Título original: Sideways
Director: Alexander Payne
EE.UU., 2004, 127 minutos
Sideways (2004) de Alexander Payne |
Algo de apego debe de tener Alexander Payne por las road movies cuando una y otra vez recurre al mismo planteamiento en sus propias películas. En el caso de Sideways (2004), la acción giraba en torno a dos amigos, a cuál más distinto entre sí, que deciden llevar a cabo una ruta vinícola por los valles californianos. A grandes rasgos, Miles (Paul Giamatti) sería el intelectual frustrado, mientras que Jack (Thomas Haden Church) encarna al prototipo de guaperas caradura. El hecho de que ambos, cada uno con sus respectivas asignaturas vitales pendientes, estén ya algo entrados en años los convierte, además, en complementarios y, al mismo tiempo, en personajes un tanto patéticos.
La pasión de Miles, rayana en lo obsesivo, por las variedades más selectas de uva, y en especial la pinot noir, revela al sibarita escrupuloso (y un tanto pueril) cuya vasta erudición esconde, sin embargo, a un tipo inseguro que aún sigue enamorado de su ex mujer. Circunstancia agravada, para más inri, por esa voluminosa novela, vagamente autobiográfica, que tiene pendiente de publicar. Jack, en cambio, concibe el viaje como una especie de despedida de soltero, si bien su afán por echar un polvo a toda costa pone de manifiesto la inestabilidad de un actor venido a menos que, en vísperas de su boda con una rica y sofisticada heredera, ansía aferrarse a los placeres más básicos de la existencia.
La réplica femenina a este par de elementos viene dada por Maya (Virginia Madsen) y Stephanie (Sandra Oh). La primera, divorciada desde hace un año de un profesor universitario, trabaja como camarera en el mismo restaurante al que suele acudir Miles, mientras que la segunda sirve copas en una bodega. Durante un breve lapso de tiempo se establecerá una fuerte conexión entre los cuatro, con Miles prendado del buen gusto de Maya en materia de caldos y los otros dos retozando desaforadamente a todas horas. Aunque al final la triste realidad se acaba imponiendo y los hechos se precipitan hasta poner las cosas en su sitio.
El particular toque de comedia que impregna buena parte de los diálogos no impide que, aun así, lo más vulnerable de cada protagonista quede al descubierto. Una insatisfacción, afectiva en la mayor parte de los casos, que los convierte en perdedores entrañables a pesar de las mentiras, piadosas o ridículas, pero siempre humanamente comprensibles, que han ido construyendo en su desesperado anhelo de sentirse realizados.
Una comedia agridulce, entrañable y casi perfecta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Quizá por ello fue recompensada con un Óscar al mejor guion adaptado.
EliminarUn abrazo.
Patetismo tragicómico, como dijo algún crítico.
ResponderEliminarEs una buena definición, sin duda.
EliminarConcuerdo con lo que dicen Ricard y Trecce ahí arriba.
ResponderEliminarTiene unos toques de comedia que va llevando el drama a los empujones.
Lo cierto es que todos los personajes tienen un componente patético, aunque extrañamente normal. Cómo se enfoca el director en ese componente es lo que hace interesante a esta película.
Me gustaron los detalles sutiles y cuidados, como en los créditos iniciales, las palabras van apareciendo con los golpes de la puerta. Genialidad.
Abrazos, y gracias. Tengo que ir por más de este director
Pues nada, Frodo: un placer. Me alegro de haberte sido de utilidad.
EliminarSaludos.