más chico. Gran sorpresa (o menuda como dicen ustedes) se habrán llevado al toparse con ese título.
ResponderEliminarPor todo lo que dices ¡tengo que ver esta película!
Saludos!
Bien, Frodo: encantado de recibirte y de que mi texto te haya motivado a querer descubrir un filme que te aseguro no te defraudará.
EliminarSaludos desde Barcelona y hasta pronto,
Juan
Para el que quiera verla, acá está en descarga directa
ResponderEliminarhttps://mega.nz/file/LMxhWJIT#splAYy-67lnkzrUcrvew4sBiGbGe65zuUaLhUxqNToY
¡Muchas gracias, compañero!
EliminarUn saludo.
Espléndida película negra y un comentario a la altura, Juan.
ResponderEliminarSaludos.
Muchas gracias, Antonio.
EliminarSaludos.