sábado, 16 de marzo de 2024

Ruth, una chica sorprendente (1996)




Título original: Citizen Ruth
Director: Alexander Payne
EE.UU., 1996, 106 minutos

Ruth, una chica sorprendente (1996)


Fiel a un estilo que se halla presente a lo largo de toda su filmografía, Alexander Payne recurrió en Citizen Ruth (1996) al caso real de una sin techo, drogadicta y embarazada, que las asociaciones antiabortistas convierten de la noche a la mañana en el centro de una furibunda campaña mediática. Y así, sin comerlo ni beberlo, la joven Ruth Stoops (interpretada por una fantástica Laura Dern) pasa de los tribunales, donde es duramente reprobada por el juez a causa de su conducta irresponsable, a ser acogida por una familia de fanáticos detractores de la interrupción voluntaria del embarazo.

Una comedia corrosiva, pues, en la misma línea demoledora de posteriores producciones del hoy aclamado director de Omaha, siempre dispuesto a poner el dedo en la llaga a la hora de retratar los entresijos de la América profunda e hipócritamente puritana. A este respecto, la película, coescrita entre el propio Payne y su colaborador Jim Taylor, supone un verdadero ejercicio de desmitificación del que nadie sale indemne, ya sea la parafernalia de los medios de comunicación y su circo ávido de carnaza o el afán materialista de quienes pretenden comprar la voluntad de la muchacha a base de donativos millonarios.



Lo curioso del caso es que ni los unos ni los otros lograrán corregir la propensión de Ruth hacia las bebidas alcohólicas y los aerosoles, cuyos efluvios inhala a escondidas cada vez que se le presenta la oportunidad. Aunque viendo cómo las gasta la hija adolescente de su familia de adopción tampoco parece que el problema se circunscriba a los sectores más desfavorecidos de una sociedad que tradicionalmente ha presumido de virtudes públicas para tapar sus vicios privados.

Por otra parte, la presencia estelar de viejas glorias como Burt Reynolds o Tippi Hedren en pequeños papeles secundarios, aparte del cameo de Diane Ladd (madre de Laura Dern en la ficción y en la vida real), aportaba caché a la propuesta de un cineasta, entonces en los inicios de lo que iba a ser una brillante carrera, que ponía ya de manifiesto esa particular mirada hacia la realidad norteamericana, equiparable en cuanto a sarcasmo a la de otros compañeros de generación como el documentalista Michael Moore.



viernes, 15 de marzo de 2024

El gallo de oro (1964)




Director: Roberto Gavaldón
Méjico, 1964, 105 minutos

El gallo de oro (1964) de Roberto Gavaldón


La ilustre tríada de narradores latinoamericanos que coescribieron El gallo de oro (1964) —Carlos Fuentes, García Márquez y Juan Rulfo, a partir de una historia de este último— pudiera hacer pensar que se trata de una magnífica película acorde con la calidad que todos ellos acreditaron en sus respectivas obras literarias. Sin embargo, la puesta en escena del mejicano Roberto Gavaldón no pasa de ser un simple vehículo (magníficamente fotografiado en Eastmancolor, eso sí, por Gabriel Figueroa) al servicio de la cantante Lucha Villa. Razón por la cual, y sin que venga mucho a cuento, la susodicha se arranca por rancheras y corridos en no pocas ocasiones a lo largo de la trama.

En cambio, desde el primer momento se aprecia la innegable impronta rulfiana en la figura del pobre diablo que, de un día para otro, ve cómo cambia su mala estrella gracias a un gallo de pelea por el que a priori nadie daba un duro. En ese sentido, el bueno de Dionisio Pinzón (Ignacio López Tarso) constituye una presencia perfectamente reconocible para cualquier lector de Rulfo que entronca con la misma estirpe de perdedores que pueblan los relatos de El llano en llamas e incluso la fantasmal Comala de Pedro Páramo.



Por otra parte, tanto Gabo como Fuentes bromearían años después, y en más de una ocasión, a propósito de una absurda labor como guionistas que para ellos, avezados literatos aunque cineastas bisoños, se resumía en poner o quitar comas de los diálogos. Hasta el extremo de que apenas hay nada palpable, del uno o del otro, en la pantalla como no sean sus nombres en los títulos de crédito iniciales.

Aun así, la cinta se hace eco de una serie de elementos, algunos propios de la tradición esópica (como "la gallina de los huevos de oro", aquí revertida en su versión a lo macho) y otros procedentes del Méjico profundo (la madre muerta y la obsesión del hijo por honrarla con el ataúd más caro), que prevalecen sobre los sombreros charros y demás tópicos del folclore local. Curiosa mezcla, a la par que heterogénea, cuya moraleja, aplicada al protagonista, se resume en el refrán "El que nace para maceta no sale del corredor".



sábado, 2 de marzo de 2024

Paloma herida (1963)




Director: Emilio Fernández
Méjico/Guatemala, 1963, 85 minutos

Paloma herida (1963) de Emilio Fernández


Excéntrico y excesivo como pocos cineastas, Emilio «el Indio» Fernández (1904-1986) firmó el guion de Paloma herida (1963) junto con Juan Rulfo, si bien el escritor mejicano solía asegurar irónicamente que su cometido en dicha película no había pasado del de simple "taquígrafo". Sea como sea, lo cierto es que Fernández, en asociación con el productor guatemalteco Manuel Zeceña Diéguez, dirige y protagoniza uno de esos melodramas tan suyos, desmesuradamente desgarrador a la hora de presentar a los personajes en el marco edénico de una comunidad indígena a orillas del lago de Atitlán cuya apacible existencia se ve súbitamente truncada al irrumpir en ella Danilo Z., un ser zafio y despótico que es la pura encarnación del mal.

