España, 1972, 86 minutos
Quiero que me mates. No puedo vivir entre estos árboles carbonizados en esta casa, a oscuras, sentada en la silla oyendo lo que tú has visto a escondidas. ¡Ojalá el rayo me hubiera caído encima! ¡Ojalá no me hubiera salvado de las llamas...!
Alicia (Ana Belén) y Diego (Víctor Manuel) son una joven pareja de recién casados que, con su coche rojo y una caravana cargada con los (en opinión de ambos) inútiles regalos de boda, se disponen a iniciar en el campo su luna de miel. Principio de una vida en común y preludio de las primeras fisuras en la relación que los une. Y todo por su incontrolada "atracción hacia los acontecimientos desagradables" que se irán sucediendo a su alrededor. Porque esa es, precisamente, según el diccionario, la tercera acepción de la palabra morbo.
No se puede decir que Gonzalo Suárez y Juan Cueto escribiesen un filme de suspense convencional. En ese sentido no hay trampa ni cartón, como lo demuestra el hecho de que la película comience con una escena en la casa abandonada donde tendrá lugar el desenlace: la voz en off de los antagonistas manteniendo una sobrecogedora conversación en la que ella, mientras presumiblemente se prueba un traje de novia, se lamenta de la belleza perdida como consecuencia de un incendio hace que, nada más empezar, desaparezca buena parte del misterio, puesto que con los indicios que recibe el espectador ya puede hacerse una idea de lo que acabará sucediendo.
Más bien habría que hablar, entonces, de thriller psicológico, reforzado por el uso sistemático de metáforas visuales que traducen en imágenes lo que están viviendo Alicia y Diego, como la pareja de hámsteres enjaulados que se acaban devorando o la oruga negra que trepa por el muñeco de la novia del pastel nupcial, la misma novia en cuyos ojos alguien clavará una horquilla...
En definitiva, cabe suponer que Morbo intentaba ser una sátira cruel del matrimonio burgués como institución obsoleta y represora, pero (ironías del destino) para lo que sirvió realmente fue para que Víctor y Ana mantuviesen un idilio durante el rodaje que, poco después, se concretaría en una sólida relación de pareja que aún dura hoy en día...
Mención aparte merece la excelente banda sonora que compuso para la ocasión el francés Jacques Denjean (1929-1995) y que, gracias a la magia de internet, es posible escuchar íntegramente a través del blog https://estudiodelsonidoesnob.wordpress.com/2014/03/.
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