Director: Nicolas Winding Refn
EE.UU./Dinamarca/Francia, 2016, 118 minutos
The Neon Demon (2016) |
El curioso que se acerque a ver The Neon Demon en cualquier cine donde se proyecte enseguida percibirá a su alrededor detalles significativos incluso ya antes de acceder a la sala: espectadores que lucen camisetas alusivas al filme, comentarios morbosos aquí y allá, una cierta e inusitada expectación... En suma: los ingredientes definitorios de lo que se conoce como película de culto. Lo cual no es, por otra parte, de extrañar, habida cuenta de que su director, el danés (educado en Nueva York) Nicolas Winding Refn se vale en ella de elementos tan sumamente morbosos como la necrofilia o el canibalismo.
Algo que no es exclusivo de The Neon Demon, puesto que en Bone Tomahawk y en la francesa Raw la antropofagia era asimismo tema central (moda, por cierto, que parece tender al alza en los últimos tiempos a juzgar por la cantidad de títulos que se suman a ella), pero que en manos del director de Drive (2011) o Sólo Dios perdona (2013) adquiere visos de fábula apocalíptica.
Visualmente audaz, en su propuesta se dan cita elementos clásicos (la fiesta del inicio podría recordar vagamente al Yoshiwara de Metrópolis) junto con referencias más o menos explícitas al David Lynch de Mulholland Drive (2001) o a la Melancolía (2011) de su compatriota Lars von Trier. En muchos momentos quizá pueda parecer vacía de contenido, tal vez hasta dispersa. Pero poco importa todo ello, porque The Neon Demon aspira a formar parte de la nómina de películas en las que lo primordial no es tanto contar una historia más o menos anclada en la realidad, sino crear un estado mental.
En ese aspecto, la elección como trasfondo del competitivo mundo que rodea a las top models y de sus encarnizadas rivalidades, convirtiendo a la candorosa Jesse (Elle Fanning) en la víctima propiciatoria de la enésima versión del tópico "the new kid in town", no es más que una excusa. El pretexto ideal para recrearse en la belleza por la belleza. O en la provocación por la provocación. Algo que se ve a las claras una vez finalizada la proyección: "Me ha parecido muy rebuscada", dice alguien a nuestra derecha, "con muchos cabos sueltos, como el leopardo en la habitación del motel"; "¡ Qué pasada de película!", comenta, en cambio, un entusiasta a nuestra izquierda. División, pues, de opiniones, aunque, seguramente, lo relevante del caso es que The Neon Demon no puede dejar a nadie indiferente.
Visualmente audaz, en su propuesta se dan cita elementos clásicos (la fiesta del inicio podría recordar vagamente al Yoshiwara de Metrópolis) junto con referencias más o menos explícitas al David Lynch de Mulholland Drive (2001) o a la Melancolía (2011) de su compatriota Lars von Trier. En muchos momentos quizá pueda parecer vacía de contenido, tal vez hasta dispersa. Pero poco importa todo ello, porque The Neon Demon aspira a formar parte de la nómina de películas en las que lo primordial no es tanto contar una historia más o menos anclada en la realidad, sino crear un estado mental.
En ese aspecto, la elección como trasfondo del competitivo mundo que rodea a las top models y de sus encarnizadas rivalidades, convirtiendo a la candorosa Jesse (Elle Fanning) en la víctima propiciatoria de la enésima versión del tópico "the new kid in town", no es más que una excusa. El pretexto ideal para recrearse en la belleza por la belleza. O en la provocación por la provocación. Algo que se ve a las claras una vez finalizada la proyección: "Me ha parecido muy rebuscada", dice alguien a nuestra derecha, "con muchos cabos sueltos, como el leopardo en la habitación del motel"; "¡ Qué pasada de película!", comenta, en cambio, un entusiasta a nuestra izquierda. División, pues, de opiniones, aunque, seguramente, lo relevante del caso es que The Neon Demon no puede dejar a nadie indiferente.
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