En cambio, la cándida Paloma (Patricia Conde) simboliza la pureza mancillada de unas gentes que se ven reducidas a la esclavitud bajo las exigencias del tal Danilo, quien obliga a los hombres del lugar a gastarse su mísero salario en el "Gran Cabaret La Dolce Vitta (sic)", antro de perdición donde una cuadrilla de fulanas mascadoras de chicle mueven sus caderas al ritmo de algún twist de moda.



El caso es que la joven, tras sufrir innumerables tormentos, terminará rebelándose contra la autoridad del cacique, lo cual la conduce ante el juez Justo (Andrés Soler) y su esposa Amalia (Columba Domínguez). De ahí el largo flashback en el que, a requerimiento de esta última, la muchacha relata los pormenores de su biografía, entre otros quién es el padre del niño que acaba de dar a luz en una sórdida celda de la prisión local.

Aparte de unas bellas localizaciones, el filme destaca por la contundencia de los diálogos ("¡Mi nombre es Danilo Z. Y no pa servirles, sino pa que me sirvan!"), así como por el atrevimiento de algunas escenas, como por ejemplo aquella en la que la actriz y modelo brasileña Geórgia Quental se baña completamente desnuda ante la mirada atónita de los lugareños. También la presencia del cantautor Cuco Sánchez, quien interpreta varios de sus temas, le añade interés a una cinta en cuyos impresionantes títulos de crédito iniciales (con la protagonista caminando descalza sobre las arenas volcánicas de una playa solitaria) se asegura que "el vestuario indígena es auténtico".



viernes, 1 de marzo de 2024

Talpa (1956)




Director: Alfredo B. Crevenna
Méjico, 1956, 99 minutos

Talpa (1956) de Alfredo B. Crevenna


La idea de ir a Talpa salió de mi hermano Tanilo. A él se le ocurrió primero que a nadie. Desde hacía años que estaba pidiendo que lo llevaran. Desde hacía años. Desde aquel día en que amaneció con unas ampollas moradas repartidas en los brazos y las piernas. Cuando después las ampollas se le convirtieron en llagas por donde no salía nada de sangre y sí una cosa amarilla como goma de copal que destilaba agua espesa. Desde entonces me acuerdo muy bien que nos dijo cuánto miedo sentía de no tener ya remedio. Para eso quería ir a ver a la Virgen de Talpa; para que Ella con su mirada le curara sus llagas. Aunque sabía que Talpa estaba lejos y que tendríamos que caminar mucho debajo del sol de los días y del frío de las noches de marzo, así y todo quería ir. La Virgencita le daría el remedio para aliviarse de aquellas cosas que nunca se secaban. Ella sabía hacer eso: lavar las cosas, ponerlo todo nuevo de nueva cuenta como un campo recién llovido. Ya allí, frente a Ella, se acabarían sus males; nada le dolería ni le volvería a doler más. Eso pensaba él.

Juan Rulfo
"Talpa"
El llano en llamas (1953)

Apenas tres años habían transcurrido desde la publicación de El llano en llamas (1953), cuando la potente industria cinematográfica mejicana del momento se fijó en uno de los relatos allí incluidos para llevar a cabo un majestuoso melodrama en cinemascope y filmado en Eastmancolor. Formalmente, la puesta en escena de Talpa (1956) no difiere gran cosa del modelo hollywoodense por entonces tan en boga, si bien el sabor autóctono se aprecia especialmente durante la peregrinación del trío protagonista hacia el santuario. De hecho, son sobre todo las danzas de los indígenas, con sus coloridos atuendos, las que aportan una nota local hasta cierto punto etnográfica.

Por lo demás, el típico triángulo adúltero entre Juana (Lilia Prado) y Esteban (Jaime Fernández), unidos en apasionado romance mientras el doliente Tanilo (Víctor Manuel Mendoza) padece su lenta e inexorable agonía, queda un tanto lejos del tremendismo de su fuente literaria. Tal vez porque Alfredo B. Crevenna (1914-1996), prolífico cineasta de origen alemán, con una filmografía heterogénea en la que pueden encontrarse películas de muy diverso tipo, optó por potenciar el preciosismo de las imágenes, tanto a nivel paisajístico como monumental. A este respecto, destacan en especial los exteriores rodados en las inmediaciones de San Pedro Cholula, cuyo convento franciscano aparece en varias ocasiones.



Asimismo, el carácter melodramático del argumento, escrito por Edmundo Báez, pone el acento en el valor metafórico de los espacios, de modo que la fragua familiar representaría el ardiente delirio amoroso por el que se dejan arrastrar los cuñados (frente a la impotencia del marido, quien, a causa de su enfermedad, ya no puede trabajar el hierro candente), de la misma manera que la romería y la basílica simbolizan la penitencia a la que se ven expuestos unos personajes condenados a pagar eternamente la osadía de su relación pecaminosa.

