Director: Eryk Rocha
Brasil, 2016, 92 minutos
Se me perguntarem o que é a minha pátria, direi:
Não sei. De fato, não sei
Como, por que e quando a minha pátria.
Mas sei que a minha pátria é a luz, o sal e a água
Que elaboram e liquefazem a minha mágoa
Em longas lágrimas amargas.
Vinícius de Moraes
"Pátria minha"
En tanto que hijo y heredero de uno de los cineastas más brillantes que jamás haya dado Latinoamérica, Eryk Rocha (Brasilia, 1978) toma sobre sus hombros la responsabilidad de contar mediante un documental en qué consistió el movimiento artístico al que pertenecieron tanto su padre como el resto de compañeros de generación enmarcados en el denominado Cinema Novo brasileño. Son los Carlos Diegues, Ruy Guerra, Joaquim Pedro de Andrade o Paulo César Saraceni, entre muchos otros, quienes, con su testimonio a través de imágenes de archivo, dejan constancia de qué es lo que se proponían hacer tomando una cámara en sus manos.
Como es lógico, el montaje juega un papel indispensable en un filme de tales características, en especial a la hora de seleccionar las escenas más significativas del corpus cinematográfico que nos legaron dichos autores: Barravento (1962), Dios y el diablo en la tierra del sol (1964), Tierra en trance (1967), Antonio das Mortes (1969) del propio Glauber Rocha; el filme colectivo Cinco vezes Favela (1962); La fallecida (1965) de Leon Hirszman o Macunaíma (1969) del ya mencionado de Andrade son sólo algunos ejemplos de la inmensa galería de películas citadas a lo largo del documental.
Aunque la labor llevada a cabo en Cinema Novo no se limita únicamente a un mero recuento de títulos, sino que, sobre todo, se subraya el compromiso político y social de unos autores conscientes de que podían llegar a cambiar la realidad a través de las historias que filmaban, premisa que pasó, previamente, por la aceptación de la pertenencia de Brasil al tercer mundo. Por eso, todos y cada uno de aquellos jóvenes directores se reconocen en sus declaraciones activistas antes que artistas, dispuestos a denunciar, armados únicamente con el poderoso objetivo de su cámara, las injusticias de la sociedad en la que viven.
Porque crear un cine nuevo implica forzosamente la creación de un mundo mejor, algo que no sólo pone de manifiesto el carácter revolucionario de aquel movimiento, sino también la voluntad de los miembros que lo integraron de aportar su particular grano de arena para la transformación del país. Deseo que se refleja, simbólicamente, en todos esos personajes a los que vemos correr en distintas secuencias extraídas de los filmes analizados, avanzando desesperadamente frente a una cámara que los capta en travelín, ajenos al hecho de que su lucha, anclada en un presente miserable, quedaría eternamente registrada para la posteridad.
El realizador Eryk Rocha |
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