Director: Danny Boyle
Reino Unido/EE.UU., 1996, 94 minutos
Trainspotting (1996) de Danny Boyle |
Título icónico de los noventa, la audacia visual de Trainspotting (1996) reside en un tratamiento de la imagen que dejaría para la posteridad no pocos momentos estelares, desde la efigie de un espigado Ewan McGregor huyendo precipitadamente por las calles de Edimburgo hasta la jarra de cerveza que Robert Carlyle tira despreocupadamente hacia atrás, pasando por la sordidez del "lavabo más sucio de Escocia". Todos ellos grabados, huelga decirlo, en la memoria cinéfila de legiones de espectadores que han hecho del segundo largometraje del británico Danny Boyle su particular película de culto.
Sin embargo, y por más crudo que resulte el trasfondo social de sexo, drogas y alcohol en el que se mueven los personajes de una generación perdida, no puede negarse que el conjunto desprende, al mismo tiempo, un cierto toque poético cuando vemos hundirse literalmente bajo el suelo al protagonista, tras recaer por enésima vez en la heroína, o cuando su habitación, tal vez bajo el influjo de algún delirium tremens, parece que se prolonga hasta el infinito.
Por otra parte, la versión original del filme permite gozar de la riqueza lingüística de unos diálogos en los que, más allá de las particularidades propias del habla local, es el idiolecto de cada individuo lo que los hace genuinamente irrepetibles. Buena prueba de ello (y del mérito actoral de un reparto que preparó a conciencia sus respectivos papeles empapándose en los pubs de los giros típicos del lugar) serían el ya célebre monólogo de apertura ("Choose Life. Choose a job. Choose a career. Choose a family. Choose a fucking big television…") o la peculiar entrevista de trabajo en la que Spud (Ewen Bremner) va colocado hasta las cejas.
Finalmente, una heterogénea combinación de temas clásicos y modernos, entre los que destacan "Lust for Life" de Iggy Pop y la más discotequera "Born Slippy" de Underworld, conforman el eje principal de la banda sonora. Destellos postpunk incrustados en una estética deudora del lenguaje fílmico establecido por los videoclips y de la cual beberían posteriormente cineastas como Darren Aronofsky en Réquiem por un sueño (2000) o, incluso, el franco-argentino Gaspar Noé, cuyas aclamadas Climax (2018) o Enter the Void (2009) participan de referentes remotamente similares.
Quizá el mejor acercamiento que se ha hecho sobre el mundo de la adicción a la heroína y lo que le rodea desde una perspectiva realista, sin plantear mensajes morales y dejando que sea el propio espectador quien extraiga consecuencias después de observar a estos tipos nada edificantes, pero bastante normales, en el sentido de que son la gente con la que nos prodríamos cruzar en cualquiera de las calles de nuestra ciudad, personajes verosímiles sumidos en este mundo en que lo onírico y lo real se dan la mano en este particular descenso a los infiernos.
ResponderEliminar"Bienvenidos al WC más asqueroso de Escocia".
Tal vez haya quedado un tanto desfasada, pero aun así sigue siendo un título referencial para toda una generación.
EliminarComo bien señalas, repleta de escenas icónicas. Parece divertida pero, en realidad, es una película bastante triste.
ResponderEliminarPor cierto: Nunca debieron rodar la segunda parte.
Un abrazo.
Triste e incluso en algunas escenas, como la del bebé, produce un mal rollo impresionante.
EliminarUn abrazo.
La imágenes icónicas te chocan de frente con la fuerza de un tren.
ResponderEliminarGran película, sin dudas hay que verla en su idioma original.
El mundo del suburbio tiene su propio lenguaje, ya sea en Edimburgo, en Barcelona, Nueva York, en Nápoles, en Buenos Aires (¿creías que un Argentino podría resistir no mencionarse?)
Abrazos, amigo Juan
Desde luego sería pecar de modesto el no mencionarte... La película, por cierto, la comentamos hace unas semanas en Autocine. Acá te dejo el enlace por si te interesa: https://www.youtube.com/watch?v=ZCtHToZqt_c
EliminarSaludos.