El caso es que la figura de la suegra (Hortensia Santoveña) adquiere aquí una relevancia de la que carecía en el texto de Rulfo, donde la protagonista se abrazaba a su madre una vez confirmada la tragedia. Ahora, sin embargo, convertida en rencorosa madre de la víctima, la anciana rezará para que la adúltera de su nuera sobreviva a la doble deshonra de haber sido infiel y haber estado a punto de morir a manos de su propio amante.



martes, 27 de febrero de 2024

La estrella azul (2023)




Director: Javier Macipe
España/Argentina, 2023, 129 minutos

Un maño en la Pampa

La estrella azul (2023) de Javier Macipe


Entre la variopinta e inacabable oferta de biopics que inunda estos días la cartelera, desde Priscilla a Ferrari, pasando por Oppenheimer o One Love, se cuela ahora una insólita propuesta, mezcla de documental y drama en torno a un malogrado artista de rock de los noventa, independientemente de que Mauricio Aznar (1964-2000) ni tuvo ni tendrá nunca el tirón comercial de Michael Jackson (ni maldita la falta que hace). En cambio, sí que fue, según la imagen que de él se ofrece en La estrella azul (2023), un ferviente admirador de Atahualpa Yupanqui, pese a que, en un principio, la música de este zaragozano tuviese poco que ver con el folclore argentino.

De hecho, buena parte de la acción transcurre por aquellas tierras, donde los guitarreros, que no guitarristas, se empapan primeramente a través del tambor de las sonoridades locales como si se tratase de un acento que se engancha al cuerpo a fuerza de práctica. Proceso que el protagonista, sobreponiéndose a varias cuentas pendientes que dejó atrás en España, experimenta a lo largo de un fructífero viaje en busca de sí mismo que le llevará a ser calurosamente acogido por el clan santiagueño de los Carabajal, quienes se interpretan a sí mismos.



Luego está la compleja relación con el hermano mayor (Marc Rodríguez), genio incomprendido que, a falta de público que comparta con él su pasión por Bach, debe conformarse con tocar "Paquito el chocolatero" en las fiestas municipales de cualquier villorrio de mala muerte. O ese padre antipático, del que sólo tenemos noticia por alusiones, que no amaba la música y, por ende, tampoco a sus hijos. E incluso la novia (Bruna Cusí), siempre recelosa de las adicciones y recaídas de un ser tan sensible como inestable.

Del juego metacinematográfico que el debutante Javier Macipe (Zaragoza, 1987) lleva a cabo en esta su ópera prima baste decir que la alusión al Quijote que Mauricio expone al inicio de la película (aquello tan bien traído de los amores platónicos del hidalgo manchego y la Ruta del Bakalao) presagia la ruptura de la cuarta pared en el tramo final de una puesta en escena que, como la inmortal obra cervantina, no es sino un cúmulo de ficciones que parecen reales.



sábado, 24 de febrero de 2024

Camada negra (1977)




Director: Manuel Gutiérrez Aragón
España, 1977, 89 minutos

Camada negra (1977) de Gutiérrez Aragón


Un grupo de hermanastros que lo mismo atacan librerías que interpretan canto gregoriano son liderados por una especie de madrina ya entrada en años que los alecciona y les obliga a comerse los guisos que cocina para ellos. Tal sería, a grandes rasgos, el argumento de Camada negra (1977). Sin embargo, lo que podría parecer una extraña alegoría con aires de cuento macabro, se presta, no obstante, a una lectura perfectamente lógica en el contexto de la convulsa transición política que siguió a la muerte del general Franco.

Así pues, esa camarilla de macarras que en la ficción se deja dominar por los dictados de la vieja Blanca (María Luisa Ponte) tendría su correlato real en los pistoleros que, por aquellos mismos días, sembraban el terror en pleno centro de Madrid al masacrar a los abogados laboralistas de Atocha. Huelga decir que la película, pese a haber sido premiada en el Festival de Berlín, sufrió los envites de la censura, que prohibió durante meses su exhibición pública, y que, una vez estrenada, fue objeto de múltiples ataques por parte de grupúsculos de extrema derecha.



Concebida entre Borau y Gutiérrez Aragón, como ya hicieran previamente en la mítica Furtivos (1975), la cinta responde al clima de crispación que se respiraba en una sociedad a caballo entre dos mundos antagónicos: la patria moribunda de los viejos falangistas ("¡que entre unos y otros me estáis crucificando viva!", se lamentará amargamente Blanca en varias ocasiones) y un esperanzador régimen democrático de ansiadas libertades cuya fragilidad es simbolizada por el personaje de Rosa (Ángela Molina).

