Título original: The Kindergarten Teacher
Directora: Sara Colangelo
EE.UU./Israel, 2018, 96 minutos
«I Have a Poem...»
La profesora de parvulario (2018) de Sara Colangelo |
En julio de 2015 ya tuvimos ocasión de comentar el filme israelí en el que se basa The Kindergarten Teacher. Que, de la mano de la cineasta Sara Colangelo, pasa a ser ahora un retrato de la América contemporánea, muy en la línea del Paterson (2016) de Jarmusch. Porque las tres películas comparten el denominador común de ver en la poesía una especie de tabla de salvación frente a la insoportable mediocridad imperante.
En ese sentido, la vida de Lisa (Maggie Gyllenhaal) parece haberse estancado en un cenagal de monotonía: madre de dos hijos adolescentes con los que apenas conecta y casada con un hombre que es tan soso como buena persona, asiste regularmente a clases de escritura creativa en las que aprende a condensar en haikus sus emociones. Sólo que, de momento, lo que escribe no acaba de convencer ni a sus compañeros ni al profesor (Gael García Bernal) ni tal vez a ella misma. Una insatisfacción a la que creerá haber dado fin cuando casualmente descubra que Jimmy, uno de los niños del jardín de infancia en el que trabaja, está especialmente dotado para la creación poética.
Aunque el verdadero atractivo de La profesora de parvulario, lo mismo en el caso de la cinta de Nadav Lapid que en el del presente remake, reside en el hecho de que plantea una serie de interrogantes, a cuál más espinoso. Algunos en torno al mundo de la enseñanza: ¿qué papel debe jugar la familia en el proceso educativo? ¿Cuáles son los límites que deben marcar la relación entre educadores y educandos? ¿Cómo gestionar el talento de nuestros alumnos? ¿Es conveniente, o incluso ético, fomentar su participación en certámenes y concursos escolares?
Otras cuestiones, en cambio, son más de índole literaria o artística: ¿Cuál debería ser el encaje de la creatividad en las sociedades modernas? ¿Está la cultura condenada a morir en la jungla de asfalto de un mundo cada vez más competitivo? ¿Puede nuestra sensibilidad salvarnos? ¿O, dadas las circunstancias, el guiarse por ella nos aboca irremisiblemente a la insatisfacción?
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