Título original: Megalopolis
Director: Francis Ford Coppola
EE.UU., 2024, 139 minutos
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Megalópolis (2024) de Francis Ford Coppola |
Por hache o por be hasta hoy no había tenido ocasión de ver Megalópolis (2024), en pantalla grande y como mandan los cánones gracias al último de los tres pases que la Filmoteca de Catalunya le ha dedicado durante este mes de julio. Debo decir que las expectativas que tenía depositadas en el que presuntamente será el testamento fílmico de Coppola eran enormes, habida cuenta de la aureola de malditismo (producción gestada durante décadas, presupuesto multimillonario, argumento pretencioso, desastre de crítica y taquilla...) de la que el proyecto venía precedido.
Una vez vista, debo admitir que sus más de dos horas de metraje se me han hecho pesadas, empezando porque ya el mismo guion, escrito por el propio cineasta, adolece de una estructura tirando a críptica que no facilita en modo alguno la comprensión y aun el seguimiento de una historia tan compleja como arriesgada. En ese sentido, no cabe duda de que el paralelismo entre la antigua Roma y la sociedad estadounidense, concretada en la ciudad de Nueva York, resulta cuando menos atractivo, máxime si se considera la decadencia o saturación a la que dicho país parece haber llegado.
No obstante, todo el despliegue visual y de efectos especiales del que aquí se hace gala merece ser tenido en consideración por más hueco que resulte el mensaje de una cinta que estaba predestinada a convertirse, como así finalmente ocurrió, en carne de Razzie, con seis nominaciones y dos galardones (al peor director y al peor secundario para Jon Voight, respectivamente).
Con todo y con eso, y por más ridículos que resulten esos nombres de resonancias clásicas de los personajes principales (Catilina, Cicero, Crassus…), la idea de hacer que se detenga el tiempo o construir una urbe utópica utilizando como material el "Megalón", elemento de propiedades asombrosas, parece más propia de la mente de cineastas como Terry Gilliam o incluso David Lynch, de modo que la audacia del octogenario Coppola debería ser al menos aplaudida por lo que tiene de intrépida y visionaria.