Dentro de ese mismo discurso metafórico, el impetuoso Tatín (José Luis Alonso) vendría a representar a los herederos del fascismo, más alborotadores que otra cosa, mientras que el maquiavélico José (Joaquín Hinojosa), bastante más ladino en sus intenciones, sería, por el contrario, el trasunto de una vieja guardia que, cambiándose de chaqueta, aspira a conservar intactos sus privilegios de clase cuando se consolide el nuevo escenario político y social.



viernes, 23 de febrero de 2024

Los días del pasado (1977)




Director: Mario Camus
España, 1977, 109 minutos

Los días del pasado (1977) de Mario Camus


La parsimonia con la que Mario Camus filma Los días del pasado (1977) pone de manifiesto una serie de constantes, habituales en el cine realizado en las postrimerías del franquismo e incluso ya en plena Transición, como, por ejemplo, la llegada de una maestra forastera a un humilde pueblecito de montaña en el que el fantasma de la guerra civil permanece aún muy vivo. Elementos que conectarían de pleno con el ambiente descrito anteriormente por Jaime de Armiñán en El amor del capitán Brando (1974) o Erice en El espíritu de la colmena (1973). Por otra parte, la banda sonora de Antón García Abril y el sonido directo de los diálogos remiten a un período muy característico de nuestra cinematografía.

Asimismo, la presencia de Marisol y Antonio Gades al frente del reparto le otorgaba a la producción un cierto glamur en abierto contraste con la orientación ideológica de una película que aborda sin tapujos el papel de los maquis durante los primeros años de la dictadura. A este respecto, ambos intérpretes se metían en la piel de unos personajes por completo alejados de la imagen folclórica con la que hasta aquel entonces se les había asociado, demostrando unas inquietudes políticas más acordes con los nuevos tiempos.



La frialdad del entorno al que se incorpora Juana (Marisol) queda sobradamente plasmada sobre la pantalla gracias a la fotografía un tanto tenebrosa de Hans Burmann, aunque no todo lo que encuentre la profesora a su paso van a ser contrariedades. Así pues, la atención con la que sus alumnos la escuchan al referirles las gestas de los antiguos cántabros o el esmero con el que recitan la lección, como si cada uno de ellos fuese un río distinto de la geografía española, demuestran la validez de unos métodos educativos que hasta reciben el beneplácito del afable inspector de zona (Manuel Alexandre).

Pero la derrota de los "huidos", guerrilleros antifascistas que tras sobrevivir a los rigores de la Segunda Guerra Mundial caen finalmente abatidos por la Guardia Civil, dará al traste con cualquier esperanza de cambio, de modo que Juana regresa a Málaga, adonde el clima resulta al menos más benigno. Sin embargo, el doloroso recuerdo de lo que pudo haber sido y no fue permanecerá intacto para siempre en la memoria de la maestra.



martes, 20 de febrero de 2024

Las cuatro hijas (2023)




Título original: Les filles d'Olfa
Directora: Kaouther Ben Hania
Tunicia/Francia/Alemania/Arabia Saudí/Chipre, 2023, 107 minutos

Las cuatro hijas (2023) de Kaouther Ben Hania


A falta de mayores recursos, Les filles d'Olfa (2023) responde a un planteamiento a medio camino entre lo documental y la recreación ficcionalizada de hechos verídicos que podría recordar remotamente a títulos en la línea de L'image manquante (2013) de Rithy Panh, a propósito del genocidio perpetrado en Camboya por el régimen de los Jemeres Rojos. A este respecto, la cineasta tunecina Kaouther Ben Hania expone el caso real de una madre coraje y sus cuatro hijas, dos de las cuales fueron captadas por los islamistas radicales del Dáesh.

Sin embargo, lejos de tirar por la vía convencional, la opción elegida es la de suplantar a los personajes reales por actrices que, a su vez, efectúan ante la cámara un complejo proceso de introspección que las llevará a encarnar el rol de mujeres en continua lucha contra la intolerancia religiosa y la misoginia estructural de la mayoría de sociedades musulmanas.



Y así el espectador se ve gradualmente introducido en un microcosmos de sororidad e intimidades compartidas donde el choque generacional entre las hermanas y Olfa Hamrouni se traduce, asimismo, en una pugna entre dos concepciones diametralmente opuestas de lo que significa ser mujer: el empoderamiento femenino y la tradicional obediencia al padre o al marido.

En definitiva, la cinta, candidata al Óscar por su país, dibuja un telón de fondo marcado por las convulsas luchas intestinas que se desataron a raíz de la Primavera Árabe: panorama de desolación que, en el caso de las jóvenes Rahma y Ghofrane, supone además el abandono de usos y costumbres occidentales en beneficio del velo integral y de la lucha armada en territorio libio.



sábado, 17 de febrero de 2024

La niña de luto (1964)




Director: Manuel Summers
España, 1964, 85 minutos

La niña de luto (1964) de Summers


La socarronería que destila un filme tan particularmente corrosivo como La niña de luto (1964) nace de un claro contraste entre lo solemne y lo chusco. Algo que, por otra parte, resulta típicamente español. O, al menos, muy acorde con la visión más extendida que se suele tener de la España profunda. Así pues, ya desde los mismos títulos de crédito iniciales, con esos crespones negros que, como por arte de magia, desaparecen de los retratos de supuestos difuntos mientras, en una abarrotada sala de fiestas, suenan las notas atronadoras de un baile moderno, se da a entender una actitud de chufla contra la mojigatería imperante entre quienes aún conciben el luto a la antigua usanza.

Circunstancia que para la pobre Rocío (María José Alfonso) y su pretendiente Rafael (Alfredo Landa) va a suponer un verdadero calvario, toda vez que los festejos propios del noviazgo resultan incompatibles con el duelo estricto que debe guardarse tras el fallecimiento de un familiar cercano. Sobre todo si las defunciones se producen en cadena...



