Director: José Luis Sáenz de Heredia
España, 1948, 103 minutos
La mies es mucha (1948) |
En este mismo momento, antes y después, cuando cada uno de nosotros descansa, hay un misionero que no conoce el descanso ni la comodidad ni la paz. Desde Alaska a la Tierra del Fuego, desde el Amazonas al mar del Japón, en la India, en África, en la China, en Oceanía, por toda la redondez del mundo, camina esta milicia derramando la única luz que alumbrará hasta la consumación de los siglos: la fe de Cristo.
Con estas palabras en off comienza La mies es mucha, dirigida por José Luis Sáenz de Heredia en 1948. La misma voz en off que nos presentará al padre Santiago Hernández (interpretado por Fernando Fernán Gómez) a su llegada a la India procedente de Castilla, cuando "aún perdura en sus ojos el polvillo de la última siega".
Ilusionado ante las expectativas de su destino en Cuttack, el buen misionero pronto descubrirá que las cosas son allí más complicadas de lo que esperaba. Ya de entrada, tendrá que competir por las conversiones de los locales con un pastor protestante que dispone de recursos más atractivos que los suyos para atraer a los hambrientos: no sólo posee un armonio en el templo sino que les ofrece un curioso sistema de puntos (hasta treinta si van a misa) por salvar su alma.
También deberá soportar las intrigas de los líderes religiosos paganos que incitan a la población nativa en contra de la misión española, así como las de Sander, el propietario de una mina de manganeso que explota a los trabajadores y les presta dinero a un alto interés. En este último caso, el padre Santiago interviene a favor de los mineros ofreciéndose para pagar una deuda que asciende a 47 libras, lo que le coloca en una situación comprometida, ya que en realidad no posee dicha cantidad de dinero. Las cosas se ponen cada vez más y más duras para el misionero, incluyendo una epidemia de peste, pero el padre Santiago se enfrentará a todos los retos con abnegación, a pesar de las inclemencias del clima.
Sin embargo, nadie diría, viendo La mies es mucha, que la película no se rodó realmente en la India sino en Málaga y que los supuestos hindúes de la aldea de Catinga eran en realidad extras gitanos. Claro que no menos chocante resulta ver a Julia Caba Alba o a Sara Montiel ataviadas con un sari.
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