domingo, 18 de noviembre de 2018

Carretera perdida (1997)




Título original: Lost Highway
Director: David Lynch
EE.UU./Francia, 1997, 134 minutos

Carretera perdida (1997) de David Lynch


De todas las películas de Lynch, Carretera Perdida es la más asombrosa en virtud de la confusión de las pistas narrativas y del modo en que permite acumular las hipótesis de interpretación. En ella, el cineasta demuestra un talento consumado a la hora de distribuir señales ambiguas, para crear un clima de conspiración permanente y modelar las atmósferas.

Thierry Jousse
Cahiers du cinéma
Traducción de Antonio Francisco Rodríguez

Avanzamos a toda velocidad sobre la línea discontinua de una autopista en plena noche. De fondo, la voz angustiada de Bowie entona una canción de ritmo trepidante. Amarillo y negro: todo aquel que haya visto Lost Highway habrá reconocido de inmediato en esta descripción la escena que abre y cierra la película. Sin embargo, lo que ocurre entremedias es un poco más difícil de precisar...

Vamos a ver: hay un saxofonista cachas (Bill Pullman) al que luego encarcelan por haber, supuestamente, asesinado a su mujer (Patricia Arquette), una morenaza que, como sucedía en Vértigo (1958) de Hitchcock, reaparecerá más tarde convertida en femme fatale, con otro nombre y teñida de rubio. También él se transforma, así por las buenas, en un joven mecánico (Balthazar Getty), acosado por un gánster de medio pelo que se parece a Jesús Puente (Robert Loggia) y un hombrecillo repulsivo con la cara pintada de blanco (Robert Blake).



Intentar analizar el sentido de una película del estilo de Carretera perdida es tarea tan ingente como inútil, básicamente porque lo que vemos en pantalla aparece planteado en términos de viaje mental esquizoide carente de toda lógica o interpretación posible. Se percibe, eso sí, ese aire de pesadilla gótica que David Lynch aprende del Bergman de La hora del lobo (1968) y que está presente a lo largo de toda su filmografía, ya desde la fundacional Cabeza borradora (1976).

El crítico de Cahiers Thierry Jousse, en la monografía dedicada a Lynch que citamos al frente de estas líneas, concluye que "el director es una especie de chamán, de médium que busca el trance del espectador a fin de despertar las zonas anestesiadas de su cerebro". Con sumo éxito, añadimos nosotros, habida cuenta del lleno total que se producía esta tarde en la sala grande de la Filmoteca de Catalunya, poniendo de manifiesto una vez más (por si no estuviese ya suficientemente claro) el enorme poder de convocatoria de uno de los cineastas clave en la historia del cine.


2 comentarios:

  1. Llena de sugerencias y de sombras que no contribuyen a su inteligibilidad pero sí a su capacidad de fascinación.

    Saludos.

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