Son tantos los momentos que denotan el sarcasmo de Summers en este su segundo largometraje, coescrito, entre otros, junto a Tico Medina y Pilar Miró, que bastaría tan sólo con citar un par de ejemplos (el empleado de pompas fúnebres saboreando un polo de fresa en pleno acto de servicio, la corbata del abuelito que sobresale del féretro...) para darse cabalmente cuenta de la actitud mordaz del cineasta. Causticidad rayana en lo irreverente cuando el sacerdote y hasta un agente de la Benemérita se arrancan por bulerías en una celebración familiar.

Sea como sea, el caso es que la cinta se presta a una interpretación en la que lo humorístico entronca de pleno con lo sociológico, habida cuenta de que Summers, como haría posteriormente en To er mundo é güeno (1982) y sus varias secuelas, recurre a gente anónima del pueblo, en su mayoría vecinos de La Palma del Condado (Huelva) y alrededores, para que hagan de extras. Lo cual proporciona un verismo hasta cierto punto documental y una frescura, merced a los diálogos rodados con sonido directo, cuyo paradigma serían las intervenciones del inefable Juanito "El Bicicletas".



viernes, 16 de febrero de 2024

El pasado te acusa (1958)




Título italiano: L'accusa del passato
Director: Lionello De Felice
España/Italia, 1958, 93 minutos

El pasado te acusa (1958) de Lionello De Felice


El situar a los personajes, todos ellos sospechosos de asesinato, en un espacio cerrado no sólo le otorga un innegable toque teatral a la puesta en escena de El pasado te acusa (1958), sino que hace de ella un whodunit a lo Agatha Christie en toda regla. Coproducción hispanoitaliana dirigida por el hoy olvidado Lionello De Felice (1916-1989), fueron sus intérpretes principales Alberto Closas, en el papel de recién casado que se instala junto con su esposa (Luz Márquez) en un antiguo castillo a orillas del mar, propiedad de la familia, y Gino Cervi haciendo del típico comisario veterano, algo socarrón y de vuelta de todo.

Ni que decir tiene que la mayor parte de los ocupantes de la finca son a cuál más excéntrico, de modo que los recelos de las autoridades que investigan el crimen (y, de paso, los del propio espectador) puedan recaer sobre cualquiera de los allí recluidos. A este respecto, el escritor con ínfulas aristocráticas al que da vida Rafael Durán o incluso la lenguaraz Paulita (Mara Cruz) harán y dirán infinidad de cosas que podrían incriminarles, si bien el culpable, como mandan los cánones, no será desvelado hasta el último momento en la penúltima secuencia.



Aunque, haciendo honor al título de la cinta, se vislumbra también un pasado de antiguas relaciones sentimentales entre algunos de los miembros de ese grupo de amigos que, lejos de haber cicatrizado, explicarían lo extraño de su comportamiento, además de la misteriosa cadena de sucesos que ha venido a perturbar la paz estival de unos veraneantes de clase alta, venidos a menos, en un idílico enclave costero (los exteriores, de hecho, se rodaron en Lloret de Mar antes de que la especulación urbanística causase estragos sobre el litoral ampurdanés).

En definitiva, y pese a haber sido escrita por los italianos Ernesto Guida, Vittorio Nino Novarese y el propio De Felice, lo cierto es que el verdadero inductor de la película, por lo menos en su versión española, no fue otro sino Luis Marquina, director, guionista y hombre de cine, aparte de hijo del dramaturgo Eduardo Marquina (1879-1946), quien en esta ocasión se atrevió a producir una convencional cinta policíaca con tintes de sofisticado drama romántico.



martes, 13 de febrero de 2024

Mientras seas tú (2023)




Título original: Mentre siguis tu
Directora: Claudia Pinto
España, 2023, 74 minutos

Mientras seas tú (2023) de Claudia Pinto


Una actriz intenta decir su papel en pleno rodaje de una escena, pero se acaba dando cuenta de que ha olvidado el texto. Podría tratarse de un magnífico punto de arranque para una película si no fuese porque la intérprete, Carme Elías (Barcelona, 1951), no está fingiendo... Y es que, más que un documental al uso, Mientras seas tú (2023) se propone dejar constancia del proceso vivido por su protagonista a partir del momento en el que es diagnosticada de alzhéimer.

Sin embargo, podría decirse que la cinta, flamante ganadora del Goya y el Gaudí al mejor filme de no ficción, lejos de recrearse en los efectos devastadores de la enfermedad, es, por encima de todo, un hermoso canto a la vida. Como también a la amistad, por supuesto, teniendo en cuenta el vínculo afectivo que une a la directora venezolana y a la actriz, más allá de lo estrictamente profesional, en esta su tercera colaboración juntas después de La distancia más larga (2013) y Las consecuencias (2021).



