Título original: Terra em Transe
Director: Glauber Rocha
Brasil, 1967, 111 minutos
Tierra en trance (1967) de Glauber Rocha |
Tierra en trance y, sin embargo, lo primero que vemos en pantalla es la inmensidad del océano, acompañada de cantos de origen africano. Glauber Rocha, realizador iconoclasta donde los haya, volvía al ataque, más combativo que nunca, dispuesto a denunciar la demagogia de los poderosos y arremetiendo contra todo lo establecido: "Las plazas pertenecen al pueblo como los cielos pertenecen al cóndor".
Eldorado, país imaginario en el que se desarrolla la acción, comparte no pocos de sus problemas con la mayoría de estados latinoamericanos: corrupción, pobreza, analfabetismo. En una palabra: subdesarrollo. Porque con esa estética del hambre adoptada por Rocha lo que el cineasta brasileño está realmente enarbolando es la defensa del tercer mundo en oposición a los abusos especulativos del capital imperialista, simbolizado en la película por las injerencias de la multinacional EXPLINT (Compañía de Explotaciones Internacionales).
Aunque también la televisión recibe alguna que otra pulla, mostrando bien a las claras cómo el canal del empresario Julio Fuentes (Paulo Gracindo) es utilizado como arma electoral para desacreditar al candidato conservador. En cualquier caso, los personajes se dirigen al espectador en no pocas ocasiones, mirando directamente a cámara.
En ese caos barroco de líderes políticos a cuál más degenerado, el poeta y periodista Paulo Martins (interpretado por Jardel Filho) se dejará querer por unos y por otros, populistas y conservadores, hasta desembocar en un desencanto que le hará prescindir de la contienda social. Triste destino para quien podría haber desempeñado una función clave en la lucha de clases y que, en cambio, no logra sobreponerse a la impotencia que le causa el enfrentarse a una realidad en la que todo individuo tiene un precio y, por ende, es susceptible de ser corrompido (él el primero).
En ese caos barroco de líderes políticos a cuál más degenerado, el poeta y periodista Paulo Martins (interpretado por Jardel Filho) se dejará querer por unos y por otros, populistas y conservadores, hasta desembocar en un desencanto que le hará prescindir de la contienda social. Triste destino para quien podría haber desempeñado una función clave en la lucha de clases y que, en cambio, no logra sobreponerse a la impotencia que le causa el enfrentarse a una realidad en la que todo individuo tiene un precio y, por ende, es susceptible de ser corrompido (él el primero).
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