España, 1940, 84 minutos
La Malquerida (1940) de José López Rubio |
El que quiera a la del Soto
tiene penas de la vida:
por quererla quien la quiere
la llaman la Malquerida.
Adaptación cinematográfica del drama homónimo de Jacinto Benavente que se rodó en los estudios Orphea de Barcelona bajo la dirección de José López Rubio. Cuenta la historia de la aldeana Acacia (Luchy Soto), una joven cortejada por unos y por otros y cuyo padrastro (Jesús Tordesillas) la intentará seducir infructuosamente.
Una evidente impronta folclórica, casi pintoresquista, está muy presente a lo largo de un filme que pretendía captar la esencia del medio rural castellano: los vestidos tradicionales que lucen las mujeres en la corrida de toros de Oropesa (Toledo), la serenata que dedican los mozos del pueblo a Acacia o, simplemente, la forma de hablar (y de escribir) de los lugareños son sólo algunos ejemplos que ponen de manifiesto una actitud, por parte de López Rubio, a medio camino entre lo antropológico y el costumbrismo tradicionalista de corte romántico.
Quizá debido a ello, los valores tanto implícitos como explícitos que se desprenden del argumento obedecen a un marcado conservadurismo, según el cual la mujer debe vivir supeditada a los dictados del hombre. De ahí que Esteban (Jesús Tordesillas), quien también ejerce de cacique en la hacienda de El Soto, se sienta totalmente legitimado en sus aspiraciones a doblegar la voluntad de madre e hija. Para lo cual irá tejiendo un complejo entramado con la finalidad de acabar con la vida de Faustino (Carlos Muñoz) y la de Norberto (Julio Peña).
Por eso resulta tan fácil establecer un paralelismo entre la situación concebida por el Nobel Benavente y la de algunos mitos presentes en la tragedia griega: la debilidad del padrastro es equivalente a la de Fedra y el destino, en ambos casos, acabará sentenciando sin miramientos: la sangre de la madre (Társila Criado) adquiere, entonces, un valor redentor que la equipara con Cristo.
En el apartado técnico, merece ser destacada, por último, la música que el compositor Jesús Guridi creó para la ocasión, todo un lujo si se tiene en cuenta la relevancia que el vasco llegaría a adquirir en el ámbito musical internacional.
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