Asimismo, el montaje de La gaviota de Chéjov que Elías y Juan Carlos Corazza ensayan minuciosamente muestra los entresijos de cómo la actriz hace suyo, una vez más (tal vez la última), un personaje con cuya esencia se identifica por completo. Algo que atestiguan los innumerables insertos (teatrales, televisivos, cinematográficos) de las muchas personalidades que la actriz ha encarnado a lo largo de su carrera. Como todas esas cajas polvorientas, repletas de recuerdos, que destapa y de las que finalmente se desprende, lastre del que prefiere liberarse, en clara alusión al título de la cinta, cuando aún es consciente de sus actos.

Filme emotivo donde los haya, en la línea de ilustres predecesores en torno a la misma temática como Bicicleta, cullera, poma (Carles Bosch, 2010) o Bucarest, la memòria perduda (Albert Solé, 2008), a propósito de los políticos Pasqual Maragall y Jordi Solé Tura, respectivamente, la valiosísima lección de coraje que aquí se ofrece nos habla de alguien que, lejos de resignarse ante el avance inexorable de la desmemoria, prefiere defender su derecho a morir dignamente planteando sin rodeos la eutanasia como último recurso.



lunes, 12 de febrero de 2024

La ola (2008)




Título original: Die Welle
Director: Dennis Gansel
Alemania/Francia, 2008, 107 minutos

La ola (2008) de Dennis Gansel


Lo que debía ser un simple proyecto educativo en torno al concepto de autocracia se le acaba yendo de las manos a un profesor cuyos métodos entusiasman peligrosamente a los alumnos del instituto de enseñanza secundaria en el que ejerce como docente y entrenador de waterpolo. Teniendo en cuenta que dicha institución se encuentra, además, en Alemania, los paralelismos con el ascenso del nazismo se vuelven todavía más evidentes.

Son varios los motivos que hacen de Die Welle (2008) una película especialmente turbadora, sobre todo porque nos recuerda lo fácil que resulta despertar entre los jóvenes un instinto sectario que fomente la obediencia ciega y el culto a la personalidad. A este respecto, bastarán tan sólo unos cuantos elementos identitarios (un nombre, un logo, un saludo, un uniforme...) para que los miembros de La Ola se dejen arrastrar hacia una vorágine de fatales consecuencias.



Pese a tratarse de un caso extremo, basado en una experiencia real que tuvo lugar en California en 1967, el guion pone de manifiesto que son los individuos más vulnerables quienes acogen con mayor entusiasmo la posibilidad de ver compensados sus complejos en el seno de una organización donde el carácter de cada uno queda eclipsado bajo la uniformidad de sus camisas blancas. Así pues, Wenger (Jürgen Vogel) se viene arriba cuando comprueba que hasta la directora del centro le felicita por la labor que está llevando a cabo con los chicos, mientras que el pobre Tim (Frederick Lau), el típico alumno retraído y con problemas familiares, cree haber encontrado finalmente una comunidad en la que encaja.

Nadie mejor que un realizador alemán para plantear tremenda situación, a sabiendas de que todo lo que diga levantará ampollas en un país en el que el solo recuerdo de lo que acarrea un régimen dictatorial suele poner en guardia a la opinión pública. En ese orden de cosas, la dirección de Dennis Gansel resulta ágil y fresca, si bien un tanto truculenta en su afán de llevar al límite el desenlace de la misma.



domingo, 11 de febrero de 2024

Sala de profesores (2023)




Título original: Das Lehrerzimmer
Director: Ilker Çatak
Alemania, 2023, 99 minutos

Sala de profesores (2023) de Ilker Çatak


En un principio, una lectura precipitada de Das Lehrerzimmer (2023) parecería indicar que el exceso de celo del que hace gala su protagonista a la hora de gestionar los diversos conflictos que se producen en el día a día de un aula de secundaria denota a la profesional inexperta que peca de idealista en su concepción de la enseñanza. Sin embargo, un análisis pormenorizado de cuanto aquí se expone evidencia dilemas muchísimo más profundos, a menudo estructurales, que rebasan con creces lo estrictamente académico.

Porque, queramos o no, los adolescentes son el reflejo de la sociedad que los ha visto crecer y de su comportamiento se desprenden actitudes que han aprendido de los adultos que los rodean, padres y profesores incluidos. De ahí que multitud de prejuicios, ya sean de raza o de clase, afloren cuando una oleada de robos afecta a los miembros de la comunidad educativa del instituto en el que transcurre la acción.



Pese a ser nueva en el centro, Carla (Leonie Benesch) imparte materias tan diversas como matemáticas o educación física con una profesionalidad inquebrantable, viéndose obligada a lidiar con los alumnos y familias de una tutoría que no se lo pondrá nada fácil a partir del momento en el que la profesora decida denunciar ante la dirección a la supuesta ladrona. Y por si todo esto no fuera poco, sus compañeros de claustro tampoco parecen estar a la altura de las circunstancias.

Cierto que tal vez no debería haber grabado a nadie sin su consentimiento o, por lo menos, haber hecho un uso más discreto del contenido de dicho vídeo, pero, en ese sentido, ni Clara es una heroína exenta de cometer sus propios errores ni la película pretende otra cosa sino lanzar incómodos interrogantes de ardua respuesta. Circunstancia, esta última, que emparenta a la cinta alemana (candidata al Óscar al mejor filme extranjero) con La lección (Urok, 2014), producción búlgara de argumento muy parecido que ya tuvimos ocasión de comentar hace algunos años.



sábado, 10 de febrero de 2024

La casa de Bernarda Alba (1982)




Director: Gustavo Alatriste
Méjico, 1982, 83 minutos

La casa de Bernarda Alba (1982)


Y no quiero llantos. La muerte hay que mirarla cara a cara. ¡Silencio!  (A otra HIJA.)  ¡A callar he dicho!  (A otra HIJA.) ¡Las lágrimas cuando estés sola! Nos hundiremos todas en un mar de luto. Ella, la hija menor de Bernarda Alba, ha muerto virgen. ¿Me habéis oído? ¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!

