jueves, 9 de enero de 2020

El jeque blanco (1952)




Título original: Lo sceicco bianco
Director: Federico Fellini
Italia, 1952, 86 minutos

El jeque blanco (1952) de Federico Fellini


El jeque blanco supone el inicio de la colaboración con Tullio Pinelli en el guion, quien será, junto con Ennio Flaiano a partir de Los inútiles, el responsable de la dramaturgia de todas las películas del cineasta hasta Giulietta de los espíritus. También supone el encuentro con el compositor Nino Rota, que encontrará en el universo felliniano un punto perfecto de ajuste a su singular poética sonora.

Àngel Quintana

Él es el típico meapilas, de los que se lo toman todo muy a pecho; ella, en cambio, responde al perfil de muchachita mojigata y algo soñadora. Ambos provincianos, recién casados, de luna de miel en Roma. Con su vasto legado monumental de belleza decadente, la Ciudad Eterna recibe en su seno a la pareja, que se dispone a descubrir, según el meticuloso programa que ha diseñado el bueno de Ivan (Leopoldo Trieste), los encantos del foro, el Coliseo o el Altar de la Patria.

Pero la joven esposa, una ingenua romántica llamada Wanda (Brunella Bovo), alberga su propia fantasía, que forjó, a lo largo de tantísimas horas de lectura solitaria, en su cándida mente de voraz consumidora de fotonovelas. Y, ni corta ni perezosa, decide plantarse en el estudio que las produce, con la vaga intención  de conocer a su héroe predilecto...



Quienes hayan leído las comedias de Jardiel Poncela a buen seguro que reconocerán en Lo sceicco bianco determinados detalles que les resulten familiares. Como esos personajes ridículamente aristocráticos cuyo drama íntimo no puede por menos que hacernos sonreír. A este respecto, Wanda vendría a ser una especie de Madame Bovary moderna con un punto que roza lo quijotesco: un alma cándida que no sabe distinguir entre ilusión y realidad debido a su necesidad acuciante de refugiarse en un mundo de ensueño que le haga olvidar la grisura del aburrido medio social del que procede.

Entelequia que, en la escena final, entroncará con otro delirio no menos pueril (aunque socialmente mejor considerado): la audiencia papal, con toda su parafernalia vaticana, que es, a diferencia del cartón piedra inspirado en el universo de Las mil y una noches de los sueños de Wanda, la respetable "pantomima" del circunspecto clan Cavalli y de todo ciudadano comme il faut.


No hay comentarios:

Publicar un comentario