Director: León Klimovsky
España, 1972, 102 minutos
La casa de las Chivas (1972) de León Klimovsky |
A veces los hombres siembran la muerte en el surco familiar. Intuyen, saben, ignoran o fingen ignorar la cosecha de odio entre los hermanos. Sucede en todas las guerras civiles. Nadie sabe con certeza quién encendió la mecha, pero el hecho está ahí. El hecho real, lo que no tiene duda, es el hermano desaparecido en el frente, es la simple tirria al vecino que se encona hasta el odio o la pierna amputada o la cara del tipo que arrastró a la hija hasta la cuadra, una cara que permanecerá tatuada en el cerebro mientras a uno le dure la cuerda. Discrepancias, rencores, odios: es el reino de la confusión. En lo único que al parecer estaba de acuerdo aquella generación de españoles era que no había otro camino que el de la guerra.
Jaime Salom
La casa de las Chivas
Versión novelada por Elisabeth Szél y Cristóbal Zaragoza
El éxito rotundo cosechado por una pieza teatral que se atrevía a abordar en plena dictadura franquista temas tabú como la guerra civil o la prostitución se tradujo inmediatamente en su correspondiente adaptación cinematográfica. Cuyo trío de guionistas (José Luis Garci, Carlos Pumares y Manuel Villegas López) no necesita presentación. Tampoco el director de la cinta, el argentino León Klimovsky: profesional de acreditada solvencia, curtido en la realización de filmes de todo tipo, ya fuesen wésterns, biopics o películas de terror como La noche de Walpurgis (1971).
No cabe duda de que la combinación de erotismo y trasfondo ideológico propuesta por el dramaturgo Jaime Salom (1925-2013) resultó potencialmente atractiva en un país que llevaba treinta años reprimido por la estricta censura del régimen. Máxime si se tiene en cuenta que los soldados protagonistas de este drama en dos actos pertenecen al bando republicano, pese a que en ningún momento se haga alusión explícita a ello. Osadía doble a partir del momento en el que los combatientes se hospedan en casa de un anciano cuya hija mayor, Petra (interpretada por Charo Soriano), se acaba prostituyendo a cambio de víveres.
Aunque la llegada de un personaje moralmente íntegro a ese espacio cerrado y corrompido por los avatares de la guerra supondrá un revulsivo en las vidas de quienes allí habitan. De entrada, Juan (Simón Andreu) contrasta con la brutalidad de los demás hombres a causa de su afición a los libros: lector asiduo de Pascal, misteriosamente esquivo, los ademanes pulcros del apuesto chófer del coronel atraerán enseguida el interés de Trini (María Kosty), hermana menor de Petra y, como ésta, heredera del carácter libidinoso de la Chiva: madre de ambas que un día abandonó el seno familiar para entregarse a la vida disoluta. Pero conforme avance la acción irá quedando meridianamente clara la vocación sacerdotal de Juan, lo cual redime a Petra (especie de María Magdalena moderna) en la misma medida que condena a la despechada Trini a buscar consuelo en los brazos de Mariano (Ricardo Merino), sargento un tanto rudo con el que ésta acabará amancebándose.
En líneas generales, no puede decirse que la versión fílmica de La casa de las Chivas esté precisamente a la altura del texto teatral, ya que, al margen de la escasa credibilidad de la mayor parte de actuaciones del reparto —histriónicas, pero desprovistas de emoción sincera— la machacona banda sonora de Carlos Laporta no hace sino restarle dramatismo a lo que debiera haber sido un cuadro estremecedor de nuestra contienda. Con todo y con eso, debe tenerse en cuenta que el paso del tiempo no suele sentarle demasiado bien a según qué propuestas del cine español, sobre todo cuando, como en el caso que nos ocupa, partían de un material tan sumamente espinoso para la época.
Magnífica la obra teatral de Jaime Salom, no así la película que, sin embargo, no deja de tener su encanto.
ResponderEliminarEros y tánatos se dan la mano en un espacio ocupado por individuos que, sabedores de que su vida pende de un hilo, se entregan a los placeres de la carne con la desesperación de los condenados a muerte.
Eliminar