Federico García Lorca
La casa de Bernarda Alba (1936)

La accidentada trayectoria del filme que hoy nos ocupa ha propiciado que éste permanezca durante décadas en un limbo del que difícilmente suele ser rescatado. Rodada en 1980, aunque estrenada dos años más tarde, la adaptación de La casa de Bernarda Alba (1982) que firma el mejicano Gustavo Alatriste (1922-2006) había sido, en realidad, un viejo proyecto largamente acariciado por Buñuel, quien, tras obtener por fin el beneplácito de la familia del poeta, no pudo, sin embargo, dirigir la película debido a su delicado estado de salud.

Con todo y con eso, el estilo inconfundible de don Luis se aprecia de inmediato en una puesta en escena ligeramente onírica cuyos toques eróticos encendieron los ánimos de los herederos de Lorca hasta el extremo de ordenar su retirada de las salas de exhibición con el pretexto de que tenía que haberla dirigido el cineasta aragonés y no un "desconocido" como Alatriste. Lo cual, unido a la compleja situación familiar que le sobrevino al productor (divorcio de su entonces esposa, Sonia Infante; la muerte en trágicas circunstancias de su hija Viridiana...), contribuyó al progresivo olvido de la cinta.

La presencia fantasmal de Pepe el Romano (Manuel Capetillo Jr.)


Hasta que una copia de la misma, probablemente la que Emiliano Piedra tenía intención de comercializar en España, apareció en los archivos de Filmoteca Española, dando lugar a alguna que otra proyección en la sala Doré pese al mal estado del celuloide a causa del virado de color. En todo caso, y a falta de soportes en mejores condiciones, uno siempre puede echar mano de la versión que circula por internet. La dedicatoria que figura al frente ("A don Luis Buñuel por las horas muertas en las que me platicaba de Federico") da fe de su innegable interés.

Por otra parte, además del ya mencionado safismo de algunas secuencias y del homenaje explícito a varias pinturas de Julio Romero de Torres (como el plano en el que la actriz Laura Cepeda, en su papel de Adela, aparece en una pose que remite directamente a La chiquita piconera), cabe destacar el protagonismo absoluto de Amparo Rivelles al frente de un reparto de adustas mujeres enlutadas y turbador aspecto monjil, si bien Magda Guzmán interpreta a una Poncia de lo más irreverente que no le va a la zaga en ferocidad.



viernes, 9 de febrero de 2024

Crónica de una muerte anunciada (1987)




Título original: Cronaca di una morte annunciata
Director: Francesco Rosi
Italia/Francia/Colombia, 1987, 110 minutos

Crónica de una muerte anunciada (1987)


Nunca hubo una muerte más anunciada. Después de que la hermana les reveló el nombre, los gemelos Vicario pasaron por el depósito de la pocilga, donde guardaban los útiles de sacrificio, y escogieron los dos cuchillos mejores: uno de descuartizar, de diez pulgadas de largo por dos y media de ancho, y otro de limpiar, de siete pulgadas de largo por una y media de ancho. Los envolvieron en un trapo, y se fueron a afilarlos en el mercado de carnes, donde apenas empezaban a abrir algunos expendios. Los primeros clientes eran escasos, pero veintidós personas declararon haber oído cuanto dijeron, y todas coincidían en la impresión de que lo habían dicho con el único propósito de que los oyeran.

Gabriel García Márquez
Crónica de una muerte anunciada (1981)

Desde las Soledades de Góngora hasta el Ulises de Joyce son muchas las obras literarias cuyo mérito principal reside no tanto en lo que cuentan, sino, sobre todo, en cómo lo hacen. Premisa que, en el caso del colombiano García Márquez, resulta igualmente válida toda vez que concebiría un universo imaginario en torno a personajes y situaciones que, más o menos, se repiten en la mayor parte de sus novelas. Estilo reiterativo, bajo el influjo remoto de Faulkner (a este respecto, Macondo no deja de ser un calco del condado de Yoknapatawpha), que difícilmente se puede traducir en imágenes por mucho que el director y su elenco sean de primera línea.

Autor de un buen puñado de filmes de contenido político, entre los que destacan títulos como Salvatore Giuliano (1962), El caso Mattei (1972) o Excelentísimos cadáveres (1976), la maestría de Francesco Rosi (1922-2015) no logró, sin embargo, brillar a la misma altura en Cronaca di una morte annunciata (1987) a pesar de haber contado en el reparto con intérpretes de la talla de Gian Maria Volontè, Irene Papas o Lucia Bosè. Tal vez porque, desprovista de la magia de su estilo narrativo, la trama queda reducida a un mero folletín en torno al violento crimen de un inocente.



Aun así, el hecho de haber llevado a cabo el rodaje en Cartagena de Indias y la ciudad de Mompox, unido a una impecable dirección de arte, otorgan al conjunto la debida apariencia de enclave caribeño en el que situar una adaptación cinematográfica bastante fiel (con la salvedad del narrador, que pasa a ser el personaje de Cristo Bedoya) al texto original.

Pero si hay algo que chirría por encima de cualquier otra consideración es el marcado acento italiano de varios de los actores o, en esa misma línea, el impostado deje seseante de Sergi Mateu, lo cual no sólo podría haberse solucionado muy fácilmente en el estudio de doblaje, sino que produce un innecesario efecto de extrañamiento que rompe con la lógica interna del relato y aleja al espectador de su verdadera esencia localista.



martes, 6 de febrero de 2024

El maestro que prometió el mar (2023)




Título original: El mestre que va prometre el mar
Directora: Patrícia Font
España, 2023, 105 minutos

El maestro que prometió el mar (2023)


El casi medio siglo transcurrido desde la muerte del general Franco parece que no ha sido suficiente para que la normalidad democrática haya logrado la exhumación de todas las fosas comunes (que no son pocas) que aún hay dispersas a lo largo y ancho del territorio ni, mucho menos, cerrar algunas de las heridas que todavía perduran desde los aciagos días de nuestra guerra civil. De ahí que, pese a lo lejano de la contienda, el mito de las dos Españas mantenga vivo su interés para el gran público.

Sin embargo, El mestre que va prometre el mar (2023) no dista gran cosa de otros títulos que anteriormente ya habían abordado el período republicano desde la óptica, amable y bienintencionada, de una idílica escuela rural. En ese sentido, el referente más reconocible del filme que nos ocupa sería, sin duda, La lengua de las mariposas (1999), de José Luis Cuerda, si bien podrían traerse a colación otros ejemplos por el estilo.



Aun así, lo cierto es que el objetivo de una producción de tales características, auspiciada por el productor Francesc Escribano a partir de su propia novela, no sería tanto un acto de reparación histórica en memoria del maestro republicano Antoni Benaiges (1903-1936) y sus innovadores métodos pedagógicos, que también, sino sobre todo un producto comercial capaz de tocar la fibra del espectador.

Y es que, además de la reconstrucción de los hechos, la trama plantea al mismo tiempo un emotivo vínculo intergeneracional en el que la historia familiar de una joven de hoy en día (Laia Costa) discurre en paralelo con las antiguas vicisitudes de un docente catalán en la humilde aldea burgalesa de Bañuelos de Bureba. No obstante, y por muy maniqueo que resulte su planteamiento de buenos y malos, siempre es de agradecer que el cine reivindique el valor de la educación por encima de la barbarie.



miércoles, 31 de enero de 2024

Lucha de corazones (1912)




Director: Joan Maria Codina
España, 1912, 30 minutos

Lucha de corazones (1912) de Joan Maria Codina


Ah, si jo descobrís qui va matar el capatàs, i ha perdut a l'Andreu!... i a mi mateixa! I el cor m'ha dit sempre que jo ho sabré algun dia. Mireu: no tinc forces per a res. Nostre Senyor m'ha fet ben poca cosa; ara mateix rentant m'he girat aquesta munyeca... Mes d'esperit sí que en tinc, sí; i estic segura que algun dia em té de valdre!

Àngel Guimerà
Maria Rosa (1894)
Acte I, escena IV

Pese a lo primitivo de su factura, las imágenes de Lucha de corazones (1912) revelan el talento para la puesta en escena de un cineasta cuyo nombre, Joan Maria Codina (1870-1936), apenas si había trascendido hasta fechas muy recientes. Entre otras cosas porque la autoría de esta cinta, libre adaptación de un drama de Guimerà, se le venía atribuyendo a Fructuós Gelabert, aquel pionero del cine local que gracias a su Riña en un café (1897) ha pasado a la historia como el autor de la primera película española con argumento. Sin embargo, todo parece indicar que Gelabert sólo se ocupó en este caso de la fotografía, mientras que es al bueno de Codina a quien correspondería otorgar el mérito de haber dirigido el resto.

El argumento, drama en tres actos, gira en torno a los recién casados Rosario y Manuel, y un tercero en discordia, el infame Paco, quien, tras asesinar en plena calle a otro hombre, esconde el arma homicida en casa de Manuel para lograr que incriminen al novio y así tener vía libre con su esposa, de la que siempre ha estado secretamente enamorado.



Ni que decir tiene que Rosario se mantendrá fiel a su marido mientras éste permanezca injustamente en presidio, pese a las continuas tentativas de Paco para seducirla. Muy al contrario, la mujer logrará, en colaboración con sus vecinos, llevar a cabo una argucia que permita sonsacarle al alevoso pretendiente la confesión de su crimen.

Más que por el carácter folletinesco de la trama, el interés del filme reside en alguna que otra pincelada costumbrista, como las barretinas que lucen algunos lugareños o los uniformes de los mossos d'esquadra que puntualmente intervienen para poner orden. También por las tres chimeneas humeantes que se ven de pasada, al fondo de lo que se supone que debe de ser la Barcelona de la época, testimonio mudo del remoto pasado industrial de la ciudad.